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La delicada tarea de conservar y restaurar

Por Carlos Lezcano

Especial para El Litoral

Existen dos referencias ineludibles a la hora de plantear el tema de la conservación y restauración de monumentos históricos: la Carta de Atenas de 1931 y la Carta de Venecia de 1964.

La reunión de Atenas detectó que los monumentos del mundo entero estaban amenazados de destrucción o deterioro irremediable debido al paso del tiempo. A partir de esta determinación de diagnóstico los especialistas sostuvieron que la conservación del patrimonio artístico y arqueológico de la humanidad es una cuestión de los estados, “que deben establecer nexos de colaboración concreta para favorecer la conservación de los monumentos artísticos e históricos”.

Los intelectuales reunidos en la cuna de la civilización occidental repararon en los ejemplos en los que la restauración aparece indispensable después de degradaciones o destrucciones, y recomendaron “respetar la obra histórica y artística del pasado, sin menospreciar el estilo de ninguna época”. 

La conferencia sostuvo que se debe mantener, cuando sea posible, la ocupación de los monumentos que les aseguren la continuidad vital, siempre y cuando el destino moderno sea tal que respete el carácter histórico y artístico. 

Luego de escuchar a los expertos en lo relativo al empleo de materiales de uso para la preservación de los edificios antiguos, aprobaron el empleo razonable de todos los recursos de la técnica moderna, muy especialmente del concreto armado. 

Sin embargo, la utilización de estos medios debe estar disimulada para no alterar el aspecto y el carácter del edificio a restaurar; a la vez recomendaron su empleo en los casos que evitaran los riesgos de la destrucción y de la reconstrucción. 

La otra referencia central a la hora de abordar el tema es sin duda la Carta de Venecia de 1964 que, entre otras cosas, estableció que el interés no solo debía centrarse en el monumento aislado, sino poner atención al ambiente urbano o paisajístico que constituya el testimonio de una civilización particular.

Por lo tanto, “el monumento no puede ser separado de la historia de la que es testimonio, ni del ambiente en el que se encuentra. Por lo tanto, el cambio de una parte o de todo el monumento no puede ser tolerado más que cuando la salvaguardia de un monumento lo exija, o cuando esté justificado por causas de relevante interés nacional o internacional”. 

La restauración es un proceso que debe tener un carácter excepcional y su objetivo es el de conservar y valorizar los aspectos formales e históricos del monumento y se fundamenta en el respeto a los elementos antiguos y a las partes originales. 

“La restauración debe detenerse allí donde comienzan las hipótesis: cualquier trabajo encaminado a completar, considerado como indispensable por razones estéticas y teóricas, debe distinguirse del conjunto arquitectónico y deberá llevar el sello de nuestra época”.

La Casa de Gobierno de Corrientes es, como sostienen Ramón Gutiérrez y Ángela Sánchez Negrette, de las primeras obras que hizo Juan Coll en la ciudad que se erigió en el sitio que perteneció a la iglesia matriz desde el periodo de la colonia.

“La estructura es simple en torno a un patio irregular, forzada por las características del terreno. Ese patio, con sus arquerías y galerías, tiene la majestuosidad y la frialdad expresiva del racionalismo renacentista que contrastaba nítidamente con el tradicional patio casero correntino, mucho más dentro del espíritu andaluz donde el juego de las plantas y flores demuestra una fuerza vital e intimista de la cual adolece el patio del gobierno, demostrando que era simplemente un paso o nexo”.

Otra cosa que señala el estudio de Gutiérrez-Sánchez Negrette es la idea de galería externa sobre la calle Salta, frente a la plaza, como un espacio de transición entre el interior y exterior, funcionando como balcón. El edificio en cuestión se completa con relojes eléctricos y el jardín, que es de 1896, obra de un ingeniero agrónomo de apellido Maciel.

El trabajo en Casa de Gobierno de Corrientes

Elisa Martínez piensa que “se preservan, conservan y restauran todas aquellas obras de alto contenido patrimonial, cultural, religioso y artístico que dan cuenta de estos datos historiográficos de un modo único, no reemplazable por otras fuentes, por tratarse de bienes originales”. 

Esta visión del trabajo técnico asegura que el patrimonio legado llegue a generaciones futuras, porque permite mantenerla en condiciones el mayor tiempo posible, en buenas condiciones que le dan una vida más larga. 

“La obra no se detiene en el momento que termina la actuación del autor, sino que sigue existiendo en el espacio y tiempo, lo que deja huellas en su aspecto debido al envejecimiento de sus materiales, a los avatares sufridos a lo largo de su existencia y a las intervenciones anteriores no adecuadas”. 

La restauración en sí no debe pretender la reversibilidad de su edad, ni la abolición de la historia, sino debería poder ser situada ella misma en el tiempo”, dice el informe final de Elisa Martínez al que tuvo acceso El Litoral.

—En el informe final de tu trabajo puede leerse que ante un edificio uno puede conservar o restaurar. ¿Qué significa cada término?

—Conservar es tomar medidas preventivas, y de esta manera, resguardar al bien patrimonial de algún deterioro posible. Es mantener el objeto en buen estado. Este es el  proceso anterior a la restauración.  

En relación a la restauración propiamente dicha, es el último paso, cuando la obra ya tiene faltantes, o un daño importante, tanto en su estructura material, o en su estrato superficial, por ejemplo, en la capa pictórica. Este concepto de deterioro, es aplicable en la fachada de un edificio, en un mural, una escultura o un cuadro. 

—Y en la Casa de Gobierno, ¿se conservó y se restauró?

—En la Casa de Gobierno de nuestra ciudad,  Corrientes,  durante muchos años, ha tenido intervenciones sin respetar los protocolos internacionales de conservación para edificios históricos. Estos procesos aplicados fueron meras medidas invasivas, sin respetar la impronta histórica. La última de seis capas de pintura aplicadas, dejó una superficie con textura, que quitó el vestigio de exquisitos detalles en los ornatos que engalanan la fachada. Los procesos fueron aplicados sin criterios idóneos en materia de conservación y restauración. 

La intención en cada una de estas capas invasivas de pintura, era solo  dejar una apariencia “estéticamente agradable a la vista general”, que por supuesto, en ninguno de los casos cumplió con este objetivo. 

Hoy, contando en nuestra provincia y país con importantes avances en lo que respecta a la restauración, hemos logrado un trabajo realizado a conciencia, respetando en todo momento la historicidad de nuestra sede gubernamental. Para la restauración de los sobre relieves, fui convocada por Raúl Brunel, quien fue el responsable de la obra civil general. La intervención actual, fue una labor en conjunto y a conciencia, removiendo todos aquellos detalles que no fueran originales. 

—Por ejemplo, ¿cuáles?

—Un ejemplo muy breve, los revoques y los ornatos que se hallan sobre calle Salta, como aquellos sobre la calle 25 de mayo, la superficie era totalmente irregular, en algunos casos con debilitamiento material, faltantes o texturas inadecuadas dejadas por la innumerables capas de recubrimiento o pintura aplicadas. Algunos, que habían sufrido daño considerable en el soporte original, estaban sujetos solamente por las capas de repintes, lo que representaba no sólo un alto grado de deterioro material, sino un peligro para quienes transitan en la vía pública.   

—¿Qué significa cateo de color?

—El cateo de color, es indagar, desde la superficie, hacia el soporte original del bien, dejando un registro de cada uno de  los distintos estratos, para así llegar al  original. Este proceso se lleva a cabo con diferentes herramientas, desde un bisturí, espátulas, o pequeñas lijas que puedan ir abrasionando gradualmente, dejando a la luz los colores reales aplicados originalmente.  En los cateos de color realizados en los ornatos ubicados en distintos sectores,  aparece un tono bordó, un color pastoso, en combinación con algún tipo de mezcla de material oleosa y por encima de ese tono bordó, aparece un color verde cementicio cálido (símil piedra). Un sorprendente hallazgo. 

—Ese momento para ustedes debe ser increíble porque suele ser inesperado.

—Es muy importante, ya que se trata de un vestigio de cómo estaba originalmente el edificio. Podemos ver cómo fue tratada esa fachada o cómo fue pintada en su nacimiento. Creo que este tono bordó ha sido aplicado para darle calidez y a su vez para darle mayor anclaje a la capa de pintura aplicada posteriormente. Entre otras características particulares, se observa  tiene mica en los componentes. Generalmente para la piedra París o símil piedra se aplica este material, para que se asemeje aún más. En muchos de estos lugares se conserva este color cementicio, pero su superficie se encuentra craquelada. 

—¿Sabemos cuándo se cambia ese color?

—En realidad, allí habría que hacer un estudio en base a fotografías de las distintas intervenciones, ya que se trata de pocos años.  Sí existe la posibilidad de análisis químicos más precisos, donde se puede datar a través de la antigüedad de los pigmentos, pero este tipo de estudio solo es válido y certero para aquellos bienes que presentan trescientos,  cuatrocientos o más años de edad.

—Hay un montón de formas que tiene la fachada, tiene afroditas, dragones, querubines, leones, pajaritos. ¿Qué te sorprendió? ¿Qué descubriste de estas formas, de estos detalles?

—En relación a Afrodita, me conmovieron esos rostros clásicos, con detalles de perlas alrededor de su cuello, peinados con bucles, etc. Pensé, cuánta minuciosidad para una pieza que está a tanta altura, y que no puede ser apreciada a la altura del ojo humano. 

Lo sorprendente, por encima de cada columna hay una especie de tulipán y dentro de esa flor,  un nido, y dentro de él, algunos huevecillos, un pajarito cuidándolos, y otro que viene volando como para apoyarse en ese nido. Simbólicamente, me lleva a una idea de familia, de unión.  Con tantas capas de pintura que cubrían estos detalles, pensé que se trataban simplemente de flores o de hojas de acanto y cuando se fueron retirando los recubrimientos, emergieron las llamativas formas. Fue maravilloso descubrirlos. 

—También llama la atención la calidad de esas piezas. ¿Sabemos quién las hizo? ¿quién las pensó o quién las supervisó? ¿Estos son datos que existen?

—El edificio fue diseñado por Juan Coll, quien ha sido el responsable de numerosas arquitecturas emblemáticas de nuestra ciudad, motivo por el cual, hemos encontrado en otras construcciones, similares característica y detalles idénticos; lo que lleva a pensar, a fines del siglo XIX y principios del XX, existía una industria de los ornatos. 

—Bueno, me arriesgo a decir, por ejemplo, los leones que están en el Instituto de Cultura y están en la Casa de Gobierno.

—Por ejemplo, los querubines distribuidos en la galería sobre la calle Salta, a los lados de cada abertura, rodeados de hojas de acanto y racimos de uvas, se ven replicados en un edificio que está emplazado en San Juan entre 9 de Julio y Junín. 

—El informe habla de reintegración de materiales en los faltantes. ¿Cuáles, qué materiales faltaban y dónde estaban esos faltantes?

—Han faltado numerosos ornatos, por ejemplo, algunas placas decorativas, ménsulas  y rosetones. En relación a estos últimos, hemos tenido que reproducir, confeccionando aproximadamente 400 copias. Muchos de estos faltantes, tal vez fueron producto de retiros por seguridad, o bien,  en algún momento, por debilitamiento estructural, se desprendieron de su lugar de origen. En algunos casos, detalles muy pequeños, fueron reintegrados en forma directa, in situ. 

—¿Cuánto tiempo de trabajo tuvo el proceso?

—Estuvimos desde marzo hasta diciembre de 2021. Casi un año de ardua labor diaria,  soportando las particularidades de una pandemia, como también comportamientos climáticos propios del trabajo al aire libre y en altura, con altas y bajas temperaturas. 

—Hay algo que señalás y a mí me parece increíble, dice: “La obra no se detiene en el momento en que termina la actuación del autor”. Alude a la sobrevida que tienen las cosas. Vos trabajás con eso justamente. ¿Cómo se hace esto?

—La obra nace y continúa su vida, envejeciendo con el correr de los años. A través de esta labor, lo que hacemos, es devolverle una apreciación estética integral, con los deterioros subsanados, respetando el paso del tiempo en la misma, y que no se vea como algo nuevo. No se trata de decir “aquí nunca pasó nada”, sino todo lo contrario, destacando que, a pesar del transcurrir del tiempo, continúa deleitándonos con sus características originales. 

—Están divididas las aguas entre los restauradores que pretenden hacer una restauración con los materiales muy parecidos a los que se usaron en la época de construcción, y están los otros. ¿Cómo se vive esta tensión hoy en la actualidad?

—Yo sostengo la postura que mantiene la escuela italiana que sostiene que se debe respetar el paso del tiempo, no así por ejemplo los alemanes, japoneses o estadounidenses, que dejan las obras impecables, con apariencia nueva, como recién confeccionadas. Pero, en cuanto a los edificios y particularmente, este edificio, estoy de acuerdo con las medidas que se tomaron al remover totalmente el revoque y de tratar con los mejores materiales de la actualidad, porque realmente el edificio lo necesitaba. El material general de la fachada, estaba muy degradado, y maltratado, por lo tanto, ha sido necesaria una intervención importante y a fondo. La restauración en cuanto a los materiales que emplea, van  evolucionando, también esto sucede con edificios, hoy existen excelentes productos en la industria de la construcción aplicables a edificios nuevos como también a aquellos con impronta histórica, resolviendo situaciones que permitirán estos bienes perduren para que puedan ser apreciados por varias generaciones más. 

—Lo bueno de estos procesos es que son críticos. Es decir, permiten nuevas miradas.

—Totalmente de acuerdo, sí. Y en este caso sucedió que en muchos de los lugares que se pensaba que el muro estaba íntegro, que estaba compacto, que estaba seguro, sucedía  lo contrario. Apenas se aplicaba un pincelito y se caía a pedazos, entonces de esa manera, no se pudo optar por otra solución, Entonces, realmente hoy podemos comprobar la fachada quedó con la huella histórica en cada uno de sus detalles, pero al mismo tiempo, con los deterioros subsanados, sólida y firme, para brillar muchos años más. 

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