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La frivolidad como signo de nuestro tiempo

Cuanto más se anula el pensamiento independiente más se responde y aceptan las propuestas interesadas, seductoras y reduccionistas, que como dije antes, apuntan a las tendencias instintivas o emocionales, pero nunca al razonamiento puro, exacto, preciso, verdadero.
 

Por El Litoral

Martes, 01 de octubre de 2019 a las 01:03

Por Leticia Oraisón de Turpín
Orientadora familiar


Nada más variable y antojadiza que la frivolidad que empapa de veleidad el pensamiento y el accionar de la gente.
Hay un continuo moverse como las veletas al viento, de un lado para el otro, sin ningún aparente fin, sin consistencia ni convencimiento verdadero, sólo con la intención de no quedar fuera de la moda, de la actualidad, del cambio o la onda imperante.
Y así, lamentablemente, se responde apaciblemente con los dictados de los manipuladores de turno que estimulan conductas meramente instintivas y emocionales.  
Notamos con dolor que muchas personas adultas y adolescentes, están siendo “colonizados”, captados por planteamientos reduccionistas de una cultura de masas y terminan funcionando con ideas prestadas, con información incompleta e interesada, en resumen, asumiendo conductas superficiales e insustanciales.
Lo dijo Alfonzo López Quintás: “Este es un momento de encrucijada rebosante de posibilidades e erizada de riesgos,” y nos advertía sobre los peligros de una sociedad “frívola” porque anula el pensamiento propio y riguroso.
Pensar con rigor no es otra cosa que pensar con precisión, con propiedad, con exactitud.
Por eso debemos precisar con rigor el sentido de los conceptos y no permitir que se usen de manera tosca, borrosa, confusa o aproximada. Porque confundir conceptos nos llevará a aceptar, sencillamente “gato por liebre”
Y esto es lo que hacen los manipuladores de turno, que tienden a confundir las ideas, para imponer las suyas con intencionalidades diversas, sean estas de rentabilidad política, ideológica o lucrativa.
Cuanto más se anula el pensamiento independiente más se responde y aceptan las propuestas interesadas, seductoras y reduccionistas, que como dije antes, apuntan a las tendencias instintivas o emocionales, pero nunca al razonamiento puro, exacto, preciso, verdadero.
Los manipuladores apelan a nuestras debilidades y apetencias primarias, estimulándolas con cierta ternura engañosa y eficaz, apelando a la fascinación de lo atractivo y placentero.
Porque, repito, la manipulación es una fuerza, una influencia que actúa por ocultamiento, tratando que el destinatario no se percate ni advierta que está siendo manipulado. No es otra cosa que querer transformar al hombre sin atacar directamente su voluntad o su libertad, sino por vías indirectas, enmascarándose mediante un procedimiento reduccionista semántico, vaciando de contenido, de significado una palabra, dándole otro distinto, generalmente mediante eslóganes.
Ejemplo: “lo que importa es el placer”; “caro, pero el mejor”; “democracia o dictadura”; “libertad de los instintos”, como si no hubiera matices y diferencias que delimiten estas variables.
Algunas de las palabras afectadas son: “felicidad” confundiéndola con placer, “amor” con sexo, “bien-ser” con bienestar, “prestigio” con fama y “éxito” con dinero, y de esta manera se llega hasta rozar la moral, asociándola a lo estadístico de “todos lo hacen”, así que, está bien cualquier cosa que se difunda masivamente.
He aquí la nota identificadora de nuestra época: “todo se puede”. No hay límites, lo deciden tus deseos; los códigos terminan siendo relativos y a tu medida.
La frivolidad signa este tiempo e incita a romper todas las fronteras y a vivir orientados hacia lo que otros (interesadamente) marcan, haciéndonos esclavos de nuestras limitaciones y debilidades y, por tanto, transformándonos en impotentes para decisiones personales, anulándonos de ser posible, todas nuestras capacidades innatas.  
La intención oculta es: que no me rebele y obedezca.
(Frivolidad = ligereza-veleidad-inconstancia-inconsecuencia-insustancialidad-futileza).

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