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Back to the future

De poder hacer lo de la película, enmendaríamos lo malo pasado por un futuro cierto y mejor con ganas de volver.

Por Adalberto Balduino

Especial para El Litoral

Es un juego de palabras que transpone todo tiempo entendido como tal, para dar título a una película de ciencia ficción y humor lanzada por Hollywood en 1985, “Volver al futuro”, con dirección de Robert Zemekis y la producción ejecutiva de Steven Spielberg, con las brillantes actuaciones de Michael Fox y Christopher Lloyd, logran una contundencia para viajar de aquí para allá, y de allá para aquí. Claro, en ese principio basado en el tiempo que con mayor velocidad que la luz se podría lograr esa ruta y hacerla asidua para corregir nuestros errores pasados y cómo construir el futuro por conocerse.

El personaje central es un joven llamado Marty McFly y su amigo el profesor Dr. Emmett Brown, que lanzados en un reformado automóvil DeLorean DMC-12, preparado para desarrollar 18 millas por hora logran sobradamente el cometido, históricamente ubicados en el año 1985, en un pueblo denominado Hill Valley, California. Cuando veo mi Argentina sin irme al cine, con el sólo testimonio de lo nada hecho, no imagino velocidad ni tiempo para sortear pasado, corregirlo porque es perentorio pero más que nada construir el futuro, porque así como estamos sólo pronunciamos expresiones de deseos que no tienen la contundencia de lo concreto para romper esta quietud desordenada, corrupta, y cambiando el argumento en cada oportunidad porque importa mucho más el comportamiento político que jamás lleva a nada. Nadie dice vamos a hacer, y lo hacemos, sino siempre lanzando frases emotivas, agraviantes, yendo siempre en contra de todo lo que contiene un orden que es lo mínimo que a un país le cabe, como la justicia por ejemplo. No pensando en uno y en el partido, sino en todos. Jamás reconociendo los errores, sino avivando esa fragua que vomita fuego y que a los topetazos pasa por arriba a todos y a todas. El Presidente tiene un tono de voz que la mesura que presuntamente aparentaba me hizo imaginar un saludable reencuentro, pero a partir de la inauguración de Sesiones Extraordinarias en el Congreso de la Nación, se troca cuando escuchamos los mismos clásicos latiguillos que gestiones anteriores como una mujer a cargo hoy Vice, y movimientos alineados que siempre utilizaron y que lejos de borrar la brecha, la profundiza. No se respeta absolutamente nada. Todo orden que provenga de la Constitución siempre es resistido. Y si hay crítica que realmente se lo merecen, es el periodismo el culpable, un clásico argentino, siempre los culpables son los otros no nosotros, pero para entonces jamás los protagonistas se miran al espejo, no comparan lo que dijeron alguna vez y que hoy urgidos por otras necesidades, cambian totalmente para otro punto cardinal. El discurso de un hombre supuestamente preparado por lo menos para escuchar a su Vicepresidente, es la imagen de alguien “que escupe para arriba”. Todo lo contrario a lo que se dijo la primera vez. Se ha hecho fuerte una frase que por ser sincera provoca pero es lo cierto, cuando se habla de corruptos con sendas causas no se tratan de “presos políticos”, sino de “políticos presos”. Lo primero tiene otro destino porque viene de otro palo el de los derechos humanos, pero lo segundo está hablando a las claras de la corrupción enraizada. Se trata del peculio del estado violado, es decir de la plata de todos quienes vivimos en este bendito país, alterado, diezmado, esquilmado.

He conocido una Patria mucho más digna, breve, claro, en cortos períodos para aquellos que amamos la paz, la libertad, el orden, la ética, el trabajo a conciencia sin discursos, sino con el hecho indiscutible de ponerle el hombro, de hacer no prometer como una permanente letanía. Dejarnos de divisiones y que cada uno deponga lo malo, para unirnos como una familia donde cada cual cumpla un rol no patriotero, sino convencidos de que somos y deberemos ser un país entero, donde nadie se saca ventaja a costilla del otro. Estudiar, trabajar, ser perseverantes en transformarnos, transparentes, donde lo más importante no son los partidos políticos sino los grupos civiles de personas íntegras que con solamente el interés común por ser mejores, obliguen a esforzarnos para que no se salgan de línea; no perder la fe ni la esperanza pero siempre con el trabajo y la gestión ética por verdadera razón y sentido común, que somos todos y no bajo un color, una consigna, una pancarta, sino el resultado de poder rever nuevamente el pasado con el Doc. Emmet y Marty Fly, y todo lo mal hecho para enmendarlo si es posible. Es decir estar preparados para que el futuro nos acompañe, pero libres de toda esta pandemia política que se envalentona contra todos los principios, y cae siempre en los mismos errores de una simple barra brava, haciendo ruidos dispares, revoleando colores y consignas que se alejan tanto del auténtico orden de patria.

Tengo por estilo, repetir a las personas que han sido ejemplos en una sociedad enferma por solucionar solamente los problemas personales, es el egoísmo personal como si fuera una vacuna que en vez de inmunizar enardece, altera los nervios y siguen con la desmesura a pesar de todos los inconvenientes que provocan en quienes aman verdaderamente, los principios básicos de ser un poco más serios, cumplir lo prometido sin discursos altisonantes, dejar los vueltos y dedicarnos al país no a sus males hechos, saludable costumbre, prodigados por la demagogia de estilo. Tal vez así “Volver al futuro”, sea reencontrarnos con las buenas cosas que supimos hacerlas a tiempo.

Esa persona que aludía, merece ser leída, recordada por sus dichos honestos y cabales: el doctor René Favaloro. “Proceder con dignidad en aras de la dignidad del hombre es el compromiso más trascendente en nuestro corto paso por este mundo”. “Todos somos culpables, pero si hubiera que repartir responsabilidades las mayores caerían sobre las clases dirigentes”. Esta aventura emprendida por nuestros inefables amigos, que nos posibilitaron recorrer pasado, presente y futuro, y hasta alinear las torpezas de los intereses desmedidos un tiempo atrás, es el resultado ficcional de la velocidad pero más que nada de la autocrítica honesta y justa.

Recorrer todos los tiempos en ciencia ficción se alimenta ese safari que podría permitirnos hacer un balance entre lo pasado y lo por venir, ya que estacionarnos en cada uno de ellos, montados en un furioso coche DeLorean DMC-12 preparado por el Dr. Memmett, a 18 millas de velocidad crucero, nos permitiría tener la capacidad de enmendar lo malo de la historia y enmendarnos nosotros mismos. “Volver al futuro” sería cosa de niños, un espejo retrovisor de lo que fuimos pero también de lo que seremos si construimos de una buena vez un presente serio con futuro cierto, ya que también podremos compartirlo dando un salto al tiempo normal. 

                                         The End.

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