Al compás del chamamé, germinan los afectos. Sus giros y movimientos, son alentados por el ritmo de su música, la sangre fluye y el correntino abre el pecho.
Para bailar, las parejas se toman de las manos, los cuerpos se acercan, se abrazan y nace el romance. Hay quienes bailan lentamente, otros con más énfasis. Por supuesto, también depende del gusto del bailarín y de la pieza ejecutada.
Estudios regionales consignan más de dos centenares de formas, estilos o modalidades de bailar el chamamé, el rasguido doble y el valseado, los tres ritmos fundamentales del folklore correntino. De ellos, el primero evidencia una vitalidad que crece con el tiempo y se ramifica en la distancia. Según testimonio de viejos musiqueros, se admiten como sinónimos de chamamé a: ramada guipé (debajo de la enramada), el chamamé kireí (rápido, brioso), el chamamé kanguí (triste, melancólico) o chamamé sirirí (pausado, elegante, fluido).
Bien lo describe Julián Zini: “Es nuestro baile religioso, cortesano, festivo, de patio y de salón... Ya sea Mainumby, ya sea pavo antiguo o el mismo chamamé, con su mundo prohibido de zapateo, cortejo, desafío y sapucay”. (Gabriela BenItez)