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Un correntino, entre los últimos egresados en ingeniería nuclear del Instituto Balseiro

Por El Litoral

Miércoles, 01 de julio de 2015 a las 01:00
RECIBIDO. Juan Pablo, diploma en mano, junto a dos profesores.
SACRIFICIO. Con tan sólo 23 años es uno de los pocos ingenieros nucleares de Argentina.

Por Roxana Feldman
@roxifeld

Su afán por ser científico comenzó, más que por vocación, por lo que podríamos llamar un interés que, en ese entonces, no era demasiado concreto. Corría el año 2009 cuando participó de un concurso de monografías científicas impulsado por el Instituto Balseiro para alumnos del último año de las escuelas secundarias del país. El cursaba en el Instituto Salesiano Pío XI.
De esa experiencia recuerda que, con su monografía, intentó responder al tópico “¿qué es la ciencia?”. Por su brillante respuesta, fue uno de los 15 alumnos de toda la Argentina que se ganó un viaje todo pago para visitar las instalaciones del instituto y conocer la “experiencia Balseiro”. No sólo se puso en contacto con equipos de alta tecnología sino con “personas apasionadas por su trabajo y un clima jovial y de familia”, según recuerda.
Esta experiencia fue marcando, de forma incipiente, su interés por elegir una carrera relacionada con la ciencia y la tecnología. Su vocación, sin embargo, “no estuvo totalmente formada” hasta que pudo cursar y “disfrutar” la carrera que eligió.
Terminó la secundaria y estaba decidido a ser uno de los 100 alumnos de todo el país que tienen el privilegio de poder formar parte de este instituto. Como requisito para poder ingresar debió cursar Ingeniería Electromecánica en la Universidad Nacional del Nordeste durante dos años. Luego de aprobar todas sus materias, se registró en el examen y logró ser becado.
La decisión de elegir ingeniería nuclear tuvo más que ver con un desafío personal. Una vez que empezó a cursar se dio cuenta de que la elección había sido correcta porque descubrió una disciplina que “conjuga de buena manera una fuerte formación en ciencias básicas con aplicaciones tecnológicas”, subraya Juan Pablo.
Pese a que en un comienzo no sintió un desarraigo demasiado fuerte por dejar su ciudad natal siendo tan joven, al pasar el tiempo comenzó a extrañar más su gente y las amistades que dejó en Corrientes. Su estadía en Bariloche mitigó esta falta. Además de la constancia en el estudio, se interesó en desempeñarse en actividades deportivas típicas de la región del Sur como escalar, practicar trekking y otras actividades como travesías en kayak.
Hoy, recibido, y pese a haber obtenido múltiples ofertas laborales, apostó al trabajo en el país y devolver el favor por la instrucción pública de alta gama que recibió en su paso por el Balseiro. 
Lamenta que lo más cerca que pueda estar de Corrientes sea viviendo en Buenos Aires, por falta de oferta laboral específica de su rubro en la provincia.
Pese a esta limitación piensa volver a la ciudad a realizar charlas para incentivar a otros jóvenes con aptitudes científicas que, como le pasó a él, tal vez aún no han tenido la oportunidad de despertar.
 
Su visión sobre el panorama científico del país
 Juan Pablo, consultado al respecto, considera que se “está realizando una gran inversión en Ciencia y Tecnología”. 
Desde el instituto desarrollan proyectos nucleares, satelitales, energéticos y médicos que se traducirán en mejoras en la calidad de vida de cientos de habitantes a lo largo de Argentina.
Su promisorio horizonte profesional hoy está marcado por un interés especial por el área de seguridad nuclear. 
Confía en que el ambiente científico, ese que define como un espacio donde todas las personas comparten la pasión por lo que hacen, le permita desarrollarse y trazar un camino especializándose en lo que más ama: la ciencia.

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