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Descanso del alma

La autora comparte el texto que firma Miguel Angel Robles y que salió publicado en ABC Sevilla bajo el título “Reza por mí”, que se volvió viral en la redes.
 

Por El Litoral

Martes, 02 de julio de 2019 a las 01:00

Por Leticia Oraisón de Turpín
Orientadora Familiar

No es habitual que un artículo dedicado estrictamente a la oración tenga una página entera en la sección de Opinión de un gran periódico. Esto ha ocurrido con el texto que firma Miguel Angel Robles y que sale publicado en ABC Sevilla bajo el título ‘Reza por mí’ que se volvió viral en la redes”.
“Rezar es una conversación con Dios. Es el momento de más calma del día, y, en mi caso, el de la primera hora de la mañana, poco más de las seis, y el agua de la ducha caliente cayendo despacio sobre los hombros.
Rezar es una fotografía en sepia, un regreso a la casa de tus abuelos y al tiempo de tu infancia.
Es un Padre Nuestro platicando con Dios para que te ayude en los exámenes. Es el refugio del frío, y el silencio acogedor. Rezar es tener memoria.
Rezar es lo que va antes del trabajo o después del trabajo, y lo que nunca lo suplanta.
Es lo único que puedes hacer cuando ya no puedes hacer más, y es la forma de comprometerse de quién no tiene otro medio de hacerlo, como cuando rezamos por un enfermo que se va operar y ya está todo en manos del cirujano (y de Dios).
Rezar hace milagros, ofrece consuelo al que reza y aquel por quien se reza. Rezar nunca es inútil, porque siempre conforta.
Rezar es decir rezaré por ti y también, reza por mí. Y es, por tanto, lo contrario a la vanidad.
Rezar es la aceptación de tus limitaciones. Es aprender a resignarse cuando lo que pudo ser no ha sido. Es vivir sin rencor, aprender a olvidar, aceptar la derrota con dignidad y celebrar el triunfo con humildad.
Rezar es buscar las fuerzas si no se tienen y confiar en que las cosas van a ser como deberían ser.
Rezar es optimismo, no dar nada por perdido, luchar y resistir. Rezar es fragilidad y entereza.
Rezar es desconectar y apagar el móvil. Es introspección en la sociedad del exhibicionismo. Es relajarse y calmar los nervios. Y prepararse mentalmente para lo que ha de venir. No es sólo buscar el coraje, sino también la inspiración, la idea, el enfoque, la luz, el claro en medio de la espesura.
Rezar para razonar, aunque parezca lo más irracional que haya. Es la mente funcionando como cuando juegas un partido de tenis. Es planificar y anticipar las jugadas. Es abstracción en los tiempos de lo concreto y lo material. Es pausa en un mundo excitado. Es calma cuando todo es ansiedad. Y es aburrido en la dictadura de lo divertido.
Rezar es una forma extrema de la independencia.
Rezar es un placer oculto, que se reserva para la intimidad. Un acto privado, y casi a escondidas, que, cuando se hace acompañado, necesita mucha confianza.
Rezar es una declaración de amor por la persona que tienes en tus rezos. Es derramar tu cariño sobre los que más quieres y sentir el cariño de los que rezan por ti.
Rezar es tener a otros en tus oraciones y estar en las oraciones  de los otros, que es mucho más que estar sólo en su memoria.
Rezar, y sobre todo que recen por ti, es la mayor aspiración que uno puede tener en la vida. Un privilegio inmenso. Es querer tanto a alguien como para rezar por él, y que alguien te quiera tanto como para rezar por ti.
¿Cabe mayor orgullo? ¿Existe mayor plenitud que la de saber que hay una madre, un hermano, un hijo o un amigo que quiere que Dios te proteja, y te dé salud, y te ilumine, y te ayude, y te acompañe, y esté siempre contigo?
Rezar es tener fe. Tener fe en la vida, en las personas, en tus amigos, en tus hijos, en tus padres, en Dios. Rezar es un súper poder que nos predispone al bien.
Rezar es creer y ser practicante de un mundo mejor”.

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