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Tras la herencia de Humboldt y Bonpland

Por Carlos Lezcano

Especial para El Litoral

Bonplandia es una publicación del Instituto de Botánica del Nordeste de la Unne-Conicet, fundada en el año 1960. Se publica de manera semestral en febrero-julio y agosto-enero: se distribuye la primera quincena de febrero y de agosto. La publicación propone al lector artículos originales sobre taxonomía, anatomía, morfología, fisiología, genética, citogenética, biotecnología aplicada y genómica funcional, etnobotánica, palinología, florística, ecología y otras áreas de la biología vegetal, referidos a todos los grupos de plantas y organismos relacionados (cianobacterias, algas, hongos y líquenes), tanto actuales como fósiles.

Su directora, Myriam Carolina Peichoto, dice en la nota editorial que el reciente número especial tuvo su origen en una propuesta del Dr. Rodrigo Cajade, quien luego del Café de las Ciencias “Humboldt & Bonpland: el resplandor del conocimiento”, plantea dar mayor difusión a las obras de estos naturalistas a partir de la revista.

 “A partir de esa idea y por medio del apoyo de aquellas personas comprometidas a promover y motivar el conocimiento de la obra y legado de Humboldt y Bonpland, nos abocamos a la planificación del número homenaje a la trayectoria de ambos. Este número consta de ocho artículos originales y cierra con un artículo invitado”, dice Peichoto.

Rodrigo Cajade, que es doctor en Ciencias Naturales, acaba de publicar un artículo acerca del legado y la revalorización de la Historia Natural, muy interesante por su mirada sobre esta disciplina en la mítica revista de la Universidad Nacional del Nordeste, Bonplandia.

—¿Qué te motivó a escribir este artículo para Bonplandia y cuál es el eje de tu artículo?

—Bueno, la motivación principal es que me considero un practicante de la Historia Natural, me dedico, como investigador del Conicet, a la ciencia básica y también, en parte, a la ciencia experimental. La motivación tiene que ver con lo que uno hace y defiende en el campo laboral, también en el campo personal y espiritual de cada uno, como por ejemplo la conexión que uno tiene con la naturaleza. Y en relación a estos dos grandes sabios, Alexander von Humboldt y Amado Bonpland, como cuenta el artículo que publicamos, nos vimos profundamente motivados por la experiencia de ellos en su tiempo, y de alguna manera resignificamos la historia de estos dos sabios en el transitar de nuestros proyectos científicos.

—Partís de esas preguntas que son fáciles de formular y difíciles de responder. “¿Qué es la historia natural? ¿Cuándo se produce ese auge en la historia de la humanidad?”. ¿Qué es y cuándo es el auge?

—La Historia Natural se define como una práctica científica de observación precisa de la naturaleza y descripción de la misma, a partir de esa observación y también con otros métodos como la comparación. Digamos que esa cualidad de describir precisamente y observar es una condición innata de la humanidad, porque es lo que siempre el hombre ha sabido hacer, desde los orígenes de la humanidad. Pero la Historia Natural propiamente dicha, como una práctica científica, tiene sus orígenes a partir de un Tratado de Historia Natural que realizó Plinio el Viejo, un general romano que se dedicó a describir la naturaleza como él la concebía en esa época. 

Estamos hablando de hace muchísimos años atrás (siglo I d. C.) y recién después, a partir del siglo XVII, siglo XVIII, con el surgimiento de este período de grandes científicos de la generación del conocimiento, el período de las Luces, la Historia Natural tendrá su auge estrechamente vinculado con la exploración de los nuevos mundos por parte de los europeos hacia Africa, las Américas, y que tanto conocimiento brindarían en beneficio de estas sociedades occidentales. Eran conocimientos que traían los naturalistas, que eran los grandes sabios que recorrieron, por ejemplo, América, como Humboldt, Bonpland, Darwin, D’Orbigny, Félix de Azara y algunos otros. Esa práctica de observación de la naturaleza, definida como la Historia Natural, y naturalista a quien la realiza, era una práctica vinculada en aquellos momentos con el saber científico, pero después de los viajes exploratorios la ciencia empezó a popularizarse y transmitirse a la sociedad, al ciudadano común. La Historia Natural se convirtió en la punta de lanza para que la ciencia sea familiar a la gente, y que esa ciencia incluso pueda ser practicada por una persona común, ajena al ámbito científico, de manera amateur, porque el método para realizarla era muy sencillo: se trata de observar y describir de forma muy precisa. Luego, en la transición de la Ilustración al Romanticismo, y a partir de entonces, la práctica de la Historia Natural se caracterizaría por ligar esa observación y esa descripción precisa con un vínculo emocional despertado por la experiencia observacional.

—La nota sugiere que hay quienes desacreditan esta práctica y ante esto tu postura es diferente.

—A partir de ese auge, después, ya en el siglo XX, lo que sucedió es que la ciencia se complejizó, se ultraespecializó, empezó a crecer el número de investigadores y también de conocimientos que se generaban, el surgimiento de muchas tecnologías, la introducción y complejización de las matemáticas hicieron que la ciencia se hiciera cada vez más compleja, ultraespecializada. El surgimiento de estas metodologías, por ejemplo, el análisis molecular, han producido que la Historia Natural pasara a un segundo plano y generó una controversia o un debate donde la Historia Natural comenzó a ser cuestionada como disciplina científica. Ese debate continua en la actualidad. Es bastante complicado pensar que la Historia Natural no es ciencia, aunque constituye la manera más básica y primordial para realizar ciencia, no por ello debe ser desacreditada como disciplina científica.

Sin la base sólida de información que brinda la Historia Natural a las ciencias experimentales y las ciencias aplicadas, difícilmente podrían llevarse a cabo con una interpretación correcta de la naturaleza.

—¿Cuál es la tarea del naturalista? Te preguntás en el texto y decís algo muy lindo ahí, que es hasta poético, que es “ver lo invisible”. Contame acerca de esta pregunta y acerca de esta respuesta.

—Esta idea de ver lo invisible es de Thomas Fleischner, un científico norteamericano defensor de la Historia Natural y de los naturalistas. Tiene que ver, justamente, con esa experiencia que uno vive al momento de la observación y de esos vínculos emocionales que se generan y conllevan a una mirada distinta de lo que se está observando. Hay una observación que trasciende a la observación racional por sí misma y que le da al naturalista una mirada conceptual, más integradora, que despierta ideas ocultas tras lo observado; esos momentos bien pueden ejemplificarse como los famosos “eureka”,  asociados a descubrimientos  fascinantes.

Lo contamos en el artículo dando ejemplos como lo que le pasó a Newton cuando cayó la manzana, o a Darwin cuando vio los pinzones de las islas Galápagos y empezó a ver las diferentes morfología de los picos de estos pinzones; o a Humboldt, desde la inmensidad del volcán Chimborazo, en Ecuador, cuando se vio impactado por la experiencia de la observación panorámica desde las alturas. Esa visión desde lo más alto, donde ningún ser humano había llegado en aquellos tiempos, condujo a Humboldt a desarrollar un concepto que vendría a ser como el concepto padre de las infografías, describiendo la naturaleza con dibujos, como las grandes láminas que vemos hoy que se publican en revistas de divulgación.

Digamos que de eso se trata, de ver lo invisible, es una visión que trasciende lo racional por estar directamente vinculada con la emoción y la sensibilidad de la experiencia, despertando la capacidad de observar algo que está oculto entre lo que racionalmente se ve.

—Preguntás en el texto qué le habría pasado a Bonpland y a Humboldt si hubiesen estado juntos en  los Tres Cerros. ¿Qué son los Tres Cerros y tu experiencia allí?

—Te decía al principio que nos vimos atravesados por la historia y la obra de estos dos sabios naturalistas, directamente en nuestro trabajo, y que el trabajo que hemos realizado en los últimos diez años consistió en explorar un sitio que era ajeno a las ciencias, sobre todo a la Zoología. Este sitio de la provincia de Corrientes se conoce como paraje Tres Cerros, ubicado en la cuenca del río Uruguay, a 27 kilómetros de La Cruz. Se trata de tres elevaciones rocosas, verdaderos cerros que están unos muy cerquita del otro y donde toda la flora y fauna que encontramos allí ha evolucionado durante cientos de miles y millones de años en aislamientos, en condiciones de sustratos rocosos y alturas, y de incidencias de la luz del sol, la humedad y otros factores ambientales completamente diferentes a lo que hay en la matriz de llanura que los rodea. Y eso ha producido el surgimiento de una flora y una fauna singular, especies que son endémicas. ¿Qué quiere decir? Que existen exclusivamente allí y en ningún otro lugar del mundo, lo que lo hace un lugar muy particular de Corrientes y de nuestro litoral argentino.

Bonpland había visitado este lugar y había descripto algunas cuestiones de su fauna, de su flora y sobre todo estaba interesado en la búsqueda de mineral de mercurio. En ese transitar de Bonpland  por los cerros, nos emocionaba, nos despertaba curiosidad y preguntas el estar allí, donde este sabio había estado explorando. Bonpland caminó por donde nosotros caminábamos, “¿se habrá parado acá? ¿miró el horizonte...?”. Esa hermosa visión panorámica que ofrece el lugar. En ese momento Bonpland estaba en Argentina y Humboldt estaba en Europa, pero mantenían una comunicación fluida a través de cartas. A pesar de que nunca más volverían a verse, serían amigos inseparables hasta la muerte. Siempre nos preguntamos qué hubiese pasado si Humboldt hubiese venido a Argentina, si Bonpland le habría comentado por carta sobre este sitio o sobre el litoral correntino. Esas curiosidades nos llevaron a desarrollar algunos proyectos comunicacionales de ciencia, de volcar toda la información que habíamos producidos sobre los Tres Cerros en un póster gigante dibujando a los cerros. 

Realizamos la reproducción de un concepto comunicacional que había inventado Humboldt, y que puede considerarse como el primer prototipo de infografía. El lo definió con una palabra alemana que se denomina Naturguemälde, que significa cuadro o pintura de la naturaleza. Aquí, en el Naturguemälde es donde él ubicaba toda la información científica recabada de una montaña, por ejemplo, el volcán Chimborazo, en un dibujo de la montaña con un montón de escalas físicas y biológicas, con mediciones de temperatura, de la humedad, del magnetismo, etc., y además, también volcaba información de la flora, la fauna y la geología. Nosotros reprodujimos ese concepto porque pensamos que si Bonpland y Humboldt hubiesen estado juntos en Argentina recorriendo los Tres Cerros, sin lugar a dudas lo hubiesen hecho. Entonces hicimos el Naturguemälde de Tres Cerros en un lienzo de 3 por 1,5 metros. Estuvimos completamente motivados por el entusiasmo que nos provocaba la obra de estos sabios, por los descubrimientos fascinantes que realizamos en Tres Cerros, y en algún punto por querer volver a juntar a los dos entrañables amigos que se habían separado y nunca más volverían a verse. Jugamos con nuestra imaginación y con el tiempo, y los unimos en una idea, con un dibujo, resignificando su concepto comunicacional, resignificando la historia.

—Contame alguna experiencia personal allí en los Tres Cerros, algo que te haya conmovido, específicamente en tu estudio.

—El estudio que desarrollamos básicamente fue de Historia Natural. Nos encontramos en un sitio inexplorado para la ciencia; entonces aplicamos todo el poderío de la Historia Natural: observar flora y fauna, geología, paleontología y demás, describiéndolas; y así fue como describimos e inventaríamos la fauna y la flora. Con algún tipo de fauna todavía estamos en proceso de catalogar, como son los invertebrados, que son muchos grupos de organismos. La experiencia vivida en diez años de trabajo fue fascinante, porque fue como jugar a ser un naturalista del siglo XVII y XVIII que llegaba a América y no conocía nada. Pero en este caso, en un territorio allanado por la sociedad, a 27 kilómetros de La Cruz y a 450 kilómetros de la ciudad de Corrientes y la Universidad Nacional del Nordeste. Haber hallado ese lugar inexplorado ahí era como un viaje en el tiempo para nosotros; entonces, desde el primer momento fue… un éxtasis total. 

Imaginate, para nosotros subir al cerro y no poder dejar de mirar, contemplar y ver cosas, y “qué es esto” y “qué es eso otro”, “cómo es aquello”; como que uno se emborrachaba, se embriagaba de descubrimientos, y eso me recuerda a un comentario que hace Humboldt en su libro de “Viajes a las regiones equinocciales del nuevo continente”, cuando, camino a Sudamérica, desembarca en unos islotes cerca de las islas Canarias; él expresa exactamente lo mismo, que no hay mayor éxtasis para el europeo viajero que el llegar a un sitio, bajar del barco a tierra y saber que es completamente desconocido; uno no puede dar cuenta de la cantidad de sensaciones que lo invaden por estar observando un montón de cosas desconocidas. Este relato de Humboldt me impactó profundamente en lo emocional porque realmente pude sentir y entender a lo que se refería en cada una de sus palabras. Haber explorado y descripto la naturaleza del paraje Tres Cerros fue como una experiencia global e integradora que nos sucedió, no solo a mí, sino a todos mis compañeros que participamos de esta investigación, de este trabajo. Después, por supuesto, hay un sinfín de anécdotas particulares en diez años que tenemos todos y compartimos.

—La revista Bonplandia está de manera digital, ¿no es cierto? ¿Se puede acceder a la versión digital?

—Se puede acceder a la versión digital y, la verdad, es un número fascinante. Hay muchísimos artículos que son súper atractivos y que reivindican el valor de Bonpland y de Humboldt. Esta edición salió en homenaje al bicentenario del nacimiento de Humboldt, que ocurrió el año pasado, y también de los 60 años de la revista, y la verdad es que nosotros estamos súper contentos con este número y en particular en nuestro artículo porque nos permite contar nuestra experiencia, no solo hablar del debate sobre el valor de la Historia Natural, sino contar nuestra experiencia, que generalmente uno la va transitando a través de publicaciones científicas de datos y de números, pero acá pudimos hacer como una especie de contar todo lo que vivimos y lo importante que fue resignificar la historia de Humboldt y Bonpland como fuerza motivacional para nosotros.

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