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De repente

Es tan instantáneo. Tan fugaz. Tan frágil. Es un gesto abrupto. Porque para el autor, significa la reiteración de los sueños de amar, que de pronto se presentan sorprendiendo, después de haberlos imaginados. Luego, de intuirlos cobran realidad. “De repente”, es un bolero compuesto por el autor, músico y director de orquesta Aldemaro Romero, nacido en 1928 en la ciudad de Valencia, estado de Carabobo, Venezuela. Aldemaro Romero luego de descollar en su país con diversas orquestas, es contratado por el sello discográfico RCA Víctor en Nueva York en el año 1952, destinado a registrar una colección musical bajo la denominación “Dinner in…”, lo que lo vinculó  para acompañar a famosos artistas, como Dean Martin, Jerry Lewis, Stan Kenton, Machito y Tito Puente. En “De repente”, su letra, como la cadencia que va incidiendo su melodía, habla de lo que es la sorpresa de encontrarnos de pronto, con lo que una vez dibujamos tanto tiempo con la imaginación: “De repente / Como el niño que se vuelve adolescente / Como quien se vuelve loco / Y confunde su pasado y su presente / Como si fuera brujería / Tu alegría me llenó completamente / Qué milagro fue vida mía / Qué manera tienes de amar / De repente / Me moría por seguirte la corriente / Por la noche y por el día / Te veía en cada rostro de la gente / Vida mía / De repente / Caminaste los caminos de mi mente / Le quitaste las arrugas a mi frente / Y sembraste tu sonrisa en mi dolor.”/ Una cosa es indudable, la canción y la poesía de la hermosa sorpresa de improviso: De repente..! No sé si la locura galopante, de muy de repente de los políticos “pacíficos”, hasta ayer supuestamente quietecitos que de pronto arrancan como una explosión, se pelean, bajan y le bajan de listas, suben los que no deben, sobran candidatos, cambian e intercambian a futuros votos como figuritas urgentes para salir a la arena de la disputa, hacerse de un emolumento, que compense la pandemia. Lo primero es sacrosanto, un milagro de amor de repente y prometedor. Lo segundo es el conchabo, el peso seguro, en una época no imaginada, por lo tanto, ni proyectada. Es que de repente todos se le animan, pierden el control, entonan cánticos, exhiben banderías y consignas. Lo primero es sublime. Lo segundo lo conocemos desde mucho antes del libro de Historia de Grosso, y siempre o casi siempre el resultado tiene perfiles no imaginados, que alguna vez desencadenan conflictos, los que algunos definen: “levantan polvareda”. No es simplemente una apreciación tomada a la ligera, sino la muestra de la urgencia desesperada de algunos por quedar fuera de la cola. Siempre se emiten expresiones de deseos, pero nadie y muy pocos se encaminan a que se conviertan en hechos. Es decir, refrendar con obras las promesas que animaron y animan discursos interesados, de alfiles que supuestamente se cortan solos. Suele suceder que muy cerca de la meta, por la falta de todo, “los caballos se mancan”. Se piensa solamente en llegar, después recién se elaboran si hay tiempo e inteligencia, proyectos ciertos, un plan de trabajo que releve de toda duda, porque el de repente suele ser o casi siempre la improvisación. Y la improvisación es la nada por falta de sentido común que no solo se cortan para calentar asientos, sino para ejercer éticamente, decentemente, al cargo que se postulan. Realmente me sigue conmoviendo la realidad política argentina, la ubicación ideológica que mira siempre para atrás, la aparición desmesurada de listas desesperadas con personas tratando de hacer valer sus “pininos” en la desvencijada esquiva certeza, cuando hoy, las cosas tomaron otras direcciones. Por ejemplo, el estanque de la economía con precios salidos que se estrellan desorbitados contra el empobrecido salario de los que pueden, y el desconsuelo de los desclasados, quienes quedaron fuera de sistema; que la pelean a sabiendas que el bolsillo está por debajo de la raya. Un ejemplo doloroso, decía el Diputado Nacional Toty Flores que, en su acostumbrada gira por los bordes de una sociedad afectada, visitó ferias, si se les puede llamar ferias y descubrió en Laferrere como en Quilmes, puestos diseminados en lugares públicos destinados al trueque de mercaderías diversas por comida. Una camiseta por un pan, un par de calzados por legumbres, etc., como al principio de la historia, cuando el intercambio desproporcionado, alimentaba familias de generación en generación. Estas luchas que vemos y oímos a diario están en desproporción con las luchas e intercambios de listas para las elecciones, donde se aferran las posibilidades del poder omnímodo, primero para salvarse, luego para subsistir, mientras dure la suerte del entramado, de favores ejercidos e intereses desvelados así lo permitan; o mejor dicho, les posibiliten ser, o no ser.

El tango por ser callejero, estar junto a la gente, respira su propio aire, sabe mucho más del semejante que aquellos que enarbolan consignas, palabras de efectos, un rosario de deseos que desde las tribunas tienen sus propias lágrimas “cocodrilo”, para conmover, emocionar, para ganarse directo a las urnas.

Esas protestas del 2x4 se acentúan con la aparición del tango, “Al mundo le falta un tornillo”, de Enrique Cadícamo, allá por 1932, cuando la primera advertencia sobre la economía tiene lugar el crash de Wall Street el 24 de octubre de 1929, casi coincidente con el golpe de estado en Argentina del Gral. Uriburu, el 6 de setiembre de 1930, rompiendo la continuidad democrática. Pero sin duda que Enrique Santos Discépolo, en 1935, le aplica un gancho a la conciencia y un llamado a los políticos de siempre con “Cambalache”, himno argentino de todas las contradicciones que más sabe de corrupciones. “Que el mundo fue y será / una porquería, ya lo sé. / En el quinientos seis / y en el dos mil, también. / Que siempre ha habido chorros / maquiavelos y estafaos, / contentos y amargaos, / barones y dublés. / O, en “Fuimos”, de Homero Manzi, cuando masticando tristezas dice: “Fuimos empujados en un viento desolado…/ sombras de una sombra que tornaba del pasado.” / Bien podemos tomarlo para aplicar a la realidad que se vive. Pero nada más contundente que el tango “Ni olvido ni perdón” de Juan Vattuone: “Nos siguen dando a la lata, / Ya nos dejaron en patas, / En mitad del ventarrón. / Si serán caraduras. / Pa´nosotros mishiadura / Y ellos morfan con Chandón.” /  Ante tanta malaria, la esperanza de la gente siempre surge como el brote saludable que muestra sus primeras hojas, son futuros follajes de fe empecinada de nuestras ilusiones. Si bien el asombro de surgir “de repente” descalabra todo orden en un país desordenado y desilusionado, tratemos de no perder justamente eso: la ilusión. Creamos en nosotros mismos que somos muchos más, invirtiendo el disloque, poniéndolos patas para arriba, tratando de construir con sentido común si alguna vez lo tuvimos. Porque de repente también es esperanza que se canta: “De repente. / Me moría por seguirte la corriente. / Por la noche y por el día. / Te veía en cada rostro de la gente / Vida mía.” / De repente que venga, un país mejor. Sin corruptos. Que sorprenda por lo sano. Y, todos celebrando. De repente, como un abrazo soberano, creíble y posible.

 

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Lo único posible que salva, es la decencia, para que de repente, celebremos.