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Con autoridad

Los chicos deben comprender que la vida se maneja con códigos, los que, primero hay que conocerlos, luego entenderlos, y finalmente cumplirlos, para eventualmente modificarlos, si se los considera incorrectos, porque no se puede cambiar lo que no se conoce. 

Por Leticia Oraisón de Turpín

Orientadora Familiar

leticiaoraison@hotmail.com 

 

Para cumplir dignamente con la tarea educativa, o sea, para ser verdaderamente útiles en la formación de los niños y adolescentes, tenemos que asumir el ejercicio de la autoridad. 

Quiero decir, que no se puede educar sin autoridad y esta no es más que un servicio que debe prestarse con compromiso y responsabilidad en bien del educando. 

La educación tiene dirección descendente, viene de arriba para abajo, no es de paridad, de igualdad y sin embargo cada vez más, queremos ser par, ser amigo del hijo o el alumno, diluyendo el mensaje que tenemos que enviar. 

Se diría que como es esforzado, agotador, comprometido y a veces también criticado, nadie quiere ejercer la autoridad. 

En otros tiempos la autoridad no estaba cuestionada como ahora y entonces el padre o el maestro asumían su rol frente a los niños y daban órdenes y sancionaban sin muchas explicaciones. 

Hoy ese tipo de autoridad, muy criticada, ya no se estila, pero en cambio nos encontramos con que esos modelos no fueron reemplazados de inmediato, sino que se pasó al desconcierto y a la dificultad de ejercer el rol sin ascendiente y con total vulnerabilidad, debilitando la función por confundir no pocas veces autoridad con autoritarismo. 

Y si renunciamos a ejercer la autoridad (sin autoritarismo, que es ser arbitrario e injusto) estamos invitando al educando a no cumplir las normas o a que estas puedan ser negociadas. Este concepto equivocado y claudicante no enseña a los chicos a vivir en una sociedad de normas y no los prepara para someterse a pautas, que les guste o no, deberán vivir en la adultez. 

Sólo basta ver los desatinos de la sociedad cuando no respeta las normas, los códigos o las leyes, para entender el por qué de su necesidad. Muchos e irremediables males se derivan de este desconocimiento o irrespetuosa trasgresión. 

Hoy muchas barreras han sido volteadas y hay mayor acercamiento entre padres e hijos o de maestros y alumnos, pero esta nueva realidad no debe ser impedimento para ejercer el rol con autoridad, autoridad que se consigue con ejemplo, testimonio y solvencia, y que debe llegar a ser el respaldo, la contención y el espejo donde quieran acudir y hasta refugiarse. 

Para conseguir ser referentes, debemos saber ejercer nuestra autoridad, justa y fundamentada (aunque en el momento no se la explique), pero debe ser previsible y ajustada a las normas de convivencia, sean estas familiares, culturales, sociales o de grupo. 

Porque sin pautas, ni autoridad que las haga cumplir, estaremos llevando a nuestros hijos y alumnos a lanzarse a la vida sin una brújula que los oriente. 

Los chicos deben comprender que la vida se maneja con códigos, los que primero hay que conocerlos, luego entenderlos, y finalmente cumplirlos, para eventualmente modificarlos, si se los considera incorrectos, porque no se puede cambiar lo que no se conoce. 

Y no existirá nunca una norma, sin sanción y sin autoridad que la sostenga, para que llegue a ser respetada, vivida y finalmente aceptada por su conveniencia social.  

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