Colaboración Especial
Este es el relato de un viaje que se preparó durante dos años pero fue la esperanza de toda una vida. La visita de nuestra familia, descendiente a Amado Bonpland, a La Rochelle, un pueblo ubicado al sur de Francia, cuna del legendario naturalista.
Todo comenzó el 27 de noviembre del 2012, cuando mi marido me comunicó que nos mudaríamos durante dos años a Londres. La reacción fue de aturdimiento y sorpresa. Una nueva mudanza, alejarnos de los hijos, un idioma distinto. Nuevamente cambios. Desde entonces, comencé a estudiar inglés, seguí ejerciendo la docencia y visitamos a nuestros padres y familiares; además de una parada en las basílicas de Itatí, de Lujan y en la Iglesia de Nuestra Señora de la Pompeya. Esa estadía en Londres, además de una nueva etapa laboral para mi marido, sería la oportunidad para conocer la cuna de nuestro ilustre antepasado, ya que estaríamos a pocas horas de Francia.
Pensando en el viaje, se me ocurrió que podría ser interesante entregar a la ciudad de La Rochelle un legado de los descendientes de Bonpland que perduramos en esta parte de América. Así me propuse armar un álbum de fotos con los descendientes; diseñar un Árbol Genealógico, centrado en la rama de Carmen Bonpland, hija mayor de Amado, de la cual desciende mi familia; y restaurar algunas hojas que forman parte de los títulos en propiedad que le otorgaron a Amado Bonpland.
Con creciente expectativa, el primero de julio del año pasado, abordamos el avión de la compañía British Airways en una mañana muy fría. En una de las valijas llevaba varios paquetes de yerba. Qué casualidad, ¿no? Ir al viejo continente con “yerba mate”, planta y cultivo, que tantos años atrás apasionara a Amado Bonpland. Su interés por este cultivo fue tal que hace 200 años, realizó el viaje a la inversa que yo estaba emprendiendo. Desde Francia a la zona del Taragüy, en busca del lugar donde crecía la infusión insignia de los pueblos guaraníes.
Ya en el avión, me distraje...
Pensé en el viaje que hizo él hace 198 años, con Adeline y Emma, llevando consigo un equipaje científico en el que figuraban herbarios, semillas y 2000 plantas, incluyendo 500 cepas de vid, en total 150 especies, 40 variedades de naranjos y limoneros, 600 gajos de sauce y semillas de algarrobo español. Con toda esa carga partió de Francia hacia Buenos Aires.
Siempre me intrigó saber qué vio Bonpland en nuestros montes y ríos correntinos, para enamorarse tanto y quedar hasta su muerte en estas tierras. Cuando, Europa lo reclamó y lo llenó de honores. Francia le dio una pensión vitalicia, y la Cruz de la Legión de Honor. Pero ninguno de esos reconocimientos le interesó. Decidió quedarse en el Plata y aceptó del gobernador de Corrientes Juan José Pujol, el cargo de Director del Museo de Historia Natural de Corrientes.
Ahora, 200 años después estaba volando y llevaba conmigo tres libritos sobre su vida, uno de ellos es “Amado Bonpland, Pancho Ramírez y el Mate”, uno de mis preferidos. Si bien en todos los libros había fotos de la estancia “El Recreo”, lugar en donde pase parte de mi infancia, éste tal vez era especial. En una de sus páginas, está la foto del hermano de mamá, el tío Juan con señora. Los dos posando en una foto, frente a la ventana y junto a la cama de bronce donde falleció Amado. Esa cama era mi preferida, para acostarme la siesta o de noche, quedaba al lado de la pieza de los abuelos. Eran piezas grandes, una a continuación de la otra, con techos altos, las puertas enfrentadas, había que atravesar todas ellas para llegar al baño.
Vivir en Londres
En 1814, tras la muerte de su mentora Josefina Bonaparte, los proyectos de Bonpland se derrumbaron. Su futuro era incierto, ya que no era bienvenido en el hogar paterno. Ese escenario empujó a Amado a radicarse en Londres, una ciudad donde desarrolla una actividad científica muy intensa, trabajando con grandes especialistas en su materia. Allí conoció a Manuel de Sarratea, Manuel Belgrano y Bernardino Rivadavia, quienes lo convencieron de trasladarse al Río de la Plata, para estudiar la flora, crear un Jardín Botánico y reacondicionar el Museo de Ciencias Naturales.
En 2013, 199 años después, al llegar a Londres me puse en contacto con la secretaria de Cultura de la Embajada de Francia, Céline Gautier y con Eric Courtés, investigador francés de la vida de Amado Bonpland. Deseaba una entrevista con la directora y conservadora del patrimonio del Museo de La Rochelle, Elise Patole- Edoumba, pues quería conocer el museo y sus herbarios. Después de idas y vueltas, concretamos la cita para el sábado 15 de febrero, a las 11 de la mañana.
El viaje
Nos trasladamos el viernes a la noche en el Euroestar a Paris, donde nos encontraríamos con nuestro hijo Eduardo y su Natalia novia. Era una noche con neblina que humedecía nuestros abrigos. En realidad Londres era casi siempre así, últimamente no dejaba de lloviznar. Dos meses de cielo plomizo. Si bien este invierno no nevó, fue el más lluvioso en los últimos 40 años.
Esa fría mañana del 15 de febrero, tomamos un taxi hacia la estación Montparnasse. Muchísimo frío. En un ataché, lleve las carpetas con mis trabajos y en un cilindro de planos, las hojas del diario de Bonpland, eran grandes, y no las quería estropear. A las 7 de la mañana, embarcamos en el TGV. Mis manos frías casi no las sentía, a pesar de los gruesos guantes que llevaba puesto. “Febrero es el peor mes para ir a Paris” me decían todos, por el frío, el viento y las nevadas. Pero no cayó nieve. Sí, hacía mucho más frío que en Londres.
Me gusta viajar en tren, aunque el trayecto dure más tiempo que en avión, se puede contemplar el paisaje que va atravesando desde el punto de partida hasta el lugar de destino, además se pueden obtener muy buenas fotografías. A través de la ventana fui observando todo el paisaje, su bioma, los accidentes geográficos que separa la ciudad de Paris de La Rochelle.
A medida que se desplazaba el tren, observaba atentamente, muchas siembras, algunas poblaciones, varios camping con casas rodantes; me llamó la atención las zonas de pantanos, ”los humedales franceses”, lagunas, algunos bosques; pensé que con tanta humedad la biodiversidad debe ser muy amplia. Asocié lo que veía a otros terrenos conocidos, los Esteros del Iberá en Corrientes. Tal vez Bonpland, vio alguna similitud entre ambos lugares. El tren seguía su trayecto, pasamos por otras ciudades Tours, St-Pierre-se- Cotps, Poitiers. En el trayecto compartimos unos mates y en tres horas, 15 minutos, el viaje, aproximadamente, arribamos.
El destino ancestral
Al bajar del tren vi el cartel “La Rochelle”. Me invadió una gran alegría mezcla de emoción, mis manos oprimieron las cosas que había preparado para llevar, entre ellas estaba el álbum familiar. Respiré, me sentí más tranquila, era como estar acompañada por todas esas generaciones.
Antes de seguir, lo clásico, la foto con el cartel, “La Rochelle”. Había que dejar documentado ese momento histórico, una formar de intentar “atrapar una parte del tiempo”.
Nos esperó Eric Courtés en el rococó Café de La Paix en la Place Verdun. Es un típico café de principios del siglo XX, con sus paneles en forma de arcos adornados con dibujos de vidrios esmerilados, revestimientos de madera tallada, dorados, grandes espejos, las arañas y los medallones dorados se encuentra en el centro de La Rochelle, observé, la magnificencia de su interior, el decorado, el lujo de las toilettes, las mesas de mármol. Tomamos un típico desayuno francés, café au lait, con croissants y brioches. El Museo de Ciencias Naturales, se encuentra a cinco minutos de allí caminando.
Un paseo por la Historia
A las 10.30, marchamos al Museo de Historia de Ciencias Naturales en la 28 rue Albert 1er 17000.
Caminar por la parte histórica fue un verdadero placer, se ven casas antiguas con entramados de madera y palacios de piedra con un estilo renacentista. Llaman la atención las calles con veredas cubiertas con soportales y arcadas (como las recovas en el barrio de Once, en Buenos Aires). Mientras nos dirigíamos al museo, charlamos un poco sobre la historia de La Rochelle. La ciudad nació en el siglo X, su nombre viene de roca, porque está construida sobre una plataforma rocosa, a finales del siglo XI obtiene el estatuto de ciudad libre, ya no pertenecía a la tutela feudal. Por su posición geográfica, cerca de la isla de Ré, creció el comercio. Durante la Guerra de los Cien Años la ciudad estuvo en manos de los ingleses hasta 1372. Alejada de Paris y tan cosmopolita se volvió protestante. En el siglo XVIII prospera el comercio de la sal, vino, bacalao y las pieles que entra de Canadá, trae mucho progreso. Los protestantes ya eran el 90 %, pero el rey Luis XVIII y el cardenal Richelieu, no pueden permitir la autogestión de esta ciudad rica y protestante en el reino; y toman la ciudad, quien pierde sus privilegios, el comercio se derrumba y empieza las conversiones forzosa, las familias huyen hacia América. En el siglo XVIII es el segundo puerto de esclavos. Al final del siglo XIX se construye un puerto y la economía se recupera. En la Segunda Guerra Mundial, Alemania creo allí una base de submarinos pero no llegó a destruir la ciudad.
El Museo
Al llegar nos esperaba la directora de la institución, Elíse Patole- Edoumba. Nos explicó que la colección del museo fue constituida hace 200 años, desde el momento que se creó el gabinete de curiosidades la Lafaille, con piezas de historia natural y de etnografía en el siglo XIX.
La muestra está compuesta por cinco niveles y posee una gran colección de etología extraeuropea. A través de juegos interactivos, los visitantes pueden descubrir diversas culturas del hemisferio sur. Posee 2.300 m2 de exposición. Hay cerca de 10.000 objetos de colecciones de naturalistas y etnógrafos desde el siglo XVIII. Fue reinaugurado en el 2007, siendo ahora un museo moderno.
En la planta baja se observa una gran riqueza e historia del territorio litoral. En el subsuelo se encuentran los fósiles. En el gabinete de Clément Lafaille (naturalista, quien el 16 de agosto de 1782 legó todos sus libros) tiene un mobiliario de una gran belleza. En el 1er Piso se encuentra la jirafa Zarafa, del siglo XIX. Empieza la expedición de los naturalistas a otros continentes en busca de nuevas especies. En el 2do y 3er Piso, se encuentras las colecciones etnográficas.
En la actualidad el museo muestra la naturaleza y la cultura del resto de los continentes, Asia, Oceanía y América, etnografía, arqueología, zoología, botánica. Luego nos mostró los animales de los humedales franceses, cigüeñas blancas, gaviotas, garzas, tórtolas, conejos, gaviotas, chorlitos, palomas, torcaces, perdices, garza real, gaviotas, jilguero, gallinetas comunes, cisnes vulgares, halcones, etc. Indudablemente pensé, son los mismos animales que hay en la Argentina, en Corrientes. ¡Y al fin llegamos al sector de archivos!
Un herbario bicentenario
En el Archivo del Museo se encuentran los herbarios de Amado Bonpland y de su hermano Michel. Para poder manipularlos nos pusimos unos guantes de latex azul y comenzamos a apreciar las carpetas con las plantitas disecadas por el propio Bonpland, preservadas y acompañadas de información crítica sobre el estilo de colección, nombre común y usos, nombre científico, nombre vulgar, familia a la que pertenece, localidad de colección, fecha, colector, color, fruto, flores, datos de la vegetación circundante y tamaño de la planta, si es rastrera, trepadora, bulbosa. Hace casi 200 años fueron secadas y deshidratadas mediante el prensado.
Esos ejemplares están resguardados del polvo, humedad, luz e insectos. Cada pliego, protegido con una camisa de papel, y todos los pliegos de una misma especie o subespecie, guardados entre dos cartones, atados con una cinta y colocados en un armario metálico. El lugar me pareció muy cuidado y bien climatizado para mantener en buen estado la gran cantidad de herbarios.?
Donación
En una breve entrevista con la directora del museo, pudimos contarle sobre Corrientes, Paso de los Libres, su geografía, su economía, su situación estratégica como ciudad fronteriza, el Puente Internacional que nos une con Uruguayana (Brasil), de los carnavales, y del cementerio en donde se encuentra los restos de Amado Bonpland. También recordé un poco a la familia, mis abuelos ya fallecidos, de la estancia "El Recreo", de las reuniones familiares, mis padres, hermano, tíos y primos. Las yerras. Y otras anécdotas que hacen un poco a mi infancia y juventud.
Mi hijo Eduardo y su novia Natalia relataron de su época de estudiante, el Museo de Ciencias Médicas, el Museo de Farmacobotánica y la Biblioteca de la Universidad Nacional de Buenos Aires, donde se encuentran manuscritos personales, científicos, documentos sobre agricultura, meteorología, colecciones estomológicas, diarios de viaje y diplomas de Amado Bonpland.
Como corolario de dicha visita, entregué a la directora del Museo: el Árbol Genealógico; el Álbum Familiar y un libro sobre Amado Bonpland, escrito por la Licenciada en Historia Gladis Mango de Rubio (de Paso de los Libres): “Amado Bonpland en Restauración: definitiva elección”. Además entregamos copia de algunas hojas restauradas pertenecientes a una parte del documento en donde consta cuales fueron las tierras donadas a Amado Bonpland. Copia de dos hojas del diario "Le Courrier De La Plata", de 1905y una fotocopia de la partida de nacimiento de mi madre y uno mío. Finalizada la entrevista, nos despedimos y acompañados por Eric Courthes, salimos a conocer la ciudad.
Por la ciudad
Allí emprendimos la segunda parte de nuestra visita a La Rochelle, un tour acelerado para conocer lo más posible de esta hermosa ciudad. Nuestro guía fue Eric, quien nos explicó que había varios museos de gran importancia como el Orbigny Bernon (cerámica); el museo del Mundo Nuevo; el Acuarium; el Museo de Bellas Arte con obras del siglo XX, cuadros de Doré, Rouault; Museo Marítimo, con artes de pesca, comunicaciones, meteorología y elementos de Ives Costeau.
La ciudad era como me la imaginé. La Rochelle no me decepcionó.
A la ciudad antigua se ingresa desde el puerto de la Grosse Horloge o Torre del Reloj. En sus orígenes era un acceso de la villa fortificada. En el siglo XV se cambió la estructura para construir la entrada más grande y así quedó como se la ve en la actualidad. Es un lugar muy importante porque enlaza las dos partes de la ciudad, la antigua y la nueva o moderna.
Hay partes de la ciudad con construcciones muy bonitas, como el Palacio de Justicia de 1604. Lo mandó construir Enrique IV. En la actualidad solo quedan puertas esculpidas y un pasillo tipo corredor, pues en el siglo XVIII, se construyeron columnas corintias. El frente es monumental con estilo greco-romano.
Hay muchas edificaciones que demuestran el poder económico de la burguesía del siglo XVIII, como la Maison Henri II (siglo XVIII) de estilo renacentista. Me impactó muchísimo el puerto, la gran cantidad de yates, veleros y barcos. Desde la costa no se observa en donde terminaba las líneas de barcos amarrados. Esa opulencia no termina allí.
En el puerto hay estructuras enormes que hoy sólo cumplen con una función decorativa pero antes formaban parte de la protección de la ciudad. La mezcla de monumentos históricos, con los modernos yates y veleros amarrados brinda un contraste especial.
La torre de Lanterne tiene una base sólida con estilo gótico y fue realizada a finales del siglo XV, a unos centenares de metros al Oeste de la Torre de la Chaine. Ambas torres están unidas por un mismo lienzo de murallas, que tiene 55 metros de altura. También se la ha llamado Torre de los Padres, recordando a trece religiosos alojados allí en el siglo XVI que fueron ahorcados y lanzados al mar. Eso fue en la época de las luchas protestantes. La flecha es curiosa, posee una galería que da acceso a la torrecit a donde estaba el faro. En su interior hay escritos de presos que estuvieron encarcelados allí.
La torre de San Nicolás y la Torre de la Cadena guardan la entrada del Puerto Viejo, entre ambas había una gruesa cadena, que no dejaba pasar al interior del puerto.
La Torre de San Nicolás fue construida reemplazando a otra torre, tiene tres salas octogonales superpuestas y un laberinto de cadenas y pasajes, terminando en la parte superior en donde se encontraban los vigilantes. Esto hacía muy difícil llegar a ellos.
Enfrente esta la Torre de Chaine o Torre de la Cadena que data del siglo XIV, y que fue gravemente dañada en conflictos posteriores (restauradas en el siglo XIX).
El edificio del Ayuntamiento se encuentra en la parte vieja de la ciudad, su hermosa fachada es renacentista y cuenta con gruesas columnas. En la fachada interior hay estatuas de mujeres representando las virtudes cardinales.
Un café
Frente al puerto, hay muchísimas cafeterías, restaurantes, pub y negocios de souvenires; todos se sientan mirando hacia el mar. En uno de esos cafecitos nos sentamos y nos deleitamos con un café. Desde allí observábamos que atravesando la Torre del Reloj, había una peatonal, me pareció un lugar encantador. Luego compré algunos pequeños recuerdos para llevar a la Argentina.
Las personas que atendían los negocios fueron muy amables y preguntaban de donde éramos. “Argentina” les decía yo; “¡de l´Argentine! Qui est loin, Messi, Maradona”, decían; y yo agregué “E Papa Francisco”.
Orgullo familiar
En un momento Eric Courthés, me preguntó que se sentía ser una Bonpland. Tardé en responderle, la verdad que nunca ni lo pensé, en realidad, yo llevo el apellido de mi padre, de todas formas soy Bonpland por mi madre. Siento orgullo por ser descendiente de un hombre ilustre, tan inteligente, tan abnegado y dedicado a los estudios científicos, preocupado por la ciencia, la investigación en pos de la humanidad. Sí, reconozco que allá en mi pueblo hay muchísimos bonplanes, nací y crecí escuchando ese apellido, hay calles, escuelas, dos pueblos, etc, y uno se acostumbra a escucharlo como algo natural y normal.
Esa callecita
Luego del café seguimos caminando por unas callecitas angostas, así llegamos a la catedral de San Luis, en donde Amado Bonpland, hizo sus sacramentos, bautismo, comunión y confirmación. En la Rochelle, queda muy poco sobre arte religioso por los permanentes conflictos bélicos. Lo poco que queda es la torre de Saint-Barthelemy (siglo XV), el campanario se salvó porque era un atalaya, que era usado en las guerras religiosas.
La iglesia San Salvador fue construida en el siglo XIII y destruida por un gran incendio (siglo XV). Luego se la volvió a construir de estilo gótico, pero las guerras sucesivas la volvieron a destruir, sólo queda una parte gótica del siglo XVIII. También la Catedral tiene su historia particular. Se comenzó a construir en 1742 pero jamás pudo ser terminada. El exterior es austero y no tiene nada de grandioso. El interior es bonito con cierta elegancia. En una parte de la iglesia se encuentra varios cuadros con imágenes cristianas.
Visitamos la casa donde nación Bonpland y luego salimos a caminar por el barrio, la calle de la esquina que cruza a la calle Rue de la Porte Neuve se llama Chemin du Rempart, a pocos metros de allí había una especie de amplio portón, con dos columnas, atravesando esos portales nos encontramos con un maravilloso parque, lleno de árboles en el cual corría una especie de arroyo, el lugar se encuentra en una elevación del terreno. Allí se comenta que Amado y su hermano pasaban sus horas de juego.
Gastronomía
Después fuimos a almorzar. Las comidas típicas de La Rochelle son como las de todo pueblo junto al mar, pescados, pero la de ellos en especial es el “mouclade”, sustanciosa mejillonada, regada con una sabrosa salsa en la que se emplean varios ingredientes del país, o bien “les moules frites” pequeños mejillones cocidos con patatas fritas, y las ostras.
Por ultimo fuimos a los viñedos de Saint-Maurice, en las afuera de La Rochelle, propiedad que fuera de la familia de Amado Bonpland. Allí nació su padre. En la actualidad, funciona un restaurante. Es una casa estilo campo, de dos plantas con techos de tejas, posee muchos ventanales, tanto en planta baja como en el primer piso. En el frente hay un muro alto, con un gran portón de hierro entre dos columnas, que hacen de marco del portón. El frente tiene un amplio patio, en forma de U, bien decorado. La familia de Amado tenía en esas tierras las plantaciones de viñedos.
Ya entrando la nochecita Eric Courthes nos llevó a la estación de tren. Nos despedimos agradeciendo todas las amabilidades que tuvo este investigador de Bonpland con nosotros. Aproveché el paseo por La Rochelle para sacar muchas fotos como queriendo inmortalizar este día. También para llevar mis testimonios a la familia, en Argentina, Corrientes, Paso de los Libres, a los bonplanianos, que me esperan en mis tierras.
Subimos al tren me acomode en el asiento, me sentí extraña sin nada en mis manos, mire por última vez el cartel de “La Rochelle”, el tren comenzó a desplazarse, no pude dejar de sentir una nostalgia anticipada, de esta bella ciudad sobre el mar. ¡¡¡Oh, Lá, La, Revoir!!!