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Buscar en los pliegues de la memoria

Por El Litoral

Domingo, 08 de agosto de 2021 a las 01:00

Por Carlos Lezcano
Especial para El Litoral

El Centro Cultural Universitario estará presente en la octava Feria del Libro de Caá Catí con cuatro videos de artistas jóvenes, dentro del Espacio Plasma. Las obras podrán ser vistas de manera presencial y también a través de la página del evento, desde el viernes 13 y durante todo el mes de agosto.
“Un espacio sencillo, amigable, itinerante. Creado con el fin de obtener un nuevo medio para difundir actividades o plantear exposiciones. Un espacio ligero que puede contener todo el peso de las obras artísticas que el ingenio pueda abarcar. Un formato nuevo, diferente, que podrá viajar por todos los espacios del Centro Cultural, incluso puede montarse en espacios externos de toda índole”, dice la comunicación de Extensión Universitaria.
Maru López Romero presentará dentro de esa programación su obra “Isabel decía”. Se trata de un videodanza realizado con audios e imágenes de su madre, en el que trabaja la idea de la memoria de pequeñas acciones realizadas por su abuela en el ámbito doméstico y traídas al presente por su hija y nieta.
López Romero es estudiante de la Licenciatura en Artes Combinadas de la Unne y actualmente sus prácticas se mueven entre el video, las corporalidades y las sonoridades. Forma parte de NemoCine (banda de noise y experimentación corporal) y este año comenzó a tomar clases de prácticas butoh, impartidas por Tamia Rivero. 
El video, que podrá verse durante la feria de Caá Catí, gira en torno a un diálogo entre la artista y su madre, y que rememora a la vez a la suya, generando una trama de vínculos y huellas que hilvanan la obra.
La artista hurga en los laberintos del pasado, busca en los entresijos del tiempo alguna marca de vida y trabaja con la palabra ausente-presente de su abuela, que repetía frases en guaraní mientras armaba sus cigarros.
La búsqueda va corriendo los velos del pasado y toma forma en los cuerpos de las protagonistas con pulsiones que llegan de otro tiempo sin tiempo, y donde las palabras en guaraní regresan en otras sonoridades.
La obra de Romero López está signada claramente por el movimiento de los cuerpos de su abuela y su madre, que describen una coreografía mínima, íntima y familiar a la vez. Recordemos que la joven directora, antes de la realización, hizo un seminario de videodanza con Silvina Szperling y Susana Temperley, en el que compartió esa idea y con esas herramientas fue desarrollando la urdimbre de la obra.
Se trata de una obra que explora no solo la voz de su madre y su abuela, sino que también toma en cuenta sus movimientos y palabras. El proceso comenzó cuando se propuso improvisar junto a su madre y filmar esas acciones con un celular y luego ver que aparecían leves vestigios de situaciones hogareñas.
Maru Romero revisita a través de los pliegues de la memoria familiar la densidad cultural de su abuela en un ámbito rural, para construir un relato a partir de la vida cotidiana de mujeres en esos espacios del campo correntino.
En este sentido, la obra abre algunos interrogantes: ¿se trata de una transcripción o una traducción de los movimientos de Isabel? Los recorridos de la hija y de la nieta, ¿rescriben o narran una nueva historia?
¿Es posible la literalidad cuando la obra está bordada por la memoria, o solo se trata de una aproximación amorosa a momentos de una vida pasada y recuperada por los recuerdos?
Maru hizo muchas preguntas sobre asuntos generales de la vida de su abuela a su mamá, y juntas repasaron una y otra vez el momento del ritual de cuidar sus plantas, de secar las hojas de tabaco al sol, de armar el cigarro y, finalmente, de fumar y disfrutar ese momento de soledad y de pausa después de un día trajinado de quehaceres domésticos.
En el momento de realizar la obra, López Romero leía a la investigadora española Victoria Perez Royo, que define la corporeidad como “un viaje entre cuerpos”. Le fascinó la idea de  viajar como algo relacional y no como una actividad  individual. Le entusiasmó la posibilidad de que un cuerpo vivo le pueda prestar su memoria, su voz, sus gestos y sus movimientos a un cuerpo en apariencia inerte. 
Me cuenta la joven directora que disfrutó indagar sobre inquietudes y deseos pasados de mujeres que la antecedieron en su familia, trayendo a su cuerpo lo rememorado o intuido; le gustó ver cómo viajaron esas experiencias hasta el presente, en su cotidianidad actual.
Isabel decía: “Cuando muera, algún día me van a escuchar”.
Es exactamente eso lo que pasó, su voz y sus movimientos regresaron, memoria por memoria, en los cuerpos de Maru y Margarita, pero no en la repetición de su historia sino en la esencial variedad de la vida.
“Isabel decía” es un video que formó parte de la programación de Play. 

—Me gustaría que me cuentes de qué habla este video, cómo nace en tu imaginación, en tu cabeza y cómo se va plasmando la obra. 
—Venía trabajando con los relatos de las mujeres de mi familia, y dialogando también con los recuerdos que me contaba mi madre. Esta obra surge a partir de un audio de WhatsApp que me envió ella, mi mamá, repitiendo una frase de mi abuela en guaraní, porque se comunicaba en esa lengua más que en otras. 
Y como ya venía trabajando el tema de los recuerdos de mi madre, pero de forma individual, este audio fue el puntapié para trabajarlo con ella, juntas con el lenguaje del video y el cuerpo, que es con lo que estoy investigando ahora principalmente.
—¿Cuál es la frase en guaraní y qué quiere decir?
—La frase quiere decir que aunque no le escuches hoy, algún día cuando ella ya no esté, te vas a acordar de todo lo que ella dijo alguna vez. Por más que en otro presente, cuando estaba viva no la escuchabas o no le prestabas atención, de alguna forma sus palabras  van a repercutir  cuando ella ya no esté. Es una frase que ella siempre les decía a mi mamá y a sus hermanas.
—La clave es entonces que lo dicho siga en la memoria de los que viven.
—Sí, claro. Fue poner eso en el cuerpo, por más que no lo haya escuchado personalmente, fue  buscarla en esa memoria incorporada en mi cuerpo, descubrir  también algo que traigo, que comparto con mi madre.
—¿Cómo fue trabajar con tu madre? ¿Cómo se llama?
—Mi mamá se llama Margarita Romero y me pareció muy lindo que esté presente y que juntas vayamos guiando el proceso de la obra sin tener un guión fijo. Me pareció muy lindo.
—¿Cómo se fue armando la obra si no hay guión? ¿Hacías las tomas con lo que iba sucediendo?
—Sí, tenía ideas muy generales, y un día  vino una amiga que me ayudó a filmar y dirigir y empezamos. Tal vez haya comenzado cuando le decía a mi mamá: contá o empezá hablar de algo que recuerdes y era eso nomás. Era dejar la cámara e improvisar entre las dos y fue así como comenzó todo. Luego, sí hubo más trabajo en el momento de montaje porque quizás es allí donde se da la organización de la pieza, pero en el momento de producir o de filmar fue bastante dejarse llevar por lo que ocurría con la memoria de los relatos y del cuerpo también.
—El tabaco, me parece, estuvo presente en esta composición. El armado del cigarro y el momento de fumar.
—Sí, era una acción que ella recordaba de su madre como el momento en el que la veía que estaba dedicaba a sí misma. Se dedicaba un tiempo para ella porque el resto del día estaba todo el tiempo haciendo cosas para sus hijos o su marido. Era su momento, como un pequeño ritual, un momento de relajación para ella, y me pareció muy interesante eso. Como rescatar esas pequeñas acciones que significan otras cosas quizás para mi abuela, era su momento de intimidad.
—Hay un trabajo muy importante y muy cuidado de lo corporal en la obra. Esto tiene mucho de un movimiento coreográfico, no solo moverse. ¿Cómo trabajaste eso? Sé que te interesa la danza contemporánea. ¿Cómo fueron esos vínculos? ¿Qué pasó?
—Los movimientos fueron más improvisados, sobre todo los que hago cuando ella me relataba y nos encontrábamos paradas, juntas en esa situación. Fuimos haciendo esas acciones a medida que escuchaba, me dejaba llevar por las sensaciones que me generaba lo que ella relataba. Y también imitaba los movimientos de sus manos y jugaba un poco con las diferencias que surgían al traducir esos movimientos, incluso esas palabras que no necesariamente va a ser una traducción perfecta porque va a ser contaminada de todas mis vivencias. 
Nunca va a ser igual. También se trata de  poner eso a la vista y a la escucha ¿no? Fue más que nada también trabajar en la composición.  Lo veo mucho en el montaje del video de la imagen porque hay ahí una composición más que en el momento de filmar, es también importante la composición final de la imagen del video en la edición. Es relevante ver las posibilidades de colocar una imagen después de la otra y poder ver todas las decisiones que uno va tomando.
—Hay en tu obra un lenguaje donde no hay fronteras definidas entre la coreografía, el movimiento, lo sonoro, el guaraní y el español. En la obra hay algo que está atravesado por un montón de disciplinas. ¿Cómo trabajaste esa pluralidad de recursos?
—Sí, primero que, por más que el cuerpo sea algo muy presente, todo partió de un sonido, de escuchar el audio de mamá, de su voz. No entiendo mucho guaraní pero me interesaban sus  sonoridades. Quizás mi madre tampoco entiende tanto el guaraní pero lo vive, lo repite, lo escucha, y eso tiene que ver con el cuerpo, con la memoria. Intenté no disociar el habla del cuerpo, las traté como cosas que están unidas y que está relacionado con la memoria corporal más que de la memoria mental, trabajé la memoria como una repetición de las palabras, y también como una sonoridad muy presente. A partir de eso, me puse a ver que surge en el cuerpo y este creo, fue el eje principal tema a la hora de pensar la obra.
—Me llama mucho la atención también que el tema de la memoria y la recuperación de lo pasado esté tan presente en tu obra siendo vos muy joven. ¿Tenés miedo de perder algo, o que algo no pueda ser recuperado? Me llama la atención eso, la necesidad de recuperar algo que aparentemente se puede perder. 
—Sí, me interesa mucho y me parece muy interesante tu pregunta. Pienso que me da miedo que se dejen de lado las pequeñas acciones que formaban parte de una persona, porque uno recuerda o las cosas muy feas que le ha ha pasado, o muy generales, y hay cosas que no están tan a la vista y que están de alguna forma en nosotros a pesar de todo, que están en nuestro cuerpo y que no reconocemos o que no vemos o no escuchamos. El proceso de la obra fue también despertar otras cosas sin el fin de producir algo, pero enfrentando sensaciones y cosas que forman parte de nuestra identidad y en definitiva parte de lo que somos hoy. Entonces, me pareció importante rescatar eso en algo simple, o en acciones tan simples como ver hechos y cosas que también forman parte de mi.
—¿En qué estás trabajando ahora?
—Principalmente estoy con mi proyecto de tesina que también es una producción artística, donde también ahondo temas de las mujeres de mi familia pero de forma más general, más en relación con las hermanas de mi mamá por ejemplo.  Es una obra que aún esta en proceso porque estoy investigando sobre geografía feminista y buscando alternativas a diferentes recorridos y desplazamientos que ellas hicieron a lo largo de su vida; sobre todo en esta relación campo-ciudad. Y también estamos a full con una banda musical de orientación corporal que se conformó el año pasado con Romina Garay y con Julián Scofano. En eso estamos como full.
Hace poco estuvimos una presentación en la Biblioteca Mariño. Esos son los dos proyectos en los que estoy trabajando ahora.
—¿En la banda tocás o cantás? ¿Componés, qué hacés?
—En la banda ejecuto con el cuerpo, y Romi y Julio se ocupan de los sonidos con instrumentos caseros, con objetos, con instrumentos musicales también. Son objetos cargados de una memoria afectiva los que tocamos. También en estas experiencias musicales está muy presente el tema de la memoria.
—La memoria claramente es un tema central en tus preocupaciones y en tu obra está dicha de forma manifiesta. Pensaba el tránsito de tu familia del campo a la ciudad y de lo que se pierde en ese trayecto. Me parece que hay algo de tu trabajo en buscar ahí, esos materiales, ¿no?
—Buscarlos y entender que de alguna forma está vinculado con este contexto urbano, con esta ciudad. Es no aferrarse del todo a algo, sino ver de qué manera están mezclados, combinados; están presentes sí o sí los dos, y eso me parece bueno para explorar.
—¿Y qué hay en el campo que te atraiga?
—Los recuerdos que tengo, de bebé en la casa donde vivía mi mamá y que me muestren lo que hacíamos en esos lugares o ir mucho al cementerio también. Veo que hay mucha relación con esos espacios de recuerdo, de ritual, de ir a visitar la tumba de su mamá, de su hermana; todo ese mundo siempre estuvo muy presente en mi, desde chiquita.
—¿Dónde está el campo?
—En Lomas de Vallejos, en el paraje Juana Rincón. En verdad no lo conozco todavía, pero próximamente lo visitaré. 

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