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Cambio climático, ¿responsabilidad actual del desequilibrio natural o antigua alerta sin respuestas?

La autora describe el panorama actual en el mundo y en el país respecto a esta problemática. En lo local, hay un contexto de abundantes lluvias e inundaciones en pleno verano. Además, plantea una pregunta: “¿Son nuestros últimos desastres naturales sólo producto del clima, o del gigante Bosque Atlántico tan castigado en los últimos años que nos pide remediación urgente?”.
Figura. Efecto invernadero natural.

Por Graciela Satóstegui

Psicopegagoga. Especialista en Gestión Ambiental y Magiste en Economía

haschirsat@gmail.com

El mundo enfrenta un cambio climático global, principalmente en las temperaturas medias y en los regímenes de precipitaciones. Estas modificaciones no serán homogéneas, variarán por regiones de la Tierra, y no hay certidumbre sobre su magnitud; esto depende fundamentalmente de la evolución de las concentraciones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) en la atmósfera.

Argentina asume y aporta el compromiso ante la comunidad internacional, ratificándolo con la firma del Acuerdo de París mediante la Ley 27.270 y su promulgación en septiembre de 2016. Desde noviembre de 2016, contribuye así, de manera significativa, a la agenda de cambio climático. Su responsabilidad es enfrentar los posibles efectos del mismo, esto requiere el estudio de la vulnerabilidad ante los hechos, con medidas de mitigación posibles y urgentes.

Motivos y soluciones:

Los bosques, mediante la fotosíntesis, absorben dióxido de carbono de la atmósfera y lo transforman en los productos necesarios para la formación de sus tejidos y su crecimiento. Del mismo proceso liberan oxígeno a la atmósfera. Esto queda fijo en los tejidos de los árboles durante toda su vida útil. Por el contrario, si los bosques son destruidos y su madera se descompone o se quema, el carbono constituyente se libera a la atmósfera.

Consevar la masa boscosa representaría entonces ahorro de energía y disminución de emisiones de GEI. La más importante ventaja del uso de combustibles leñosos radica en que reemplazan el empleo de combustibles fósiles, como el petróleo, la parafina, el gas licuado y natural y el carbón mineral, altamente contaminantes.

El manejo sostenible y la puesta en producción de los bosques nativos, con sus beneficios económicos y de recuperación de suelos degradados y desarbolados, aprovechamiento de la energía proveniente de biomasa forestal, aumento del uso de la madera y, un mayor desarrollo de mitigación es lo que se está necesitando urgente actualmente.

La fragilidad de los ecosistemas forestales consiste en su vulnerabilidad a las variaciones climáticas:

El mundo enfrenta un cambio climático global. Para fines del siglo se habrán producido modificaciones respecto del clima actual, manifestadas principalmente en las temperaturas medias y en los regímenes de precipitaciones. Originados, como se expuso por el uso excesivo de combustibles fósiles y de la deforestación. Estas emisiones, provocadas por el ser humano, han llegado a niveles tales que han provocado lo que se conoce como “efecto invernadero natural aumentado”, responsable del calentamiento global y del cambio climático. Son situaciones evitables, bajo un manejo forestal sostenible, ya que en ello consiste la vulnerabilidad ante las variaciones climáticas. Las temperaturas y precipitaciones son las principales causas que gobiernan su existencia, por ello, la recuperación y el manejo sostenible tanto de bosques nativos,  suelos forestales desarbolados y del desarrollo de la energía basada en biomasa forestal, la protección de cauces y cuencas y el incremento de la eficiencia de la industria forestal, sumado a una producción agrícola ganadera basada en el ordenamiento del territorio, serían los pasos urgentes a seguir.

Las temperaturas y precipitaciones son las principales variables que gobiernan la existencia del citado fenómeno. Diversos estudios y proyecciones indican que ninguna zona del mundo estaría ajena al cambio climático,  los que no se distribuirían uniformemente; áreas secas que no soportan cultivos pueden tornarse productivas, pero a la inversa, las principales áreas productoras de alimentos en las zonas templadas y mediterráneas podrían verse amenazadas.

Los expertos consultados para esta nota informan que Argentina se encuentra en una ventajosa posición frente a estos desafíos al contar millones de hectáreas de bosques nativos, de los cuales casi la mitad son de multiuso, agregándose a esto   millones de hectáreas de plantaciones forestales, gran parte de las cuales son de alta productividad y están bajo silvicultura intensiva. Extensas áreas de suelos desarbolados aun permiten aumentar la superficie de plantaciones, las que se sumarían a la mitigación del cambio climático ya ejercido por los bosques existentes.

Por otra parte, la bibliografía referida al tema informa que como resultado del incremento en las temperaturas, el nivel medio del mar se elevaría en el mismo período entre 0,1 y 0,9 m, y respecto de las precipitaciones medias, estas se incrementarían en las latitudes altas y en los trópicos, y disminuirían en las zonas subtropicales, aunque aumentarían los eventos climáticos extremos -lluvias, inundaciones y huracanes- en frecuencia e intensidad.

 En el caso de esta situación se puede prever que estos cambios podrían representar problemas y sufrir grandes inundaciones; que muchos cultivos, agrícolas y forestales, además de actividades ganaderas, deberían ser relocalizados. Situación que parece relatar con anterioridad los desastres y calamidades por las lluvias que está sufriendo Corrientes y la zona del litoral.

Convierten vulnerables a los ecosistemas y al ser humano, ante lo cual es necesario considerar medidas de adaptación a las variaciones del clima, principalmente para la agricultura, la silvicultura y la ganadería y medidas de mitigación que tiendan a estabilizar el dióxido de carbono en la atmósfera y atenuar así los posibles efectos del fenómeno.

Respecto a los bosques, modificar el uso de estos y los cambios de prácticas de la tierra,  mantener programas fuertes de prevención y control de incendios forestales, estos con el uso de las expansiones agrícolas y ganaderas pueden en algunos casos causarlos. Informa la FAO que se pierden anualmente alrededor de 13 millones de hectáreas de bosques, fundamentalmente en las zonas tropicales.

El clima de la Tierra está en permanente evolución por razones naturales:

El efecto invernadero natural es trascendental para la vida sobre el planeta. 

Los compromisos de los países desarrollados, adoptados en la redacción del Protocolo de Kioto (PK) acuerdo internacional, dentro del ámbito de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (Cmnucc), aprobado en la Conferencia de las Partes 3 (COP 3), realizada en Kioto, Japón, en 1997, indica y resuelve que los países partes se comprometen a reducir el efecto invernadero.

La Argentina es una de las regiones del mundo que ha presentado mayores variaciones climáticas en el siglo XX, se registró de un significativo aumento de la temperatura de superficie en la Patagonia e islas del Atlántico Sur y en   el núcleo productivo de la Pampa Húmeda, un incremento  superior al 30% a los valores observados durante la década del 50. Los datos  del siglo XXI en ese sentido son superadores.

Por ello las estrategias de adaptación deberían hacerse cuanto antes.

Grave situación fronteriza en la zona forestal del Atlántico Sur (Baapa):

Desde antes del año 2000 existen mapas satelitales que dan cuenta de la deforestación de los bosques de la zona del Atlántico Sur. Muestran los impactos ambientales de la tala indiscriminada de árboles en el Bosque Atlántico del Alto Paraná. El análisis demostró que los principales factores de la acelerada pérdida de bosques y la degradación manifiesta en el Baapa son la expansión de la frontera agrícola y pecuaria, la tala ilegal, el manejo no planificado de la extracción forestal, incendios, fenómenos naturales (inundaciones y sequías), cultivos ilícitos. Entre los factores indirectos están los políticos, económicos y sociales que afectan en diferentes magnitudes como los mercados internacionales, el crecimiento demográfico, políticas agrarias y de tierras; factores tecnológicos como los cambios en los sistemas de producción. 

Posee abundantes áreas valiosas de bosques, de material genético y por ser agente catalizador importantísimo de la calidad del aire y del agua para toda la región. Este ecosistema único y especial ha sido desmontado y alterado a lo largo de las últimas décadas de manera progresiva por actividades como la ganadería, la agricultura, y la explotación forestal, que han extendido sus fronteras sin respetar muchas veces el control del manejo sostenible del ambiente y del desarrollo sustentable. En la actualidad el Bosque Atlántico es uno de los bosques tropicales más amenazados del mundo con sólo el 7,4% de su área original. 

Existen, al respecto, investigaciones serias en Universidades de Paraguay tanto como de sus medios de difusión; de Brasil y los nuestros, por supuesto. Se ha identificado esta zona como uno de los doscientos lugares biológicamente importantes del mundo, así lo declararon científicos de la mayor organización conservacionista independiente, Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). Y también como el más fuertemente amenazado. Esta riqueza forestal es compartida por tres países, Argentina (Noreste), Brasil (desde su costa Atlántica) y Paraguay (Este). Se encuentra en una condición crítica y vulnerable, y está severamente fragmentada a causa de la deforestación para la agricultura, la ganadería y el aprovechamiento no sostenible de sus recursos naturales, como la explotación forestal, extracción de madera, leña y carbón. 

El Bosque Atlántico alberga a ciudades como San Pablo y Río de Janeiro. Alimenta, además, los ríos más utilizados para la producción de energía eléctrica en el Paraguay dándole vida a las represas Itaipú y Yacyretá, sin dejar de mencionar que el BA recarga uno de los mayores tesoros de reserva de agua subterránea; el Acuífero Guaraní. 

Existe en la actualidad el consenso de coordinar las Leyes Forestales y de Ordenamiento territorial de los tres países. Aun así por los mapas satelitales ubicados más actuales se nota la poca preocupación y remediación en el tema. Sería una actividad muy importante y urgente para los delegados de los tres países al Mercosur.

Y nos queda abierta la pregunta: ¿son nuestros últimos desastres naturales sólo producto del clima, o del gigante Bosque Atlántico tan castigado en los últimos años que nos pide remediación urgente? Confío en nuestros técnicos, científicos, empresarios, políticos y población en general para informarse y actuar en  mitigar el problema, que en este caso hace eco lo que el filosofo argentino Santiago Kovadloff tan sabiamente explicara en el diario La Nación: “Una gran indiferencia ante el cambio climático, sus peligrosos efectos en la naturaleza y en los seres humanos es ya muy grave para todos”.

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