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El cine es un arte que se hace con el otro

Por El Litoral

Domingo, 22 de agosto de 2021 a las 01:01

Por Carlos Lezcano
Especial para El Litoral

El rodaje de “Yuyal” comenzó el 8 de julio y terminó el 23 del mismo mes con un equipo mínimo porque fue la única forma de cumplir el plan de trabajo programado. La tarea principal fue, al comienzo, concentrarse en bajar los días de rodaje para economizar dinero y por eso el inicio fue con un equipo mínimo: el director de fotografía, el cámara, el actor principal, la asistente de dirección, el sonidista y el director.
Esos días de arduo trabajo lograron economizar recursos y fue posible seguir el plan de filmación que incluyó muchos interiores, pocos exteriores y pocos actores. Como tampoco tenían lugar de rodaje lo hicieron en el departamento del director en el Barrio Laguna Seca. Para esto desarmaron las tres bibliotecas de su comedor y transformó ese espacio en el set de filmación donde se desarrolla la acción del protagonista.
Los exteriores se realizaron en el barrio, en Laguna Medina en Santa Ana y la playa de Molina Punta. Como lo hace desde siempre Almirón trabajó con no actores salvo Chirola Fernández que ya es un clásico dentro de sus producciones. Esta breve descripción da cuenta de los avatares a que están sujetas las producciones de bajo costo en el cine.
El paso siguiente será avanzar en el montaje y para esto se apresta a cerrar un acuerdo de preproducción con una empresa regional y luego mandar el film a una incubadora con el objetivo de “madurar el producto  antes de ponerla en circulación” nos cuenta el director.
Pablo Almirón trabaja sobre los temas e imágenes que el cine comercial no ve, o mejor, no quiere ver. Trabaja en los bordes del canon como un recopilador de las pequeñas historias de barrio y sus pesares. Inventa un método para hacerlo con personas que nunca habían actuado frente a cámara con paciencia correntina.
Hay en Almirón, una actitud militante que pone la mirada en mínimos episodios de un joven que vive en un barrio de Corrientes, atribulado por problemas personales que permite sin embargo leerlo como una cuestión generacional en un medio que los expulsa sistemáticamente de la vida social.
Inevitablemente resuena la gran película de Robert Bresson “Pickpoket” (1959) y el trabajo de Martin La Salle, un no actor que toma el centro del relato guiado por el director logrando una magnífica actuación.
El director, su película y su tema constituyen por lo tanto una isla de resistencia frente al poder disciplinador de la industria. Es en definitiva una manifestación que contradice y cuestiona a un cine comercial que solo se repite a sí mismo. Almirón se planta en la defensa de la singularidad de una historia que paradójicamente se torna universal.

—¿Este año empezaste un rodaje de una nueva película?
—Sí, empezamos el rodaje de una película que llamamos “Yuyal” o “El último invierno en Corrientes”, una película de bajo presupuesto, de un formato que podemos ubicarlo dentro del cine independiente que vengo cultivando hace un par de años con mayor o menor suerte, algo que que me sale del corazón y creo que es lo mejor que hago.
—¿De qué habla “Yuyal”?
—“Yuyal” es algo que sucede en Corrientes. Es la historia de un pibe que tiene un gran problema de identidad, que está en búsqueda de su identidad, un artista frustrado de 25 años y en su búsqueda podemos ver tal vez, la búsqueda de una generación. Con la película me estoy arrimando a una historia de una generación que ya no es la mía, sino que empieza a ser la de mis hijos. Me estoy arrimando a ese tipo de cuestiones de una edad que ya no tengo, porque estoy arriba de los 60 años. Creo que viéndolos a mis hijos y a los amigos de mis hijos me inspiró a escribir “Yuyal”, tratando el tema de la identidad individual y colectiva de una generación.
—¿Y tiene que ver con una Corrientes más urbana?
—Sí, es periurbana; porque la película la rodamos buena parte en barrio Laguna Seca. Imagínate que estamos por hacer cine de bajo presupuesto; que pensamos usar solamente una locación. El 90% de la película está hecha en interiores y un par de exteriores en el río Paraná, en Santa Ana y en los alrededores. La película está pensada para tratar de no gastar un mango digamos.
—¿Y quiénes participan en la película? ¿Quiénes son los actores?.
—La mayoría son no actores. Conoces mi trayectoria, y en general trabajo con este tipo de personas. En este caso están trabajando pibes muy jóvenes que nunca estuvieron delante de cámara. El único veterano es Horacio Fernández, que estuvo trabajando en una película de Carnevale y la última de ese director que se llama “Granizo” que protagoniza Francella. También estuvo en Córdoba trabajando y vuelve a acompañar una producción mía. Es un gran actor y persona y mi amigo del alma.
—¿Cómo se hace para trabajar con no actores?
—Es una cuestión interesante, lo he charlado más de una vez con Jorge Román, un gran actor  formoseño que está viviendo en Buenos Aires ahora. El una vez me dijo “mirá Pablo vos tenés que empezar a escribir esto”, solo lo hago, en realidad me muevo con mucha intuición respecto de dirigir a una persona. En general, así como lo descubrí hace muchos años a Horacio Fernández en reuniones, viéndolo cómo se mueve, cómo habla, mirando su gestualidad, su corporeidad, así fue el proceso con el actor que va a ser de “Yuyo”. Es un pibe uruguayo de 25 años que está hace mucho en Corrientes. Como es amigo de mis hijos y muchas veces estuvo en casa compartiendo reuniones, lo empecé a mirar y también a Agustina, que es la novia de uno de mis hijos.
Uno empieza a mirar y empieza a observar más allá de lo que ve en ese momento. Me parece que también es en el rodaje donde empieza a aparecer otra cosa. Es hacer que esa persona real, empiece a transportar a la pantalla ciertos modos, cierta gesticulación, cierto lenguaje corporal. Pero como decíamos con Jorge Román, no lo sé explicar, no sé cómo sucede porque no hay una metodología. No  es  un método; es algo que ocurre, que me parece, es más de piel.
—Es, además, un diálogo. Tiene que haber necesariamente un ida y vuelta.  Hasta que aparezca algo que veas y lo atrapes.
—Muchísimo, mucho diálogo y ahora con el contexto de pandemia que fue tremendo, porque tuvimos y tenemos que trabajar solamente vía virtual y en rodaje, cuidándonos con todos los protocolos que exige la industria, cuidándonos de todo y a todos. Pero el trabajo previo fue tremendo, porque era virtual, era conversar, conversar, conversar.
Sé qué se trata de un método, que en general viene del teatro porque los grandes constructores del método actoral fueron la gente que vi en el teatro pero el cine tiene un problema, porque el cine cuenta con la imagen y cuenta con la escala de planos.
En general los métodos que vienen del teatro, en el cine sirven poquito y nada. Hay dos grandes extremos en esto que es el cine de Alfred Hitchcock. Hitchcock era un tipo muy malo con los actores, él decía que los actores para él son como muebles. Se manejaba con un canon que él mismo llamaba el guión del hierro. No se hacía nada en el set que no haya sido escrito. Era un tipo que le exigía a los actores, les quitaba absolutamente todo y le decía al actor “vos tenés que hacer lo que yo digo y nada”, y el otro es el gran Robert Bresson, que decía que uno nunca le puede sacar a un actor lo que no tiene en el corazón. Uno se maneja en esos andariveles en la donde la intuición, el mirar,  estudiar y leer están las cuestiones pero las resuelve sobre la práctica.
—Pensaba que siempre enfatizas en todos tus trabajos como director, como productor, como autor, el trabajo del compañero. Hay una ética allí del cine independiente que tiene que ver con la consideración del otro. Hay una creación colectiva que sé que en tu caso es una ética. ¿Por qué no me contás cómo se hace esto desde lo colectivo?
—Lo charlamos con Nahuel mientras estábamos trabajando el sonido. Primero que no se puede hacer cine de bajo presupuesto o cine independiente sin pensar en el otro, hay que pensar el laburo en equipo, estar espalda contra espalda. Le decía que la estructura piramidal con la que en general el cine de la industria trabaja, a nosotros no nos sirve. No nos sirve el director y el productor arriba y abajo un montón de soldados corriendo. Yo trabajo con un esquema de círculos concéntricos en la que todos nos estamos protegiendo entre todos, todos nos estamos protegiendo juntos. Entonces, esa estética tiene esa ética.
Los que tenemos mi edad, somos ya veteranos, tenemos que derramar esa ética y contagiar e inspirar a las generaciones que vienen, porque estamos en un momento clave de la historia del audiovisual regional. Hay dos o tres grandes lugares en donde se están formando pibes: la Ener de Formosa, la Escuela de Comunicación Social de aquí de Corrientes y la Facultad de Arte y Diseño de Resistencia que están largando una enorme cantidad de pibes que se enfrentan a un páramo, a un mundo inhóspito muy duro, en la que tienen muchas ganas de hacer cine y el único paradigma que tiene es el cine industrial. Nosotros estamos diciendo “no”, no es el único paradigma el cine de la industria, se puede hacer cine de bajo presupuesto, cine independiente y ahí en el cine independiente uno se pone espalda contra espalda y empieza a hacer las cosas que uno sueña. Esta idea no es privativa del cine también, pasa en muchísimas disciplinas del arte. En definitiva el arte se hace con el otro.
—Me llama la atención el gran desarrollo que tuvo el videoarte y el video como ensayo en nuestra región, y queremos que pase también con el cine independiente. Que el cine pueda tener más desarrollo y que llegue. El punto es que pueda tener una distribución que llegue; esto es una clave.
—Lo que está pasando es algo maravilloso. Está pasando algo increíble porque desde que empezaron los equipos electrónicos hay equipos más baratos y puedo tener buena calidad. Un pibe se puede comprar una cámara réflex y puede empezar a hacer sus cortometrajes. Todo el mundo, en todo el mundo están haciendo cine en cualquier rincón del planeta. Hay chicos haciendo cine y la enorme explosión de las plataformas de streaming da cuenta de eso. Lo que nosotros no tenemos que hacer es imitar un cine que no es nuestro. Tenemos que bajar, hacer un cine identitario, un cine de carácter regional y buscar la mayor calidad posible porque en este momento las plataformas streaming empiezan a mirar a los países periféricos. Ya vimos el ejemplo de la película chilena, “El agente topo'' y la película “Mono”. Ahora los paraguayos nos están dando un ejemplo maravilloso de cómo se hace un cine de calidad y de bajo presupuesto con una enorme visibilidad en el mundo, lo hicieron con la película “Matar un muerto”, por ejemplo, de Hugo Jiménez, que es algo increíblemente hermoso. Lo que pasa es que no lo vemos, simplemente, pero están sucediendo.
—¿Estás trabajando el tema específicamente, además de como director, como gestor en esto que vos llamas el cluster. ¿Querés contarnos de qué se trata?
—El Cluster Audiovisual Corrientes también está formado por dos veteranos, solamente que podemos decir que pasamos los 50 años. Una es Verónica Zeniquel, también docente, montajista, productora y yo. Todo el resto del Cluster Audiovisual Corrientes son pibes. Muchos de ellos todavía están estudiando en la Facultad de Arte y Diseño y otros ya recibidos. Estamos buscando nuevas formas asociativas, nuevos modelos basados en la solidaridad para hacer cine que esté plantado en el presente y mirando hacia el futuro. En un lugar, en una región poderosa por demás, en los que la vanguardia sin ninguna duda está en Misiones, porque ellos lograron juntarse, lograron tener un instituto, logrando hacer cine. Este es el ejemplo que nosotros debemos tomar para que Corrientes se convierta en un gran set de filmación para que trabajen las generaciones que ahora llamamos emergentes.
El Cluster Audiovisual Corrientes pretende ser una herramienta para empezar a crear los circuitos virtuosos de orden económico, para que los chicos que se están recibiendo de los centros de formación, el día de mañana digan “soy director”, “soy guionista”, “soy actor”, “soy sonidista”, “soy un electricista” y que esa persona haga un trabajo y lleve un dinero a su casa por su trabajo.
Para lograr esto hay que trabajar a nivel normativo, porque si no se crean las condiciones jurídicas para hacer eso, el pibe que se está recibiendo ahora va a frustrarse y va terminar dentro de cuatro o cinco años haciendo cualquier otra cosa para sobrevivir. Y el cine da dinero, el cine es un negocio y puede dar trabajo. De eso se trata y eso debemos comprender.
—Esta es tu lucha hace muchos años.
Hace muchos años. Pero luego de darme muchos porrazos, que es lo que nos pasa a todos, no es una cuestión mía; me parece que es una cuestión de cualquier generación es caerse y levantarse; y justamente en este momento creo que por fin rodeado de una nueva generación que son los pibes con los que estoy trabajando ahora “Yuyal” en el “Cluster Audiovisual Corrientes.  Es esa generación la que me parece que es la que va a crear las condiciones para que se pueda hacer un cine en Corrientes y que ese cine dé trabajo, de empleo.
—¿Crees que los festivales sirven para algo?
—Por supuesto, por supuesto. Es la gran pantalla que necesitamos todos. Felizmente fui invitado hace mucho tiempo atrás por Marcel Czombos para formar parte del grupo “Guácaras”, con lo que se hace el festival en Santa Ana y da pantalla a una enorme cantidad de gente que si no tuviera esa pantalla tampoco tendría el público que ahora tiene y donde los que hacemos cine podamos someter una película al escrutinio de la gente. Uno no hace cine para los amigos ni para la familia, hace cine para someter su trabajo al público que es el que da la última palabra. Los festivales, las pantallas, son fundamentales y acá está tenemos “Lapacho” en Resistencia, otro en Oberá Misiones.
—Además, se suele convocar a ver cine en espacios públicos como una plaza. Allí sucede el milagro.
—Un milagro; bien lo decís. Sucede un milagro, es un momento milagroso. Es el momento en el que uno pone la pantalla y la gente está mirando tu película.
—Claro y además, en esos espacios se come, se bebe, los chicos juegan, uno se sienta en silletas. No se trata de algo lejano sino cotidiano. Un ámbito de vida compartido.
—Y uno tiene ahí el cine y mira obras que filmaron 4 o 5 personas del pueblo, del pueblo vecino. Me parece que es realmente en el momento de la proyección de una película donde se termina el proceso. En verdad la película se termina cuando está sometida a un público que la ve ¿no es verdad?

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