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Barbeta

Hecho y derecho. De una u otra forma, Homero estaba consustanciado del rol ciudadano. Inspirado poeta. Militante consciente. Amigo cabal. De cualquier manera, hombre íntegro.

Domingo, 25 de julio de 2021 a las 01:02

Por Adalberto Balduino
Especial para El Litoral

Solo 43 años vividos. Pero en tan breve tiempo, fue un político íntegro, admirador de Yrigoyen, fundador y militante de Forja (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina), profesor de Literatura, guionista de películas, dos veces presidente de Sadaic, después de su fundador, Francisco Canaro, pero más que nada uno de los más importantes poetas de tango. Cuyo verdadero nombre era Homero Nicolás Manzione Prestera, más conocido por Homero Manzi, o más bien como cariñosamente lo llamaba su amigo Aníbal Troilo: Barbeta, por su clásica barba candado. Manzi, nació en Añatuya, Santiago del Estero, pero sus padres lo llevaron junto a sus hermanos, al barrio de Boedo pegado a Pompeya, cuando apenas tenía 7 años de edad, en el paisaje justo que marca y reverbera el Sur, repetido una y otra vez, en toda su obra. Tuvo amigos cabales, de constancia y aguante: Cátulo Castillo que lo embarcó en Literatura, y su compañero de lucha, Arturo Jaretche. Pasó por la Facultad de Derecho con Juaretche, pero a él, opositor acérrimo de Uriburu, quien desalojó a Yrigoyen rompiendo la normal vía democrática en la Revolución  del 30´, lo expulsaron en las refriegas del tratamiento de la Reforma Universitaria, en su condición de activista de Forja y ser abiertamente anti-uriburista. El llano, la desazón, de no tener una salida posible ya que también lo echaron de sus cátedras como Profesor de Literatura en los Colegios nacionales “Mariano Moreno” y “Domingo Faustino Sarmiento”, hizo que se volcara a lo que lo venía haciendo desde muy joven, no tan frecuentemente pero con notable éxito: escribir los mejores tangos que nuestra música cantó. Era muy difícil llegar a Carlos Gardel, para poner a su juicio dos tangos que se tornarían símbolos de Manzi: “Milonga sentimental” y “Milonga del 900” cuyos versos le pertenecían, siendo la música de Sebastián Piana. De última fue Razzano después de infructuosas llegadas al “Zorzal”, quien le dijo Carlos te los va a grabar, y así se cumplió catapultándolo a Homero. “Barbeta”, en su breve pero proficua carrera autoral, también le dedicó su obra a la música afro con títulos como “Papá Baltazar”, “Negra María”  y “Pena mulata”. A los 27 años en 1934, Homero y Sebastián ganan un concurso para la obra teatral “La canción de Buenos Aires” con un clásico, “El pescante”. Ávido de sueños, luego de una gira por Latinoamérica por los países junto al Pacífico, con la orquesta de Pedro Maffia, funda en Buenos Aires en 1936 una revista del ámbito radial: “Micrófono,” pasando luego al staff de “Radiolandia”.

Su producción es infernal por la cantidad y la profundidad de su estilo relevante de memorar lo ido, trayendo metáforas con una filosofía singular, que denota su talento sin dejar de apelar al pincel costumbrista, a la facilidad de su expresión y al sentimiento de cada trazo. Cualquiera de sus tangos son bellas muestras de un pensamiento prolífico, donde el amor en toda su extensión vive y desanda el mundo. En “Ninguna” exalta la capacidad la extensión de una profunda valoración: “Esta puerta se abrió para tu paso / Este piano tembló con tu canción / Esta mesa, este espejo y estos cuadros / guardan ecos del eco de tu voz / Es tan triste vivir entre recuerdos / cansa tanto escuchar ese rumor / de la lluvia sutil que llora el tiempo / sobre aquello que quiso el corazón / No habrá ninguna igual, no habrá ninguna / ninguna con tu piel ni con tu voz / Tu piel, magnolia que mojó la luna / tu voz. Murmullo que entibió el amor / No habrá ninguna igual, todas murieron / en el momento que dijiste adiós.” / Pero la cosecha no concluye allí, sino una lluvia de títulos conforman su obra: “El último organito, “”Fuimos”, “Sur”, “Barrio de tango”, “Desde el alma”, “Che bandoneón”, “Fruta amarga”, “Mañana zarpa un barco”, “Manoblanca”, “Discepolín”, ”Esquinas porteñas”, “Mi mesa de café”, “Malena”, y muchísimos temas más. Cuenta la historia que Malena no era otra que Nelly Omar, quien por amistad con el Dr. Mattera, él coordinaba las visitas al sanatorio donde se encontraba internado Homero, en horas de la madrugada para que nadie se percate de la escondida presencia de ella. Hasta su propia despedida, la escribió Manzi: “Puedo cerrar los ojos / lejos de las pequeñas sonrisas que conozco. / Escuchando estos ruidos recién llegados. / Viendo estas caras nuevas.”/Más adelante dice: “Estoy lleno de voces y de colores / que juraron acompañarme hasta la muerte / como amantes resignadas / al breve paso de mi eternidad” / Hasta allí llegó su generosa inspiración, emocionándonos, despidiéndose en el adiós impostergable y trascendente. Homero Manzi fue un gran tipo, que supo escribir hasta guiones cinematográficos para películas dada su capacidad de relato, como: “Pampa salvaje”, “El último payador”, “Donde mueren las palabras”, “Pampa bárbara”, “La guerra gaucha”, “Su mejor alumno”, “Nobleza gaucha”, y tantas otras que enorgullecen al arte de contar historias a través del séptimo arte. Hablando de lo popular dijo: “Alguna vez, alguien que sea dueño de fuerzas geniales, tendrá que realizar el ensayo de la influencia de lo popular en el destino de nuestra América, para recién entonces, poder tener nosotros la noción admirativa de lo que somos.” / En este momento de nuestra historia encaja perfectamente sus versos de “Fuimos”: “Fuimos la esperanza que no llega, / que no alcanza, / que no puede vislumbrar la tarde mansa. / Fuimos el viajero que no implora, / que no reza, que no llora, / que se echó a morir.” / Su alma radical fue verdadera, transparente, al respecto afirmó: “Quienes nos tildan de opositores se equivocan. Quienes nos tildan de oficialistas también. No somos ni oficialistas ni opositores. Somos radicales revolucionarios.” Según el historiador Luis C. Alen Lascano, ese texto fue publicado por “Línea” el 29 de abril de 1948. Si hay algo que lo rescata como hombre público, es su franca militancia política en el sincero afecto para con Hipólito Yrigoyen. Alguna vez contó, que siendo pequeño yendo con su madre, vio pasar a Yrigoyen, y contó:  “…mis ojos de niño de 8 años lo vieron, de pie sobre su coche, emergiendo del horizonte, avanzar por sobre las cabezas del pueblo y escuchar el griterío, enronquecido de amor sin un gesto como si esas voces hubieran resonado eternamente en su soledad para perderse de mí, dejándome en la retina, impresos con trazos indelebles, su aparición, su gesto y su figura. Mi candidez de niño lo vio tan grande como nunca más logró verlo mi inteligencia de hombre.” 
Uno de los investigadores de la obra Homero Manzi, es el Dr. Raúl A. March, en su libro “Homero Manzi filosofando su poesía”, y me parece formidable expresar sus palabras que concilia todo lo hecho por el Barbeta en su vida cotidiana, en la amistad sin límites, en el actuar ciudadano, en la capacidad notable como autor, guionista, periodista: “Si la alegría embarga a los espíritus comulgando el canto, cuidarán a ese pueblo a mejorar el sentido social y telúrico de su raíz. Y cuando la comunidad defiende su cultura con su conciencia, podrá crecer la adultez de sus existencia.” Cuando desaparecen hitos populares que comulgan todas las virtudes de ser esperanzados pilotos aferrados a bondades que fortalecen la fe de un pueblo, uno lamenta tanto derroche de grandeza y bondad cuando ya dejó de ser. Por eso que mejor decirlo con la propia voz de Homero “Barbeta” Manzi: “Saludarán su ausencia las novias encerradas / abriendo las persianas detrás de su canción / y el último organito se perderá en la nada / y el alma del suburbio se quedará sin voz.”/ Su voz aún late con todo su ardor, vibrando, cantando sus mejores letras a la vida poblada de amistad, solidaridad y afecto.

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