Por Graciela Satóstegui
Especial para El Litoral
Cada cultura tiene su cosmología y representación sagrada al respecto. En general se coincide en que la tierra tiene sus centros energéticos, movimientos internos, en superficie y sobre ella. Como el cuerpo humano, la tierra tiene sus chacras, lugares por donde exhala energía y la recibe, lo que en las diferentes culturas se ha denominado espacios sagrados o vórtices. Las cuevas de la Candelaria en Guatemala son un ejemplo de ello y nuestros rewes mapuches en el sur también. En ese sentido, hay un gran interrogante que se me plantea: la costa de la ciudad de Corrientes, con sus siete puntas (o chacras) y con el fenómeno de la Cruz del Milagro como vórtice energético en 1588 fue una manifestación religiosa sumada a un expresión geofísica del planeta Tierra en estos lugares, donde la característica sociológica de su gente está imbuida de una gran religiosidad fuerza y valor. ¿Es esta región la que, con su ecología social, produce este tipo de fortaleza en los espíritus de su gente? ¿Tendríamos silenciosamente un Espacio Sagrado? Los humanos vivimos una etapa de transición, acerca del vínculo entre la economía y la ecología, y entre las ciencias naturales y las ciencias sociales en su conjunto, lo que ofrece posibilidades de desarrollar nuevos modelos y paradigmas. En la dimensión espiritual, un cambio gradual de la escala de valores, aunque lento, ha comenzado. El respeto de la sabiduría tradicional, inherente al concepto de especies, ecosistemas y paisajes sagrados, y su revitalización en el contexto contemporáneo de la conservación de la biodiversidad, constituye una evolución en ese sentido. El cambio del paradigma ecológico se produjo al reconocer que la perturbación humana era un elemento integrante del ecosistema y no algo aislado. Este es el marco de análisis en el que se expusieron ideas en el “II Congreso Latinoamericano de Parques Nacionales y otras Areas Protegidas -2007 Bariloche-”, avalado por la Administración de Parques Nacionales (APN). Algunos representantes latinoamericanos, pocos de Argentina, se centraron en el compendio de las especies medicinales (caso los Esteros del Iberá) como también en relatos sobre las costumbres religiosas de los pueblos originarios del sur de nuestro país. Se destacó la investigación de Brasil, como integradora de práctica y manifestación ecuménica, sobre el Parque Nacional de Tiyuca (Cristo Redentor). Reserva Natural Unesco. Detallando su carácter sagrado intercultural, relacionado con la ecología y la cultura regional. En la gestión de recursos naturales, las instituciones sociales que definen lo “sagrado” están vinculadas a menudo con mitos religiosos y con un sistema de creencias socioculturales. Dicho concepto de “sagrado” tiene dimensiones y especificidades espaciales, como la cuenca del río Ganges en India. En jerarquía más altas se sitúan los paisajes definidos espacialmente con normas institucionales claramente establecidas: parques nacionales, provinciales, reservas de biosfera, etcétera. En esos predios los paisajes sagrados son a menudo cuencas, valles o sistemas de montaña importantes. Ejemplo de ello es el Machu Pichu, en Perú. Sus comunidades locales allí disfrutan y apoyan su conservación y mística. En otras jerarquías, “bosquecillos sagrados” (ecosistemas), el suelo, agua, la biota, las extensiones de agua visibles, flora, fauna, población originaria, junto con una sucesión de monasterios y templos, son todos elementos sagrados que despiertan una enorme atracción popular.
Adoración de la albahaca. Las especies vegetales apreciadas culturalmente pueden existir como parte del paisaje cultural o permanecer fuera de este. La albahaca sagrada, llamada “tulsi‘”en la India, se convirtió en sagrada debido a sus múltiples propiedades medicinales. En efecto, muchas de esas especies que son apreciadas culturalmente representan un valor clave ecológicamente y significativo para el ecosistema. Es el caso de nuestra herboristería guaraní, ampliamente estudiada en las zonas de las reducciones jesuíticas y de los Esteros del Iberá. Tanto como en otras regiones argentinas. Si bien estos datos aún no se encuentran significados como ingredientes de un espacio cultural sagrado, espacio que va más allá de una cultura actual, tienen un especial valor a la luz actual de investigaciones serias, que las colocan como ingredientes actuantes y considerables a la hora de manifestar su potencia en la salud o en el espíritu de quienes habitan sus suelos y las utilizan. Cabe preguntarse si hoy en día esas funciones siguen siendo las mismas y qué significa la condición de “sagrado” en un mundo caracterizado por la interconexión. John C. Merriam, científico estadounidense, expresó “los parques nacionales y zonas de patrimonio cultural representan oportunidades de adoración en el que uno llega a comprender más plenamente ciertos atributos de la naturaleza y su creador”. No son objetos “adorables”, sino altares en los cuales podemos ejercer el culto. Los parques “catedrales” en los que entramos en contacto con lo sagrado se están convirtiendo en sagrados por sí mismos. Y nuestro interés por esa entidad abstracta puede ser tan grande como su diversidad biológica y el ecosistema de vida enmarcado por esas fronteras en un mapa, así como la ritualización de los usos socioculturales y la preservación de los sistemas de valores. Sitios naturales sagrados y preservación de la biodiversidad van de la mano.
Aunque reconocemos que hay una estrecha relación entre el patrimonio cultural y el natural, esto no ha generado estudios avanzados sobre la función de lo sacro en la preservación de la diversidad cultural del patrimonio. Por mi parte, seguiré mis investigaciones sobre las siete puntas del río Paraná, en la ciudad de Corrientes, y a continuación con los Esteros del Iberá, creyendo en su sacralidad, comienzo a significarlos así, y ofrecer sus especificidades en publicaciones junto con los del resto del mundo como patrimonio de espiritualidad geofísica y social.