Ecos de un concierto de la Orquesta Sinfónica del Chaco en una iglesia
El sábado pasado se llevó a cabo en el salón auditorio de la Iglesia de “Jesucristo de los Santos de los últimos días” de la ciudad de Resistencia (Chaco), el VII Concierto de Temporada de la Orquesta Sinfónica del Chaco (Osch).
Escuchar a la agrupación sinfónica en un lugar cómodo, placentero y con una acústica importante, es entrar en el reino de la felicidad que nos transporta hacia una belleza melódica y de la orquestación.
Fue uno más de los tantos conciertos brindado por la Osch bajo la batuta del maestro Jorge Doumont, dejándonos el deseo de seguir auditando.
El repertorio abordó obras de carácter triunfal, guerrero, solemne, seleccionado con maestría por su excelente conductor.
La I Parte del concierto, fue ocupado por la última sinfonía compuesta por Wolfgang Amadeus Mozart, la N° 41 en Do Mayor K.551 (conocida como “Júpiter”) en sus cuatro movimientos:
Allegro Vivace
Andante Cantabile
Allegretto (Minuetto)
Molto Allegro
La II Parte fue ocupada por Héctor Berlioz, con su “Fantasía” Op.14 (Marcha Sinfónica o del Cadalso) con lucimiento de los metales y de los violonchellos. Exquisita música programática que despertó musicalmente, en la mente de los oyentes, imágenes o estados de ánimo en cada una de sus cinco escenas:
Ensueño (Reverie)
Un baile
Escenas de campos
Marcha al suplicio y
Sueño de una noche de Sabbat (danza de brujas)
La III Parte, fue el broche de oro con la Marcha N° 4 Op. 39 de “Pompa y Circunstancias”, de Edward Elgar (padre de la música británica moderna). Obra rítmica y ceremoniosa con un importante tema en la parte central partiendo de identidades ocultas dejando al público intrigado como admirado.
Fue una velada donde la música, con esa fuerza muy particular hizo que los auditores se encuentren con sus emociones y sus pensamientos más profundos.
Un concierto donde la música académica se presentó no como una pieza de museo, sino de un valor puramente espiritual, valor que se ha ido perdiendo y más ahora que la música se ha relegado a un segundo plano dentro de los planes educativos. La felicidad que trasmiten los instrumentistas hacen que cada vez más personas empiecen a apreciar la música cuando son adultos.
Ojalá los responsables de las actividades culturales piensen igual sobre la vida futura de las agrupaciones sinfónicas, haciendo que por la magia del arte, se aleje para siempre la amenaza de un deshacer.
La Osch, bajo la batuta de Doumont se muestra en ascenso en cada presentación, abordando obras de calidad con excelencia interpretativa trasmitiendo mensajes que representan lo bueno de la humanidad.
Colaboración
Rosita Troia
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