¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

PUBLICIDAD

Las palabras son deseos dichos

Domingo, 02 de octubre de 2022 a las 01:00

Por Adalberto Balduino
Especial para El Litoral

Como argentinos, sabemos cuántas palabras las guardamos, ya que no son posibles hacerlas realidad. No son simples y acariciados deseos, porque cada uno nos jugamos el país que no supimos ser. Por defender regímenes que marchan en el lado opuesto de la Constitución Nacional, como si solo bastara el autoritarismo para imponernos, pasando por alto la libre forma de pensamiento, pero nada es más importante que la democracia, el respeto por las instituciones, y no solamente la impunidad personal de algunos que siempre obran en nombre de ella, pero cuán lejos quedamos de los principios, de los valores pisoteados, de aquellos aprendidos con fervor a través de nuestros padres, y haciendo las primeras letras en la escuela.
El doctor René Gerónimo Favaloro, de preclaro decir no se andaba nunca con vueltas cuando decir es reafirmar una realidad, específicamente a los golpes de timón que siempre van cambiando nuestra historia para peor, por eso su sentencia que condena nuestros pecados: “Todos somos culpables, pero si hubiera que repartir responsabilidades las mayores caerían sobre las clases dirigentes. Si resurgiera San Martín, caparía a lo paisano varias generaciones de mandantes. Vivo enraizado con mi país. Pero quizás por mi devoción a San Martín, Bolívar, Sucre y Artigas a veces sufro más como latinoamericano que como argentino, a pesar de estar machimbrado con mi tierra.”
Existe una ceguera generalizada por seguir lo que no debemos, por asentir lo que merece aborrecerse, por desdibujar las figuras de victimarios a víctimas, ese martirologio prefabricado ya que la política es la ciencia de lo posible. Pero convengamos, “de lo posible”, no de lo imposible. Es decir, de lo permitido, no de lo que nos arroguemos por conveniencia y sobrevida. 
Lo que importa es la inflación que corroe los hogares argentinos, acción prometida hace más de tres años hoy rumbo al ciento por ciento. De lo otro, que la justicia se haga cargo, sin subestimarla, por el contrario respetándola, dejando de lado actitudes cuyos roles son ajenos a ella. Pero hay un problema cierto: la pobreza, ese dibujo de una sociedad desigual que al cobrar nuevos cambios, improvisaciones del vamos no obstante, lo solucionamos si se puede, o bien apechugando lo último que va quedando, la paciencia de la subsistencia. Un dibujo que cada vez se empareja más, haciendo de la necesidad un panorama total porque las diferencias si bien delimitantes, cada vez se notan menos. Si bien el populismo ejerce su espacio es por alguna razón que no convence que la gente se calza el overol de la exageración, optando lo tremendo por tenaz lucha que jamás lleva a nada, marchas, protestas, por múltiples razones más bien demagógicas, de un tiempo que ya pasó. Sin embargo, seguimos agregando leña al fuego, sin ir más lejos, la candidata italiana de la extrema derecha aclama a un Mussolini que hizo de su gobierno un comodín nazi, la joven rubia ganadora en las elecciones del domingo pasado, Giorgia Meloni, lo proclama y exalta. Nada es imposible para los extremismos. Las fichas parecen cambiadas, de pronto la mesa se torna pesada, y no sabemos si barajar y dar de nuevo, o continuar a pesar de todo. Es la capacidad ficcional del populismo, de cambiar de frente imponiendo un nuevo eje de situación donde los victimarios son pobres víctimas, y los sospechados pasan a ser ídolos de una realidad con signos imaginativos de ciencia ficción, pergeñada por Spielberb o George Lucas.
Me gusta apelar a la poesía porque ella es capaz de traer reflexiones que muchas veces nos cuesta comprender pero que siempre aportan su cuota clarividente. El ciudadano común, cansado de tanto lidiar con ejemplares como los que nos tocan, no asumen en serio pensando con lógica el destino incierto que hace de Argentina, el país que no supimos ser. Coincido que la buena memoria, el pensamiento equilibrado de una vez por todas nos deben hacer recapacitar, por tantos yerros cometidos que nos cuestan sueños, amigos, hermanos, familiares que optan por irse. Como dijo alguien, Argentina, el país que expulsa a sus hijos. Para pensar seriamente como ciudadanos responsables, se necesita no ser tibiecitos, sino calentitos de veras, ponernos serios, pensar con sentido común. Ya lo decía el poeta y periodista, Eduardo Galeano en su poesía  “Un mar de fueguitos”, solamente la temperatura con qué tomemos cada situación nos dará la calidez que ellas se merecen. “No hay dos fuegos iguales. / Hay fuegos grandes y fuegos chicos. / y fuegos de todos los colores. / Hay gente de fuego sereno que ni se entera del viento, / y gente de fuego bobo que llena el aire de chispas. / Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; / pero otros, otros arden la vida con tantas ganas / que no se puede ni mirarlos sin parpadear, / y quien se acerca, se enciende”. / Necesitamos encendernos para pensar seriamente, cuánto tiempo perdido, por qué dejar ir la vida sin siquiera intentarlo. La insatisfacción social está marcando el 62%; es para preocuparse de verdad. 
Nos debemos el presente y el futuro. Cuántos planes desechos. Cuántos sueños perdidos por extravío de ruta. Cuántas peleas estériles si tan solo buscaban bochinche, pero el tiempo que dejamos, las noches sumando y sumando contando los últimos billetes, no tienen recupero ni compensación. Protagonicemos y seamos lo que debemos ser: un país en serio, creíble, como supimos ser algunas pocas veces. Las palabras son deseos dichos. Hagamos que esas mismas palabras sean realidades, sumen el haber y achiquen la brecha de quedarnos siempre con las ganas. Dejemos de compararnos con quienes no somos. Seamos nosotros mismos, el que soñaron nuestros abuelos.

Últimas noticias

PUBLICIDAD