Por Carlos Lezcano
Especial para El Litoral
En el último capítulo de su libro “Hotel nómada”, Cess Nooteboom establece un paralelismo entre él, un viajero incansable que encontró en la vida andariega su casa trashumante y Tim Robinson, un matemático y pintor que permaneció siempre en el mismo lugar: Inishmore, la mayor de las islas de Aran, frente a las costa irlandesa, donde escribió “Stones of Aran”, una minuciosa y fascinante descripción de ese lugar de piedra, alejado del mundo.
A diferencia de Nooteboom para quien la vida era el camino, Robinson pasó años en el mismo sitio estudiando el gaélico para poder conversar con la gente del lugar mientras leía a su esposa las obras completas de otro ermitaño llamado Proust, primero en inglés y luego en francés.
Ella por su parte estudió latín para leer a Virgilio y luego se interesó en el italiano para leer a Dante. En simultáneo su esposo durante años llevó adelante la increíble empresa de describir metro por metro la isla casi sin vegetación donde plantó su casa.
Claudio Moglia en la entrevista que presentamos nos cuenta los caminos de su vida viajera, la diversidad de oficios en los que trabajó que sin embargo tienen un centro siempre presente y visible: su amor por la música.
—¿En qué lugar estás viviendo?
—Vivo en Los Ángeles, Estados Unidos. Estoy en una ciudad dentro de Los Ángeles que se llama Burbank, donde están las grandes compañías relacionadas a la música, los grandes estudios de grabación, de diseño, estudios de mezclas de discos, de películas, de salas de ensayo. Es una zona particular donde hay muchas empresas metidas en este lugar que tiene como característica un presupuesto propio. Porque te imaginás que estas compañías como Disney, Warner Bros., Nickelodeon, Cartoon Network aportan muchos impuestos que van a parar a la ciudad y en la ciudad tiene un sistema de educación, de salud, de policía, de bomberos muy bueno. es decir todo un sistema propio. Es una ciudad muy particular dentro de Los Ángeles.
—¿Y qué hacés ahí?
—Vine a quedarme el año 2017. Venía muy seguido porque tenía muchos amigos y es un lugar que conocía muy bien, al que venía todo el tiempo cuando vivía en México o en Argentina. Siempre pensé que tenía que estar instalado acá, que en algún momento de la vida debía estar acá y trabajar en cualquier rango de la música.
Si bien soy músico y toco la guitarra, no es lo único que puedo hacer dentro de la música. Y así fue como inicié un trámite que no fue muy largo pero sí fue muy difícil conseguir: la residencia de Estados Unidos. Lo hice desde Argentina, por eso fue más difícil todavía, pero me animé y me largué con la idea de que “me voy a dedicar a progresar y a establecer haciendo todas las cosas que sé hacer dentro de la música”, ya sea tocar, ocuparme de la parte técnica, de trabajos en estudios, de montaje, diseño y también de audio e iluminación, video; de todo lo que pueda desarrollar.
—Hubo un gran cambio en la industria. Es decir, la palabra disco la seguimos usando pero es casi una metáfora, ¿no es cierto?
—Sí, pero sabés que acá en Estados Unidos la música country es muy fuerte y ya que me decís eso, hay un artista, un súper top en el ambiente discográfico, de shows y de compositores de la música country; un tipo que canta bastante bien, que compone súper bien, bastante joven, de campo. Y como no tuvo plata para hacer nada, la verdad no tenía plata para hacer nada, grabó un tema que se llamó “Hurricane” (huracán) y subió al sistema de Apple, una sola canción. Esa canción, por algún motivo que nadie sabe, se convirtió en número uno de las radios que pasan música country; es decir, en las radios más fuertes de acá y de pronto dijeron “¿y quién es este que no tiene disco?”.
El tipo se convirtió en un número uno sin tener disco y a partir de lo que ganó con eso, no sólo se ganó los Grammy, se ganó todos los premios, pero encima tuvo plata para hacer más discos. O sea que le permitió seguir grabando. Hoy es uno de los artistas más fuertes que hay dentro de la música country, aparte canta y compone para otros. Pero todo comenzó subiendo una canción. La industria cambió completamente, me superó en todo lo que yo tenía conocimiento, en la forma de distribuir y comercializar los productos.
—Claro, la forma de distribución y de producción es otra.
—Es absolutamente otra, porque cualquier persona puede convertirse en compositor de música. Es muy fácil bajar cualquier aplicación, sistemas de grabación, secuencias, música gratis o lo que sea de internet y lo mezclas, lo subís, lo armás como quieras. La forma de mover la música cambió completamente. No estoy juzgando si es para bien o para mal, pero me refiero a que el acceso es posible. Te compras una computadora Mac y ya tenés un par de programas ahí adentro que te permite hacer música y hay gente que graba discos enteros así. Es más, yo he compuesto los temas que hice para el disco de León en esa cosa. Entonces, con un iPad, con un teléfono, tenés un montón de material para poder moverte.
El acceso a toda la información de la tecnología para componer música ya lo puede lograr cualquier persona, no solamente un músico o un técnico. Imaginate un músico que se forma y además, cuenta con esa cantidad de recursos, puede hacer cualquier cosa.
—Cuándo te fuiste por primera vez de Corrientes, adónde fue y por qué.
—Me fui bastante chico y me fui junto con Willy “El Perro” Suchar a Buenos Aires y nos instalamos allí. Coincidimos en realidad con la idea de ir a Buenos Aires. En ese momento estaba tocando con Clan en Corrientes, una banda impresionante que me dio mucho, fue espectacular pero sabía que tenía que estar en Buenos Aires y que tenía que tocar y hacer la carrera allá. Todo estaba pasando en Buenos Aires entonces y después de las Malvinas todo fue un boom del rock nacional y estaba enloquecido con eso.
A todos los grupos que iban a Corrientes lo seguía, los ayudaba a armar los equipos y así conocí a los plomos, a los técnicos, a todo tipo de gente, me moví muchísimo en ese momento de la vida de en Corrientes. Todos los grupos iban, era impresionante y coincidió con que “El Perro” Suchar se iba a Buenos Aires también a hacer una carrera igual que yo y entonces yo me prendí con él y fuimos. Vos me preguntas qué año y yo no me acuerdo bien, pero yo intuyo que habrá sido 84, como mucho 85, algo así. No me acuerdo.
—¿Y entonces, te instalás y qué haces?
—Me instalo con “El Perro” y lo primero que digo es, bueno: “¿qué sé hacer? Sé manejarme con los equipos. Voy a empezar a trabajar de plomo y así me conecto con la gente” pensé. Entonces, me fui a los shows donde estaban los plomos que había conocido en Corrientes. Que trabajaban con Fito, con Baglietto, Almendra en aquel momento, con León. Así que, me fui arrimando en los pubs, (en esa época se tocaba en esos lugares) y me fui contactando con los plomos.
Empecé a trabajar con muchísimas bandas, algunas muy chicas, con “Lalo” De los Santos, con Nebbia o con bandas de muy bajo presupuesto, en pubs hasta que un día, alguien le dijo a alguien y ese alguien estaba buscando a alguien para ser el técnico de guitarra de Baglietto. Necesitaban a una persona que se encargue de la guitarra de Juan Baglietto, que era un ídolo total. Así que, me dice “mira tenés que ir a ver a “Rocky” a tal lugar, ese lugar era el depósito de Héctor Starc (que sigue siendo un depósito de equipos de iluminación).
—Otro importantísimo. Un groso, Héctor Starc.
—Sí. Él tenía una sala de ensayo donde ensayaba Juan Baglietto, que además guardaba ahí su equipo de iluminación y los instrumentos. Me citan ahí, me dicen “tenés que ir a ver a Rocky”, era un plomo legendario. Rocky me ve y me dice “mira, me hablaron bien de vos, necesito alguien que se encargue de atender la guitarra de Juan y la guitarra de Roberty. Si estás libre, venite”. Yo volaba y dije “bueno” y arranqué. Y ahí cambió completamente la cosa, porque estaba trabajando de plomo y empecé a trabajar con Baglietto, que en ese momento estaba al re palo y hacíamos giras, shows… y me hice muy amigo de Rogati, que era el guitarrista de Baglietto en ese momento que me invita a armar una banda que se llamó “Rock rol”, que la tuvimos hasta el momento que me fui de Argentina. Y con Rogati hicimos una amistad de toda la vida.
Baglietto me enseñó a hacer todo. Yo venía con la formación del colegio la Industrial (que había abandonado), pero no tenía muñones en la mano, sabía manejar pinzas y cosas que te enseñan en la Industrial. Y por algún motivo, que no me preguntes cuál, no tengo explicación para eso, siempre fui muy hábil en las clases de inglés de la Escuela. En lo demás, todo un desastre o por lo menos no me interesaba. Pero por algún motivo me parecieron fácil siempre las clases de inglés, no sé por qué sucedió.
Baglietto me enseñó a usar las herramientas, a usar los equipos y cómo hacer para armar las cosas. Nos hicimos muy amigos, hasta el día de hoy lo somos, nos intercambiamos cosas, nos regalamos instrumentos. Él me regaló su guitarra con la que he escuchado tantos éxitos. Cuando empecé a trabajar con Baglietto, le sale una gira para tocar en el festival de Varadero, Cuba en el año, supongo en ’87.
El festival de Varadero en los ’80 en Cuba era espectacular, estaba todo al palo, el sistema cubano tenía muchos recursos y demás, y era un festival donde iba a gente de todo el mundo como Fito que fue ese año.
Allí me ve trabajar Tania Libertad, una artista internacional muy grande, que vivía en México y me ofrece trabajo ahí mismo, y fui a trabajar con ella. No tenía nada que perder y tenía todo para ganar. Fui a verlo a Juan que estaba comiendo un omelette en el bar del hotel y le dije “Juan, me llamó Tania”… Tania es una especie de Mercedes Sosa en México, una artista grande.
—¿Cuántos años trabajaste con Tania Libertad?
—Trabajé quince años con ella y grabé un montón de discos.
—Después de Tania Libertad ¿qué?
—El trabajo con Tania fue un proceso que me dio la posibilidad de que me conociera un montón de gente. Después trabajé con Armando Manzanero mientras estuve en México. Luego de ese tiempo, hago un paso por Venezuela, por cuestiones personales. Me engancho con una banda de salsa y merengue muy famosa aunque en ese momento era una Venezuela distinta a la de hoy, era una plaza obligatoria en las giras de Latinoamérica.
Después toqué con una banda llamada “Tártara” muy famosa en ese momento con la que estuve un año y piquito y me volvió a llamar Baglietto para hacer una producción.
Baglietto me pide que vaya dos meses a Buenos Aires a ayudarlo en una producción en la cancha de Vélez para la inauguración del Campeonato Mundial Juvenil. Digo si, voy a Buenos Aires, hago ese trabajo con Juan y Rogati estaba tocando en esa época ya estaba tocando con León Gieco. Cuando llego a Buenos Aires, Rogati me dice: “Mirá, León está grabando un disco que se llama ‘Bandidos Rurales’ y necesitamos un violero más” y me quedé. Me dijo: “Vení, vamos a verlo a León”. Fui, nos encontramos con León en donde se ensayaba. “¿Qué hacés Mono, cómo estás?... y bueno, mirá ¿qué vas a hacer, te quedás acá o te volvés?”; “no, me quedo acá” dije, “bueno venite tocar con nosotros”. Y así fue como me quedé con León.
—¿En qué año, 2001?
—Sí, 2001 y me quedé quince años con él.
—Y después de trabajar con León, ¿te vas?
—Después de eso ya tenía muy asimilado que tenía que venir a Estados Unidos a empezar. Sobre todo porque tengo un hijo de 11 años y quería que mi hijo tuviera la oportunidad de estar acá.
Como venía muy seguido y conocía gente dije “bueno, vamos a jugárnosla”. En 2016 empecé un trámite, bastante marciano y difícil, entrar no era fácil y además había ganado Trump y parecía que venía la noche… Pero tuve el buen tino de seguir adelante con los papeles. Los presenté y tuve la suerte de que en un momento llegó una carta a Buenos Aires, un documento donde decía: “Hemos decidido darle la residencia” y así arrancamos.
—¿Qué es Corrientes para vos a esta altura de tu vida? ¿Qué significa? ¿Qué recuerdos tenés?
—Corrientes es el absoluto conecte con mi realidad. No encuentro otro lugar, y no sé si podía haberlo dicho antes en la efervescencia de todo. Pero disfruto muchísimo Corrientes, lo disfruto casi como en ningún lugar. Disfruto mucho estar acá en los Ángeles, me encanta, me apasiona este lugar, me parece alucinante y lo disfruto mucho desde hace muchos años; pero Corrientes para mi es el lugar. Siempre le digo a mi hermano Leo que están a salvo en ese lugar. En Corrientes todo el mundo puede estar a salvo y puede soportar lo que sea.
Cada vez que voy, y he podido ir últimamente, camino por la Costanera, me quedo mirando el río y no lo comparo con nada. No hay nada que me produzca más placer que eso o estar en el patio de Leo tomando mate y haciendo cosas con él. Me pregunta Leo: “¿Dónde estuviste hoy?”; “Yo pasé por Iñiguez, después pase por Casa Tía”. Para mí todo sigue siendo eso.
Me parece increíble, tengo amigos espectaculares, me produce mucha nostalgia el hecho del negocio (Moglia), porque cada vez que entro al negocio me conecta con mi viejo. Eso siempre ha sido fuerte durante el regreso. Tengo mi hermano “Ale” también, con otra familia más grande y la verdad que Corrientes tiene ahora un valor fundamental. Si me preguntas ahora si yo tengo ganas de volver Argentina, te digo “no tengo ganas de volver a Buenos Aires, me iría y me tomaría un cohete de Ezeiza hasta Corrientes que me deje ahí. Lo disfruto muchísimo, tanto como disfruto estar acá.
—¿Tenés un alma de viajero o de emprendedor?
—No sé si tanto de viajero, pero no me asusta el acertijo. Si me dicen: “Mirá, te tenés que ir para allá” y puedo, voy. Me vine acá y dejé todo en Argentina y dijimos: vámonos y hay que irse. ¿Cuántos cartuchos me quedan, cuantos tiroteos tuviste? Y bueno, vamos a hacerlo ahora y coincidió con una especie de tino que hizo que podamos venir en el momento. Yo no sé si hoy la situación está dada para poder venir a Estados Unidos.
—Si tuvieras que elegir finalmente una o dos canciones de tu época de banda en Corrientes ¿cuáles serían y por qué esas canciones?
—Elegiría la canción de Clan “Juntos más juntos”. No la compuse sino que la tocaba con ellos. La elijo porque todo lo que hablaban esas canciones era lo que pasaba en ese momento y lo podíamos contar nosotros. La etapa con Clan para mi fue fundamental, porque “Cote” Gauna fue un guitarrista excepcional, me enseñó un montón de cosas, “El Sapo” tocaba la viola y componía, Luis tenía esa cosa de líder. Todos teníamos algo que aportar y yo era el más chico ahí (siempre fui el más chico en las bandas).