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/Ellitoral.com.ar/ Especiales

“De Corrientes extraño la familia y los amigos, nada más”

Por Carlos Lezcano

Especial para El Litoral

La Argentina se formó como estado nacional a mediados del siglo XIX, con una clara consigna de apertura a todos los hombres del mundo que quisieran habitar nuestro suelo y sumarse a la construcción del nuevo país.

Ese nuevo país decidió que su forma de gobierno sería federal, republicana y abierta a la inmigración que empezó a llegar durante la segunda mitad del siglo XIX al puerto de Buenos Aires, convirtiendo al país, en pocos años, en una nación próspera, estable y sin conflictos nacionales por cuestiones raciales o religiosas.

Esta decisión estatal expuesta en la Constitución nacional no estuvo exenta de discusiones entre los prohombres de la época, entre los que destacan, por supuesto,  Alberdi y Sarmiento.

Las olas inmigratorias se prolongaron hasta mediados del siglo XX y tienen un punto de inflexión durante la dictadura de Onganía, que expulsa a intelectuales argentinos y los empuja a exiliarse en distintos países. El país ya no incluye a todos sino que empieza a desterrar a algunos ciudadanos por cuestiones ideológicas.

Desde la década de 70 en adelante las motivaciones del exilio son eminentemente políticas, pero también por cuestiones económicas, porque la Argentina dejaba de ser una tierra de promesas de futuro y se tornaba en un escenario de conflictos interminables, no exento de violencias callejeras.

En “Crónicas del retorno. Motivaciones y estrategias del colectivo argentino en España” de Hebe Schimdt, un estudio hecho para la Comunidad de Madrid, sostiene que posteriormente a la crisis económica de 1999 y debido a la situación financiera y política que afectó severamente a la economía argentina, se produjo un flujo migratorio hacia España. 

En términos macroeconómicos, el punto crítico se inició con la reducción del PIB real en 1999, siguió con la restricción a la extracción de dinero en efectivo de plazos fijos, cuentas corrientes y cajas de ahorro, denominada Corralito. En 2001, los hechos acaecidos en la Argentina fueron perfilando una situación cada vez más difícil. 

Para Schimdt, la crisis política imparable, la deslegitimación acelerada y la multiplicación de protestas callejeras fue el escenario propicio para que en diciembre de 2001 el presidente Fernando De la Rúa decretara el estado de sitio. 

Las calles del país se llenaban de protestas que apuntaban, claro, a una clase política desacreditada que se hundía en el desprestigio con un sonido de ollas golpeadas con ahínco por ciudadanos cansados de esperar mejoras que nunca llegaban.

El gobierno produjo una medida que daba cuenta de la gravedad de la situación. Los ciudadanos no podían extraer dinero libremente, lo que desnudó la crisis del sistema financiero. Corralito fue el nombre que recibió esta particular restricción de la libre disposición de dinero en efectivo, plazos fijos y cajas de ahorro.

El objetivo que se perseguía con estas restricciones era evitar la salida de dinero del sistema bancario, intentando evitar así una ola de pánico bancario y el colapso del sistema. 

En medio de fuertes represiones policiales y de fuerzas de seguridad, estos hechos terminaron con 39 muertos, entre ellos nueve menores de 18 años, que causaron la renuncia del presidente de la Rúa.

Con este telón de fondo, la década del 2000 produjo un masivo flujo migratorio: 150.000 personas entre 2000 y 2001 abandonaron la Argentina; 80.000 lo hicieron en 2002; y otras 20.000 en 2003.

Estas situaciones iban “generando un cambio de conciencia en el país que, acostumbrado a recibir inmigrantes, de pronto comenzaba a transformarse en una tierra que los expulsaba”, sostiene Schimdt.

Uno de los destinos preferidos de los argentinos fue España a partir de 2002. “Además de estos factores, la migración argentina hacia España conserva un fuerte componente transgeneracional. De esta forma, el migrante transgeneracional retorna al país de sus padres o abuelos porque tiene la ventaja comparativa de detentar un capital social para insertarse y un capital humano para obtener la nacionalidad”. 

“Al 1 de enero de 2013, hay 120.168 argentinos que han recibido la nacionalidad española, mientras otros 49.033 argentinos cuentan con nacionalidad italiana, lo cual también les permite asentarse en España como ciudadanos comunitarios. En el año 2010 había 971.698 argentinos viviendo en el exterior. Su distribución, según los principales destinos escogidos por la emigración, fueron: España (30,02 %), los Estados Unidos de América (23,25 %), Chile (8,49 %), Paraguay (6,08 %) e Israel (4,97 %)” dice el trabajo para la Comunidad de Madrid.

Este es el contexto de la decisión de Andrés Billordo de irse a España con su familia. En la entrevista nos cuenta los pormenores de su ingreso a Málaga y su presente.

—¿Dónde vivís en este momento?

—En Arroyo de la Miel, una ciudad de unos 67.000 habitantes, que queda a 18 kilómetros de Málaga, en la costa.

—¿Cómo es ese pueblo?

—Un hermoso pueblo de la costa del Mediterráneo, muy turístico, todas casas blancas, típicas de la zona del Mediterráneo, casas en la ladera de una montaña que va bajando hacia la costa, así que todos tenemos vista al mar. 

—¿Cuándo llegaste allí?

—En el 2004.

—¿Y por qué te fuiste?

—Siempre quise irme, principalmente a Estados Unidos, esa era la idea de joven; por distintos motivos se fue posponiendo hasta que llegó el 2001, con el tema del Corralito uno vivía pendiente de la política, de la economía del país. Mi idea no fue esa a los 18 años porque todavía no había Corralito, no había nada de eso, pero ya el corralito fue lo que me impulsó a decir basta, es ahora o nunca me dije entonces. Porque una cosa es irse con 18 o 20 años cuando uno es soltero y otra cosa es a los 40 años con 3 hijos; tener que levantar todo era difícil. Era la última oportunidad, si no me iba a ahí ya no me iba nunca; y salió de la posibilidad de viajar, además era una facilidad por el idioma, era mucho mejor, para que se adapten los chicos más rápido, y fue una muy buena elección.

—Y cuando llegaste ¿qué paso? ¿Cómo fue? ¿ Cuál fue tu trabajo? 

—Cuando llegué vine a estar con un primo que tenía un negocio aquí en España y con esa ayuda me pude asentar. En realidad, vine a poner un negocio, para eso hice una carpeta con una propuesta que traje a España. Fui paso a paso: abrí una cuenta bancaria, todo legal, porque no podés largarte a este país donde no tenés ciudadanía, donde no tenés previsto o nada así nomás, no podés venir de ilegal. Yo quería hacer todo bien; entonces preparé todo y lo puse en una carpeta para poner un negocio legal en España. No sabía en ese momento que a los dos años y un día de estar legal en España ya me daban la ciudadanía española, y también había empezado a hacer trámites y a buscar algunas de las ciudadanías en otros países de Europa que podrían darme esa condición legal además de la española, la francesa o la italiana. Entonces, empecé a buscar la historia de mis abuelos y de mis bisabuelos. Conseguí la francesa y la italiana, pero Francia no da ciudadanía más que a los hijos, solo transfiere la ciudadanía a los hijos de nativos; en cambio Italia da a los nietos y a los bisnietos también, entonces empecé esos trámites y como vi que eran muy largos, porque había errores en la documentación, más plazos largos que daba el Consulado para la cita, eso se iba a alargar, por eso armé esa carpeta para poner un negocio aquí, en España. La ciudadanía italiana salió a fines del año pasado recién, veinte años después de que yo iniciara los trámites; o sea que ya no me hubiese podido venir a España. Bueno, a los dos años y un día de estar acá conseguí la ciudadanía española; toda mi familia tiene la ciudadanía española. 

—¿Cuál es tu trabajo hoy?

—Puse una empresa que arma sillas, escaleras, plataformas para discapacitados, elevadores, ascensores, todo lo que tenga que ver con elevación, pero principalmente para discapacitados. Vendo en España y  también exporto a toda Latinoamérica. 

—Es decir, tenés un mercado muy amplio ahora con las nuevas formas de venta.

—Sí, es muy muy amplio.

—O sea que para vos fue muy bueno irte...

—Sí, por supuesto. Vivir en España es una tranquilidad. Acá salgo a caminar a las 12 de la noche solo y no estoy mirando atrás. La economía es muy estable, dependemos de lo que haga Europa; digamos que Europa nos controla porque si no España sería como Argentina. Pero gracias a Europa, todo es y está estable, los alquileres prácticamente no suben; en los 17 años que llevo en este sitio, pago el mismo alquiler que cuando llegué.

—Otro mundo. Muy distinto al nuestro en Argentina.

—Sí, totalmente. Además, estoy en la costa del Mediterráneo, hay mucha gente, muchos turistas nórdicos, todos viajan mucho y nosotros también. Es algo que podemos hacer en estos años que hemos ido a Inglaterra, a Irlanda, a Italia cuatro veces, Francia dos veces, o a Austria, te podés mover tranquilamente porque los precios de los vuelos son muy económicos. 

—¿Qué creés que ganaron tus hijos allí?

—Principalmente ellos son los que salen ganando con todo esto y esa era la idea. Al estar casados, con hijos, tener que levantar todo y venir era más difícil pero la idea era darle un futuro a ellos y ellos han ganado la posibilidad de trabajar en cualquier país de Europa, pero también poder irse con las puertas abiertas o bastantes abiertas a Estados Unidos, a Australia. El mayor es ingeniero informático y acá hacen falta ingenieros informáticos, se pelean por los informáticos, así que imagínate la situación económica en la que está él, está contentísimo. Le sigue Florencia que es psicóloga y también está trabajando muy bien y, luego, el más chico que es gamer profesional, así que también está muy bien. 

—¿Ellos se formaron allá?

—Sí, porque todos vinieron muy chicos, eran muy chiquitos y cuando nos fuimos de Argentina (porque los fui llevando de a uno). Y fueron viendo lo que era la vida allá y le pregunté si volverían a Argentina y me dijeron que no, ninguno de los tres quiere volver, van solo de paseo. La vida que ellos tienen acá es totalmente distinta a la allá, tienen una libertad total, ellos viajan, se van a cualquier país de Europa cuando quieren, en el momento que quieren toman un avión se van y vuelven, aunque sea por un fin de semana; o un puente festivo y se van a pasear, cosa que estando allá imposible. 

—¿Se formaron en escuelas o universidades públicas o privadas?

—Públicas, totalmente públicas.

—¿Cerca del lugar donde viven?

—Sí. La escuela está en la misma ciudad donde vivimos y la universidad en Málaga, a 18 kilómetros.

—¿Y qué creés que ganaste vos? ¿Cuál es tu sensación? ¿Cuál es tu situación hoy? ¿Por qué estás contento de estar ahí?

—La tranquilidad de no estar mirando para atrás, de saber que dejo mi casa abierta, con las ventanas abiertas, sin trancar las puertas, jamás he puesto la llave en la puerta para trancarla y nadie me ha robado nada. El auto a veces me olvido con las ventanillas bajas y con cosas adentro y nadie toca nada. Gané la tranquilidad económica de saber que mañana voy a estar un poco mejor. El futuro de los chicos también está asegurado y creo que eso es lo más importante: su futuro, están bien y pueden, en el futuro, si lo desean, elegir cualquier país para poder ir a vivir o quedarse acá, que les asegura trabajar y ganar dinero, trabajando muy bien. 

—¿Y qué te pasó al comienzo de estar lejos, de extrañar, te pasó eso o inmediatamente te adaptaste? 

—Cuesta irse y cuesta estar viviendo. Estar en España es estar bien, es un país muy lindo, estoy en la costa, en el mar, pero se extraña la familia y a los amigos, se extraña mucho. La forma de vida es muy distinta también. No es igual vivir acá, los horarios son distintos, los movimientos son distintos. Acá cada uno tiene que tener su auto, no podés no tener auto, es imposible, así que cada uno tiene su auto para poder moverse.

—¿Y qué extrañas o qué te pasa con Corrientes hoy?

—Extraño la familia y los amigos, nada más.

—¿Venís a Argentina o ellos van?

—Sí, ellos vienen y nosotros vamos. Ahora ya hace dos años que no podemos ir por culpa del virus, si no ya hubiésemos ido. 

—¿Te costó en algún momento decir hasta aquí llega la nostalgia y sigo? ¿Y cuándo fue ese momento? 

—No, no es hasta aquí la nostalgia, la nostalgia la tenés desde el primer día que llegás y la seguís teniendo siempre, pero por la familia y por los amigos. Lo del país se va enfriando lentamente y al ver cómo está Argentina en este momento decís ¡qué suerte que me vine! Porque acá vivís tranquilo, no tenés que estar pendiente de lo que dice hoy el presidente o el ministro de Economía, nada de eso importa acá. No estás pendiente de las noticias como yo estaba pendiente de las noticias allá. Fíjate que me salvé del Corralito por estar 24 horas pendiente de las noticias económicas y gracias a eso no me agarró el Corralito.

—¿Cómo pasaste este año de pandemia? ¿Cómo fue para vos y tu familia?

—Bueno, sin problemas prácticamente. Porque los chicos ya habían terminado la facultad, entonces al no tener clases no había problema. Cada uno trabajaba desde su casa y yo con mi negocio no tuve ninguna restricción, porque al ser para discapacitados me podía desplazar por toda España sin restricción. Es una cosa necesaria, yo no puedo estar bloqueado sin atender a los clientes.

—Tu negocio por lo visto tiene un amplio mercado y además otro potencial. ¿Podés seguir creciendo en tu negocio?

—Sí, sigo creciendo. Cada vez tengo más empresas asociadas en Latinoamérica, incluso aquí. Yo nunca pensé que iba poder vender a Portugal, que está al lado. Los equipos que vendo son ingleses, austríacos, italianos y algunos españoles, muy pocos; pero nunca pensé que iba a vender a Portugal y cada vez se están abriendo más mercados para poder vender, incluso a Estados Unidos, que a través de Puerto Rico puedo entrar a Estados Unidos a vender. Estoy vendiendo a Puerto Rico también.

—Esta escala de negocio ni siquiera es posible pensar en Argentina. 

—Imposible, es imposible desde Argentina; tanto es así que los distribuidores de Argentina tienen serios problemas para comprarme las sillas o las plataformas, porque cada vez se cierra más el mercado para que ellos puedan importar, cada vez tienen más trabas. La última venta fue en febrero que se enviaron quince sillas a Argentina y habían empezado los trámites en noviembre y esto es una cosa que hay que comprarla rápido, porque el cliente necesita rápido.

Se fabrican a pedido y para cada escalera hay que fabricar exactamente lo que hay que instalar. No se puede instalar cualquier cosa; entonces, cuando una empresa argentina tiene la necesidad de una silla, por ejemplo, no puede decirle al cliente “mirá, tenemos cuatro meses de trámites burocráticos y luego un mes de fabricación y luego un mes de trasporte”, se hace inviable la venta y cada vez hay más trabas por parte del Gobierno.

—¿Tenés pensado venir en los próximos meses a Argentina?

—Sí, siempre que el virus lo permita, porque yo en este momento no me subiría a un avión, no me subo. Ahora tengo viajes a las distintas fábricas en Inglaterra, Austria, Italia, tengo que ir  a visitar esos lugares porque forma parte de mi trabajo. Todos los años tengo que ir a ver las novedades que hay y no puedo ir porque yo no me quiero subir a un avión, pensando que puedo infectarme, aunque ya estoy vacunado, pero lo mismo te podés contagiar aunque estés vacunado. Entonces, mientras esté el tema del virus yo no voy a subir a un avión.

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