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/Ellitoral.com.ar/ Sociedad

Leishmaniasis visceral: una odisea y un diagnóstico tardío que dejó graves secuelas

El último caso del 2019 fue detectado en una beba de un año que inicialmente dio negativo a los análisis que buscaban confirmar esta enfermedad. Esto derivó en el desarrollo casi fatal de la infección. 

“Mi bebé era muy alegre. Estaba a punto de aprender a caminar pero después de la leishmaniasis ya no sonríe, sólo nos observa. Quedó con la mitad del cuerpo inmóvil. No me dicen si va a mejorar. Yo sólo pido que puedan encontrar una solución”. Esas fueron las sentidas palabras expresadas por la mamá de la niña, que recibió el diagnóstico de leishmaniasis visceral cuatro meses después de que comenzaran los síntomas.

La mujer solicitó reserva de su nombre como así también el de su pequeña, pero en una entrevista con El Litoral brindó una narración precisa de la odisea que tuvieron que afrontar en los últimos cinco meses. 

Una situación más que compleja que comenzó con el agravamiento de la  enfermedad, en medio de imprecisiones, y el accionar de algunos médicos que fueron claves para salvar la vida de la niña. Ahora buscan soluciones a las secuelas de la infección (inmovilización de la mitad izquierda del cuerpo).

Si bien no se trata de una enfermedad extraña para el sistema de salud provincial, dado que es el segundo caso de leishmaniasis visceral confirmado en la provincia durante el 2019, por razones que desconocen, los primeros estudios realizados en el laboratorio del Dispensario Dermatológico dieron negativo a leishmaniasis y esa sospecha no fue informada al Ministerio de Salud Pública. Esto derivó en una serie de tratamientos pocos efectivos que no llegaron a solucionar el problema de fondo. 

Como consecuencia tuvieron que afrontar mes a mes el agravamiento de una enfermedad que si no se trata a tiempo es fatal.  

Gravedad y milagro

“Mi bebé empezó con problemas en agosto. Tenía fiebre, bajo peso e inflamación en su vientre. Nos mandaron a hacer los estudios por sospechas de leishmaniasis, pero en el Dermatológico respondieron que las muestras dieron negativas. En ese entonces ella estuvo internada diez días y nos dieron el alta con diagnóstico de pancitopenia en estudio”, explicó la joven madre.

La pancitopenia ocurre cuando una persona presenta una disminución de los tres tipos de células sanguíneas, glóbulos rojos, glóbulos blancos y plaquetas, y se trata de un signo característico de leishmaniasis visceral.

Lo cierto es que la niña fue dada de alta en agosto, pero los síntomas permanecían latentes y reflotaron en el mes de octubre. “La volvieron a internar, le hicieron una segunda punción en la médula y ahí supuestamente no salió nada. Estuvimos acompañando en internación durante diez días, nos decían que solo para control y hasta que ella empiece a subir sus glóbulos y luego nos dieron el alta”, recordó.

El alta médica duró pocos meses porque la fiebre regresaba y era incontrolable. “El 18 la traigo otra vez. Le hicieron análisis de sangre, me dijeron que era algo viral que no me preocupe y la mandaron a la casa. Pero el jueves a la mañana seguía con fiebre y regresé con ella al hospital, porque en casa no le podíamos bajar la temperatura. Le pusieron dipirona y me dijeron que le dé paracetamol. Ese jueves a la noche tuvo vómitos e hizo mucha caca. Entonces el viernes la traje de urgencia, porque tenía inflamadísima la panza”, relató.

Todos los síntomas son los clásicos de leishmaniasis visceral, que de acuerdo a Salud Pública aparecen con “fiebre prolongada, aumento de tamaño del abdomen, pérdida de apetito, disminución de peso, tos seca, diarrea y vómitos”.

“El viernes 20 de diciembre me atendió una doctora que me mandó a hacer una cantidad de estudios. Estuve desde el mediodía hasta las 16 dando vueltas por todo el hospital, porque había que realizar análisis de sangre y demás. Cuando nos vio la médica de guardia, empezó a los gritos porque mi hija estaba morada. Ahí le pusieron respirador, me dijeron que la iban a mandar a terapia y le pusieron una sonda para que empiece a eliminar el líquido de la panza”, detalló.

Ese mismo día operaron a la niña de una peritonitis primaria, causada por la infección según los datos brindados a la mamá. Pero las complicaciones parecían no tener fin, ya que el sábado 21 la beba lloró durante todo la noche. “A la tarde se le empezó a inflamar la mitad del cuerpo, desde el pie hasta el ojo. Ahí me preocupé muchísimo, ellos me decían que era a causa de la infección. La controlaron y la mandaron a terapia intensiva. Luego el miércoles 25 le pusieron respirador porque de tan inflamada que tenía la panza no podía respirar”, comentó la madre que no se despegó ni un segundo de su beba, y permaneció todo ese tiempo en el Hospital Pediátrico.

“El jueves 26 de diciembre me dijeron que mi bebé estaba muy mal que no había nada más por hacer”, expresó la mamá pero inmediatamente agregó: “Ese día conocí a Karina Ramos (jefa del programa provincial de Leishmaniasis) que me brindó tranquilidad, me dijo que tenía que tener fe porque mi hija tenía leishmaniasis. Junto con la infectóloga del hospital solicitaron a los médicos que intervengan con el tratamiento para leishmaniasis y ahí comenzó a mejorar la salud”. 

Secuelas

Una vez que comenzó el tratamiento por leishmaniasis visceral la pequeña niña comenzó a mostrar mejoras en su estado de salud y avanzó favorablemente. De hecho, el 31 de diciembre le quitaron el respirador, sin embargo las consecuencias de la infección generó preocupación. “La mitad del cuerpo tenía inflamado y no lo movía. Por esa razón le hicieron una tomografía y el lunes salió los resultados de que tenía líquido en la cabeza, el martes la drenaron y a las 12 del mediodía la pasaron a la sala. Gracias a Dios esa intervención se realizó sin dificultades”, relató.

Si bien la beba tuvo una buena evolución, dado que superó la leishmaniasis, quedaron graves secuelas. Actualmente se encuentra en tratamiento kinesiológico, porque todavía no recuperó la movilidad de la mitad izquierda de su cuerpo. “También quedó con un problema en la población de la sangre según me dijeron y por eso pidieron la derivación al Hospital Garrahan donde están los especialistas”, indicó la mamá.

Las secuelas preocupan a esta familia que sólo piensa en la salud de la segunda hija, que ahora tiene un año y dos meses. 

“Me preguntaron si quería culpar a alguien, pero este no es el momento. Sé que las cosas no se hicieron como debieron, pero en este momento sólo pido que se muevan para alcanzar una solución. Todas las secuelas son porque esperaron cinco meses para darme el diagnóstico acertado y sólo pido que realicen más prevención. Que informen a la comunidad de esta enfermedad, así como tanto hablan del dengue”, solicitó.

Con el pedido de que se pueda avanzar en una mayor difusión de la enfermedad, como así también en un efectivo tratamiento para superar o hallar la mejor solución para las secuelas, esta mamá agradeció la labor de los médicos que aportaron para que su beba pueda sobrevivir.

“Ojalá se difunda sobre la enfermedad para que esto no vuelva a suceder”, concluyó.

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