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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Proteger no es confinar

Ya se cumplieron siete meses del plan de aislamiento social dispuesto por el Gobierno para enfrentar el covid-19, la situación continúa siendo muy preocupante. Nos acercamos a las 27.000 muertes en el país y del millón de infectados que contabilizan las cifras oficiales más de 200.000 se registraron en los últimos 15 días. Los testeos, útil instrumento para intentar controlar la propagación, comenzaron de manera tardía y siguen resultando claramente insuficientes. Aunque con una mayor cantidad de camas para la atención de la pandemia respecto del inicio se evitó el desborde del sistema de salud, la situación sanitaria continúa irresuelta, pues siguen faltando profesionales médicos, enfermeros y kinesiólogos intensivistas. Como hemos comentado recientemente desde estas columnas, la luz de alarma la encendió el Colegio Argentino de Terapia Intensiva (Cati), al advertir que la carencia de esos especialistas representa un “peligro nacional”.

El problema de la insuficiencia de testeos en la cantidad necesaria no es menor y nadie explica los motivos. La Argentina ocupa penosamente el puesto 121 entre 216 países con apenas algo más de 50.000 testeos por millón de habitantes, incluso por detrás de Venezuela. Carecemos de una estrategia sistemática, continua y agresiva de identificación de contagiados y de rastreo de personas que hayan estado en contacto con ellos, de modo de disponer aislamientos selectivos y eficaces para acotar la expansión del virus como se ha hecho en numerosos países. Tampoco los datos estadísticos disponibles hasta el momento componen una fotografía precisa de la situación presente. Muchas de las muertes y contagios que se están informando ocurrieron hace varias semanas, algunas incluso hace varios meses, lo cual dificulta no sólo el rastreo cuanti-cualitativo, sino también el diseño de estrategias eficaces. El agotamiento de la población tras meses de confinamiento, con una postergación sine die del encierro, en nada contribuye a sosegar los ánimos frente a la ausencia de claridad en el mensaje de las autoridades, mayormente errático, confuso o aprovechado políticamente. Muchas fuentes laborales se han perdido y se siguen perdiendo: se habla de casi cuatro millones de empleos en blanco y es imposible medir el impacto sobre la informalidad. Las dificultades económicas y el índice de pobreza no han parado de aumentar. Las estimaciones señalan que para fin de año uno de cada dos argentinos será pobre, con un golpe en el corazón de la infancia que llevará años recuperar. El desasosiego y la incertidumbre son muy profundos, al igual que una extendida desesperanza por no hallar una salida a semejante crisis sanitaria, económica y social.

“Hablar de confinamiento es una cosa y hablar de proteger a la gente es otra. No se trata de confinamiento, sino de ver cuál es la dinámica de la población”, dijo hace pocos días, durante una entrevista periodística, el doctor Valentín Fuster, director médico del Hospital Monte Sinaí de Nueva York, donde se evalúan terapias para tratar a los afectados.

Entre otros conceptos, Fuster alertó sobre la necesidad de trabajar independientemente de las ideologías. Sólo los países que tienen los tests preparados para usarlos rápidamente muestran una gran diferencia, estimó el especialista, para quien esa disponibilidad es incluso más importante que la vacuna, cuya efectividad quedará demostrada sólo dentro de muchos meses. Para que una vacuna sea eficaz desde el punto de vista de interrumpir la transmisión, explicó, se considera necesario contar con al menos el 70% de la población inoculada.

(...)Mientras el mundo contabiliza un millón de muertes por coronavirus, nuestro país superó ayer el simbólico millón de infectados confirmados, con un estimado real que supera este número seis veces, y el récord diario de contagios hace subir a nuestro país peligrosamente en el ránking mundial, donde figura séptimo. Se impone convocar a los mejores para hacer un correcto estudio de las medidas a aplicar en distintos campos para producir los ajustes necesarios. No hay lugar para miradas ideologizadas ni de corto plazo. Con la vista puesta en la protección amplia de la salud de la población, deben atenderse las necesidades sanitarias, económicas y sociales cuyos efectos se hacen sentir hoy y cuyo agravamiento, lamentablemente, muchas voces autorizadas predicen.

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