Por Adalberto Balduino
Especial para El Litoral
“Amanece que no es poco”, es el título de una película del reciente fallecido director español José Luis Cuerda. Un orden de pensamiento, de conclusión de una idea que encierra una verdad grande como una casa: el placer de sobrevivir viendo el mundo de otra manera. De la única forma posible. Viendo crecer a los hijos, tomándonos el trabajo de la responsabilidad de criarlos, con enseñanzas que han fortalecido nuestro espíritu. Poder compatibilizar las estaciones, cada cual con sus temperaturas, colores, ver las flores inexorables cómo también crecen, se expanden, sentir las voces queridas de las personas, experimentar en carne propia la transformación de la vida. Lo cual reafirma, que amanece y no es poco, y en un santiamén todas las sensaciones, todos los gustos, todas las esperanzas que día a día se renuevan.
Porque de “hacer goles”, de eso se trata, que el acierto nos dé la razón que bien vale la pena por alguien vivir, aferrados a sueños realizables pero resguardados en el orden que un país debe sostener como camino cierto. Ya lo decía Ernesto Sábato, que de tantos a favor se trata, como lo expresa en su obra “Sobre héroes y tumbas”, cuando remarca como conclusión: “Y a la final, se diga lo que se diga, lo que se persigue en el fútbol es el cepillar. Y te advierto que yo soy de los que piensan que mi juego espectacular es algo que llena el corazón y que la hinchada agradece, qué joder...! Pero el mundo es así y a la final todo es cuestión de goles...!” Nuestro argentinismo a ritmo de patota no admite perdedores, sin embargo hace tiempo hemos dejado el área, siempre estamos lejos de los tres palos.
Es que como el bombo vocinglero, sus golpes no dejan escuchar mientras el pueblo hace gestos que no son comprendidos, librando “una guerra” de interpretación y comprensión, ya que quienes habitan los pisos superiores del poder, llevan adelante sus sonidos, intereses y conveniencias rompiendo la sintonía de entendimiento.
De vez en cuando, para mantener el clima crucial y autoritario, alguna que otra noticia que vienen a ser parches, y que forman parte del populismo de fácil armado de ficción, creativos y con improntas que en nada cambian. Una vía con chispas que asombran por sus genialidades, por ejemplo no ser culpables de nada cambiando el eje de la cuestión, convenciéndonos que siempre han sido tiernos, afectos a la armonía, y que son los otros los culpables de todo lo que rompa ese sueño idealizado. Por lo tanto, saltando el andén, el odio viene de otra vía, feroz y aniquilante. Lo decía en protesta, el pensador español José Luis San Pedro: “Muy colmado de ciencia está Occidente, pero muy pobre de sabiduría. Es decir del arte de vivir, más intensamente que la ciencia porque, contando con ella, incluye además el misterio.
Ahora no se procura alcanzar la iluminación, sino sentir el latigazo del deslumbramiento. Se busca el estrépito, lo aparatoso, los focos publicitarios; no el silencio, lo auténtico, ni el resplandor tranquilo de la lámpara.” Es como vivimos, de golpe en golpe aunque estériles, pero nunca llegando, haciéndonos cargo, tomando las riendas de cada problema sino más bien buscando el efecto, siguiendo la eterna vocación de ficción o relato. Livianito nomás, sin el compromiso sagrado de la palabra que fundamenta y avala, abraza y sostiene.
Sin embargo, insisto porque me duele asistir a la incertidumbre de los jóvenes ante una andanada de pesimismo que, nuestro país desarrolla hace tiempo como un bendito, por falta de gente capaz, ejecutiva que diga y haga. Ya no queremos más narradores iluminados de una realidad en permanente puja con la certeza. Es la culpa de los exagerados discursos que andemos de aquí para allá, cambiados de dirección y a contramano.
Vamos para atrás, o quedamos varados en el tiempo generoso que dista de lo concreto, mano hacia destinos inciertos. Es comprobar que estamos viendo cine al revés, el fin antes que el principio, y por supuesto, sin entender nada. Viejos fantasmas que la mala política impuso por arbitraria, por encima de la pretendida certeza que da cuerpo a las cosas y pone el exacto equilibrio. Es como la falta de orden, una gimnasia bien practicada en Argentina, donde el sinsentido tiene prioridad, cada cual con lo suyo y por donde guste disfrutar a pleno.
Caramba si hasta los planetas se guían por un orden donde se establece lo gravitacional, vamos a poder acaso conducir un país fuera de tiempo, por consecuencia siempre-lamentablemente-triunfa el desorden.
El desorden lleva a la debacle que la estamos viviendo en carne propia, con sus consecuencias por años porque nada se arregla sobre la marcha, más cuando son soluciones desesperadas, convenientes para cada uno pero quedan en deuda con los demás, que es el todo de un estado donde suman todos los problemas, se agravan y desconciertan tanta gente improvisada que en nada les importa con tal de salvar las “calchas”.
Por eso decía al principio, tratando de confrontar lo uno con lo otro, que cuando generalmente se minimiza aquello de “Amanece que no es poco”, estamos dando visibilidad a la verdadera razón de nuestra existencia, dándole valor verdadero a lo principal: la vida. Que a pesar de las luchas que los hogares en cero hacen de su inventiva una virtud, aún se come, aún se tira, pero ello no es mérito de la clase dirigente que nos ha tocado, es la esperanza que no duerme ni muere, se desvela, se reinventa, hace malabares, saca de aquí y pone allá, mientras los sueldos crecen y crecen sin poder superar la inflación prometida a desaparecer. Mientras tanto, siguen discutiendo, enlodando con mensajes destituyentes a quienes no se “enrolan” en las arbitrariedades de sus desplantes altaneros, autoritarios, soberbios.
No digo olvidar, ni pasar por alto, sino ser minuciosos ciudadanos a quienes saldar favores no les cabe, porque la honestidad les ha sido conferida por padres tal vez pobres pero ricos en grandeza. Porque no podemos ser injustos con esa maravilla que la vida nos ha delegado, la valoración cierta, real de que “Amanece y no es poco”. Porque no podemos negarnos, el milagro que va de un día al otro. Un verdadero pase de magia. Un traslado automático que suma años, día por día, amaneciendo, anocheciendo, viendo a los nuestros luchar con armas válidas de poder exigir, marcando el camino fuera de huella que ellas, siempre nos han llevado equivocadamente a salvar milagrosamente el precipicio. “Amanece que no es poco”.
Es la vida que nos aguarda. Prestémosle atención y respeto. Son 24 horas que se van transformando en una vida. Un regalo del cielo. Una sonrisa de Dios. Una “yapa” por quien vale la pena vivir. Por eso digo: “Amanece y con eso tengo bastante”. Tengo más fuerzas para luchar. Poder separar el trigo de la zarza. Ver que debemos ser más atentos porque hipotecamos nuestros sueños en cada aventura que la política toca, o mejor dicho la mala política. “Amanece y con eso tengo bastante”, porque ese paso de la noche a la mañana significa vida.
Porque no es poco amanecer. Es ser conscientes de la gran misión y la maravillosa aventura de vivir día tras día. Es tener tiempo de recordar con pasión la niñez, la adolescencia, la madurez. Ver la obra hecha a través de muchos amaneceres. Muchas luces del alba golpeando nuestras almohadas. Empezando el día y creciendo con ella. Hagamos ese país donde todavía cabe la decencia, los principios, el sentido común, porque amanece y con eso tenemos bastante.