Viernes 29de Marzo de 2024CORRIENTES32°Pronóstico Extendido

Dolar Compra:$836,0

Dolar Venta:$876,0

Viernes 29de Marzo de 2024CORRIENTES32°Pronóstico Extendido

Dolar Compra:$836,0

Dolar Venta:$876,0

/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Presuponer es más fácil que escuchar

En esta oportunidad, Chemes y Pérez Bahamonde nos llevan a admitir que, en nuestra conversación, nos preocupamos más por contestar que por prestar atención, el verdadero sustento de la comunicación.

Por Marta Chemes

Especial para El Litoral

Por José Pérez Bahamonde

Especial para El Litoral

 

Es de suponer la interesante y frecuente “confusión” que resulta de este supuesto coloquio. Así, vivimos hablando una misma lengua y decodificando como si se tratara de otras distintas. Estamos refiriéndonos a uno de los factores que determinan la calidad de la convivencia: definitivamente, el valor de la palabra y su interpretación precisan de una actitud donde el interés juega un papel determinante.

Pepe: Habitualmente, cuando un amigo, un hijo, un compañero, nuestra pareja nos dicen algo, nos hacen una observación, solemos escuchar lo que queremos.

O bien, interpretamos, o bien p-r-e-s-u-p-o-n-e-m-o-s que ya sabemos lo que nos quieren decir sin necesidad de escuchar.

¿Y si al menos, nos dedicáramos a tratar de entender eso que nos quieren decir? ¿Si nos dedicáramos a registrar los sentimientos, pensamientos e imágenes que se nos disparan -a raíz de dicha interacción- a entender por qué boicoteamos la escucha...?

¿Y si los pudiéramos compartir en voz alta? ¡Qué gran oportunidad para abrirle paso a la comunicación! Pero damos por cerrada y categórica nuestra propia versión.

“Está cansada; aburrida; incómoda; desmotivada...”. ¡Cómo cambiaría la comunicación, si en vez de pensar y suponer, me atraviese a preguntar y a escuchar una respuesta!  ¿Qué quieres decir con que me ves cansada, aburrida, incómoda, desmotivada...?

Tanto el interpretar como el presuponer hacen daño a la comunicación porque alimentan el monólogo y la “realidad virtual”.

No olvidemos que la palabra está cargada de la energía, la afectividad o desafectividad que nosotros le pongamos.

Una respuesta mía ante una observación que me hagan, puede significar un reconocimiento o un frío y cortante rechazo.

Marta: Respecto a este tema de la energía y la palabra, las mujeres estamos más preparadas. Tenemos más amplitud de recursos. Contamos con una mayor gama de alternativas a manejar: inflexión en la voz, actitud en la seducción... La palabra está más impregnada de afectividad.

En el caso de los varones, el tema viene más denso, menos fluido.

¡Cuántas veces, para que los hombres comuniquen sus sentimientos, necesitan echar mano de unas copitas de alcohol! Y aun así, no tienen garantía de que se les afloje la lengua y menos el corazón.

También es cierto que cuando lo hacen,¡nos dejan boquiabiertas!

Pasa que el cuerpo es una verdadera fábrica de “drogas colaboradoras”. Tiene dentro de sí todo lo necesario para fabricar el mismo estado “desatalenguas”,  sin necesidad de ingesta alcohólica, ni de otras sustancias.

Tan sólo necesitan activar y hacer la apuesta.

Los hombres pueden lo mismo y más cosas que las mujeres. En su caso, la cultura los ha reprimido,  generándoles ese  lugar de silencio, tan incómodo y doloroso.

Este dato cultural, puede ayudarnos a las mujeres a intentar activar los niveles represivos que fueran injustamente impuestos. (Los hombres no lloran; no me hables como un maricón; cómo me gustan los hombres rudos, etc, etc...).

Pepe: Como comenta Marta, la educación y la cultura limitan en nosotros, los hombres, nuestra capacidad expresiva. Esto -a su vez- atenta contra la simpleza de la comunicación y engorda los monólogos, llevándonos a usar el silencio de una manera más que frustrante.

Lo que se abre como alternativa es empezar a no “etiquetar” a las personas con las que conversamos: Nuestras presuposiciones son, libreto y producción de películas en la que el otro no participa, ni tiene idea de por donde andamos.

Marta: ¡Y ni hablar de nuestra frondosa fantasía femenina, donde la interpretación de lo que creemos escuchar, no para hasta alcanzar peligrosos límites de explosión!

No dudo en que la vida de relación entraría en un estado constructivo, creativo y confortable si pusiéramos toda nuestra inteligencia emocional al servicio de escuchar en lugar de presuponer.

Pepe: Sabemos que el cerebro humano guarda un pasado que hace que nuestra memoria se remonte a reptiles, mamíferos y aves con un amplio registro de agresividad, jerarquías sociales, etc, etc...

Quiero decir: una importante parte de nuestra emocionalidad es bastante primitiva: la inteligencia y la civilización nos van ayudando a la diferenciación, dándole un sentido particular a la educación emocional como un camino de bienestar y de entendimiento. Y es, sin duda, la palabra y la activa conversación la que nos ayuda a construir vínculos de comunicación.  

Reducir la fantasía y usar a cambio la pregunta para activar la escucha, puede ser el buen camino para que el fantasma del presuponer no se interponga ni se adueñe de nuestra capacidad de darnos a conocer.

Marta: Presuponer nos lleva a la ausencia de diálogo y a la convicción de que nuestro monólogo es el dueño de la realidad (¡Y así nos va!).

Y ni les cuento si tomamos el teléfono (o en una conversación de cafetería), buscamos la complicidad de una amiga, de esas que, en vez de ayudarnos a pensar, sólo nos dan la razón.

Pepe: Bueno, varones: hemos llegado al momento de caer en la cuenta de que el silencio comience a ser nuestro enemigo, y la palabra el mejor recurso para nuestro bienestar.

Marta: Hemos nacido -mujeres y hombres- con el derecho de pedir a nuestro interlocutor que nos ayude a entender; con el derecho a equivocarnos, y a ser considerados en nuestras equivocaciones (que no es lo mismo que perdonados).

Lo importante: sanear el modo de comunicarnos, reemplazando el suponer por el preguntar. 

Esta llavecita es un regalo para “ser feliz con o sin razón”.

¿Te gustó la nota?

Ocurrió un error