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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Conquista y colonización

Por Marta Chemes

Especial para El Litoral

Por José Pérez Bahamonde

Especial para El Litoral

Pepe: ¿Verdad que estudiar Historia Universal significa marearse con fechas de invasiones, conquistas, más invasiones y más conquistas? Y aunque pareciera que aprendimos de los errores históricos, la conducta belicosa sigue teniendo vigencia. Es más: probablemente sea uno de los “modelos de conducta” más usados en las relaciones.

Por eso no es extraño, que tomemos con “naturalidad” una advertencia, consejo, observación, hasta algún que otro atropello. Vendría a ser semejante a la relación de la mamá con el bebé que, con naturalidad, interpreta sus gestos de alegría o llanto, y los traduce casi de manera instantánea en satisfacción de necesidades. Bueno, para esta etapa de crianza tan vulnerable en la vida del ser humano, tiene un gran valor la eficiente y veloz interpretación de mamá. Lo malo es que seguimos creciendo y, es cierto que a nadie nos gusta que invadan nuestro mundo: Consideración con frases como “a ti te conviene”, “tú necesitas”, “tú no sabes…”. Claro, esta sería la cara negativa de la invasión (verbal), porque paradógicamente, el que nos moleste que nos aconsejen y “adivinen” respecto a lo que necesitamos, tiene otro costado: en aras del amor lo traducimos en gesto afectuoso de la/s persona/s querida/s cuando espero que mis necesidades silenciosas sean traducidas y adivinadas sin la menor insinuación por mi parte: “Si me quiere, seguro que me va a invitar al cine”; “seguro que me regala eso que me gusta, sin necesidad de que se lo diga”; “ni falta hace que le recuerde la fecha de mi cumpleaños”. Todavía más: “Si me quiere, va a entenderme, va a tenerme paciencia, va a soportar y a atender mis excentricidades”.

Marta: Sí. Tanto las invasiones culturales ideológicas como religiosas han llevado implícito el menosprecio por lo aborigen; es decir, por lo propio, por lo que forma parte de nuestra piel, lo que ya es, lo que ya está (con sus defectos y virtudes).

Quien invade -sea consciente o no de ello- llega con una actitud de prepotencia y superioridad, partiendo del supuesto o la fantasía de que lo suyo es mejor, más evolucionado, más interesante.

Eso que Levi-Strauss denomina “etnocentrismo”: nuestra cultura es la buena, correcta y única posible. Lo nuestro es lo bueno, lo correcto y única alternativa.

Sí; eso es lo que piensa siempre el invasor: la persona, país o cultura invadida, pasa a un estado de indefensión cuando la imposición viene a través de la fuerza, del engaño o de la persuasión amenazante.

Estas relaciones humanas son tiranas, manipuladoras e invasoras: “Tú no existes para mí; yo sí existo”.

Pepe: Cuando una cultura “conquista” a otra, decide la colonización como el camino a través del cual sus valores se impondrán. En el caso de las relaciones interpersonales, tanto para la etapa de la “conquista” como en el proceso de “colonización”, aparece -de manera manifiesta o sumergida- el juego de poder en el cual se trata de ver quién hace prevalecer sus propias reglas. En algunos casos, con técnicas más sutiles e inteligentes, donde la seducción (espejitos de colores), actúa como valor de imposición.

Marta: La “etapa de la conquista” en las relaciones de pareja, sin duda alguna, viene cargada en los primeros momentos de “sí querido/a”; “me parece genial”; “cómo coincidimos en nuestros gustos”. Sucede que las “mariposas de las hormonas” inician una danza multicolor (con vuelos incorporados) que están llenos de mágicas e intensas vivencias.

Conquistar equivale a pensar y sentir, exclusivamente, en términos de acuerdos (renuncio por un tiempo a mis intereses). Por cierto, la etapa de conquista resulta siempre igual: Un período de “no conocernos”, sino de “vendernos”, por lo que nos dicen y decimos qué somos.

Desde un lugar de mucha inocencia, porque siempre respondemos a los valores de nuestro inconsciente colectivo, hacemos uso de una flexibilidad extraordinaria y una tolerancia inusitada.

Pepe: Los hombres tardamos un poquito más en “despabilarnos”. Debido a este estado de “enamoramiento” es un poco más duradera la impronta de “lo que tú quieras, mi amor”. De golpe, nos sorprenden gestos que ya no condicen con la conquista… Claro, ya entramos en la poco sutil etapa de la “colonización”.

Marta: Si nos damos cuenta de este proceso, podemos intentar el proyecto futuro de la “cultura de dos”.

Por un poco que observemos, veremos que este paradigma de la conquista y la colonización, se repite, de continuo en nuestras actitudes cotidianas: Todo concepto integrador reverberará  en nuestra vida en términos de reflexión/propuesta y emoción/apuesta.

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