Prof. Catalina Méndez de Medina Lareu*
Especial para El Litoral
Los argentinos somos expertos en superar crisis, pero nunca una nos castigó tanto como la generada por la pandemia del covid-19, porque esta crisis instaló en algunos el miedo y en otros el ejercicio de una libertad irresponsable.
La dura decisión que deben adoptar los gobiernos para, dentro de ese panorama, lograr el rescate de la educación, es muy difícil.
Pero es oportuno recordar la obra de Sarmiento: en plena Guerra de la Triple Alianza -la Guerra Guazú- al año de su asunción como presidente de la Nación dispuso, entre otras acciones, la creación de más de mil escuelas de primeras letras, dotadas de equipamiento, cartillas y útiles. Sumadas las escuelas privadas, llegó a atender 110.000 alumnos, casi la tercera parte de lo que es hoy la población escolar de Corrientes.
De esa época -siglo XIX-, en plena guerra todavía, creó nuestro Colegio Nacional con asistencia regular, presencial, de más de 400 alumnos, mientras la provincia se desangraba perdiendo parte de los 18.000 argentinos que murieron en batalla y, por efectos de la epidemia de cólera, sufriendo la pérdida de nuestros valientes héroes civiles.
No puedo dejar de mencionar el caso de los bombardeos aéreos a las ciudades europeas durante la Segunda Guerra mundial. En Londres, por ejemplo, los docentes seguían dando clases, impávidos, en los refugios subterráneos sabiendo que alguno de esos ataques podía destruirlos.
La educación, aun en plena guerra, era una prioridad.
Se me criticará por apoyarme en esos ejemplos lejanos para opinar que es urgente e impostergable -en nuestra provincia, por lo menos- el regreso a las instituciones educativas y, por ende, a las clases presenciales. No es nada fácil, repito, pero seguramente las autoridades ya estarán diseñando un plan para concretar ese objetivo: restituir a la educación su centralidad y resguardar no solo el presente sino el futuro de los miles de estudiantes que sufrirían su escasa y pobre formación para enfrentar, precisamente, ese presente y ese futuro.
Algunos privilegiados, excepcionalmente, ya se salvaron del naufragio por el esfuerzo y la aplicación tecnológica de sus docentes.
Pero esta situación está muy lejos de la mayoría, que tuvo que resignar sus legítimas aspiraciones por falta de recursos.
Creo que es el momento de acudir al cumplimiento -inexplicablemente postergado- del artículo 209° de la Constitución Provincial (2007) que dispone “constituir un Consejo Escolar en cada municipio, compuesto por miembros de la comunidad educativa...” con las funciones de “proponer y participar en las políticas sociales y educativas”. Constituidos estos consejos con la mayor urgencia y la cooperación activa de todos los agentes de rango del Ministerio de Educación, se debe hacer un trabajo minucioso, de relojero, pieza por pieza, escuela por escuela, y reabrir las clases presenciales lo más pronto posible, es decir, en el mes de febrero.
La creatividad y el esfuerzo de los directores escolares y sus docentes darán las pautas para concretar ese objetivo, apelando a espacios abiertos, ámbitos cerrados con buena ventilación y luminosidad, diseñando turnos horarios, respetando escrupulosamente todos los hábitos higiénicos señalados por los especialistas en sanidad.
Y cuando se considere necesario, se recurrirá a la tecnología para intensificar los aprendizajes, con el compromiso oficial de asegurar su disponibilidad a todos los alumnos, sin excepción.
Será tarea de los ministerios de Educación y de Obras Públicas preparar los edificios escolares con los recaudos higiénicos y de habitabilidad que exige la todavía grave pandemia instalada en el país.
No estoy proponiendo medidas utópicas. Cualquier docente con experiencia, cualquier padre preocupado por la educación que reciben sus hijos, cualquier ciudadano reflexivo que ame a su país y a su provincia, cada uno y todos ellos se comprometerán en la empresa y serán partícipes del triunfo de la racionalidad. Así sea.
*La autora es exministra de Educación de Corrientes, diputada nacional m. c. (1997-2001), actual miembro de la Academia Nacional de Educación.