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Voces comprometidas

La palabras que tratan de ser sinceras tienen el encomio como del amor a primera vista. El respeto, porque movilizan, más aún cuando son dichas motivadas por la certeza.

Sabado, 31 de diciembre de 2022 a las 01:00

Por Adalberto Balduino
Especial para El Litoral

Pero no mercenarios del aire. Suicidas grandilocuentes. Sino, se trata de comunicadores asumidos que hicieron de la radio argentina, un ejemplo. En épocas de los 60-70, cuando ya la Democracia se la aspiraba pero iba a costar tanto aún.
Manejando en perfecto castellano, dicción y temática, cuando entonces la mediocridad no estaba aún tan avanzada, haciendo de cada entrega puestas inolvidables. Porque apelo de alguna manera a la seriedad y el compromiso, porque me permiten exaltar las virtudes de tantos, de acá y España.
Si bien nuestro hombre era versátil, en tono que atraía en principio por su apego español lo que le daba más fuerza aún, era completo, se había presentado como conductor, presentador, director, periodista y escritor, lo cual fortalecía su capacidad y desempeño.
Jesús Quintero, de él se trata como ejemplo válido de aquellos, que más allá del maquillaje van al meollo con una educación que asombra, esgrimiendo este fabuloso idioma que hoy, los catalanes independentistas aborrecen y prohíben.
A mí como al público de entonces, me atrajo al oír la primera sílaba de su parlamento: pulido, objetivo y notablemente elocuente. Quintero había nacido en San Juan del Puerto, Huelva, España. Dado su talento se apoderó de todas las programaciones de las radios más importantes de España, con programas en radio y televisión.
En Radio, se lo recuerda en: “Música de los 5 continentes”, “Círculo internacional”, “Estudio 15/18”, “A 120”, “Ciudades”, “ El hombre de la roulotte”, “ Tres a las tres”, “Andalucía viva”, “El loco de la colina”, “Radio América”, “El lobo estepario”, “Entre dos luces”, y muchísimos más. En televisión reeditó sus mayores sucesos “El loco de la colina”, y “El perro verde”, y “El vagamundo”, etc.
Decía cosas fuertes con un arte notorio: Le importaba “llegar a la fila de los solitarios, los desobedientes, los perdedores, los rebeldes.” La radio guardaba para él un como algo sagrado: “original, bella y viva, comprometida con el hombre, la naturaleza y a la vida, basada en la calidad del sonido y de la palabra, en la cuidada selección de temas musicales y textos, unidos por las mejores voces de la comunicación española.” Jesús Quintero, afirmaba: “La fama aburre, la gloria pesa, el poder corrompe, el dinero esclaviza y perturba, el amor se muere, la pasión se acaba y termina en los juzgados. Los sueños, si algún día se alcanzan, decepcionan. La historia de una vida cualquiera que sea es la historia de un fracaso.”
España, ha tenido buenos conductores que se han destacado por su excelencia que hace tiempo se descuida en nuestros lares. Por mencionar algunos de la península: Joaquín Soler, Iñaki Gabilondo, Jesús Fonseca, entre otros tantos buenos ejemplos.
Muchos se prenden en nuestro país, a los puteadores como si ello fuera una virtud, salvadores de turno, que hacen de la dialéctica un monumento a la bazofia. Hubo buenos en serio, como lo han sido Antonio Carrizo, Raúl Calviño, Miguel Angel Merellano, Néstor Ibarra, Pepe Eliaschev, Magdalena Ruíz Guiñazú, etc. 
Sucede que la “naturalización” de las cosas no naturales, ha aplanado el terreno, haciéndolo todo igual, sin contrastes, total da lo mismo lo uno como lo otro. Se ha perdido el vestigio de la misión trascendente de la profesión que no se conforma solo con saber, sino saber decirlo, en el tono justo buscando la atención para que su mensaje llegue, los otros componentes de un mensaje, el sonido del total, la dicción que es cuidar el producto de la información, como lo hacía en su exigencia personal el propio Jesús Quintero. 
Tan importante llegó a ser su ciclo de radio “El loco de la Colina”, que el público hispanoparlante lo adoptó no solamente en España, sino también en Latinoamérica, retransmitiendo para Uruguay y Argentina.
Quiero detenerme en un comunicador que dinamizó la noche argentina, revalorizó lo nocturno ya que era idea trasnochada pensar en ese horario hasta entonces, en materia de oyentes. Pero sucede que la aquilató con su forma inteligente de conducir, con una buena formación musical como de temas en general. Se llamó Miguel Angel Merellano y que a partir de los 17 años frecuentó los estudios de una radio tucumana. Fue conductor, periodista, director de programas, hasta interventor del Canal oficial de Televisión. Se jugaba en cada frase, era claro, inclaudicable, pero siempre cuidando y enriqueciendo el buen idioma, transparente, simple, manejaba con maestría todos los temas, dejaba hablar y creaba un ámbito donde el entrevistado se explayaba sin exigencias. “Generación espontánea” avivó inteligentemente la radio, que se trasluce cuando decía: “Todo lo que se propale a través de la Radio y la Televisión produce o destruye cultura: una buena programación musical por ejemplo, favorece la “formación” del oído, mientras que una mala lo prostituye, produce la “sordera” del público que, termina por convencerse de que esos cantorcitos de moda hacen música”.
Tenía un latiguillo para enganchar avidez entre tanda y tanda y que no se pierda la abigarrada platea de oyentes, más o menos era así, la que se hizo popular: “Si usted cree que ha escuchado lo mejor, lo que viene ahora no es menor.”
Los años hacen que uno se encamine por los inteligentes, que abordan temas que hablan de un pensamiento activo, que van más allá de la banalidad, permitiendo ejercitar el enmohecido sentido común. Es un poco eso es el resultado de lo que nos acontece, no pensar y luego lamentarnos sobre “la leche derramada”.

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