¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

PUBLICIDAD

Virar... chaque, chamigo

Domingo, 27 de marzo de 2022 a las 01:11

Por Enrique Eduardo Galiana
Moglia Ediciones Del libro “Aparecidos, tesoros y leyendas”

Extasiado en mi lectura, recibo en mi estudio a una antigua amiga que me consultaba sobre un caso que la preocupaba. Satisfecho su requerimiento, nos pusimos a hablar de cosas de la vida. 
Todavía no tengo idea de cómo surgió la idea o dio el giro la conversación, al relatarme su experiencia, triste y escabrosa a la vez. Nunca antes la había escuchado.
Comenzó diciendo Roge que entre las prácticas que realizan en la ciudad de Corrientes y en el mundo entero, es sabido que embrujadores, desembrujadores, quirománticos, etc., están desperdigados por el orbe entero, pero existe una experiencia que desgraciadamente le tocó vivir. 
Absorto, le pregunté: “¿de qué se trata?”; me contestó: “me ‘viraron’, chamigo, digo doctor”.
—¿Y eso qué es doña Roge? —inquirí asombrado porque nunca había escuchado sobre ello.
—Mire —respondió— toman, vaya a saber cómo, partes de nuestro cuerpo, como uñas, pelos, fotos, no sé qué más, probablemente en connivencia con una empleada o alguien de la casa de la víctima y con eso trabajan haciendo el mal.
Quedé azorado escuchaba la narración y buscando una explicación racional. Ante el silencio continuó diciendo: “¿no entiende nada, no?”. Respondí: “no, no entiendo nada, sí escuché hablar de personas que hacen el mal, pero no sabía cómo trabajaban”.
—Escuche, doctor —continuó—, me hice ver con médicos, especialistas y toda persona que se relacione con la salud y la estética, sin resultado alguno. Los síntomas del gualicho son, un olor a hombre en la mitad de mi cuerpo y el crecimiento de vellos masculinos, mientras la otra mitad continúa igual. Probé desodorantes, depilación y ninguno daba resultado. Tampoco los remedios recetados y no recetados. Lo fantástico, doctor, resultó cuando me empezaron a crecer vellos oscuros bajo un brazo, que nunca los tuve de ese color, y en el brazo, y ante mi asombro, el pecho del lado afectado sufrió las mismas consecuencias, vellos de hombre. Los médicos no salían de su asombro, realizaban análisis clínicos, enviaron muestras a Buenos Aires, probaron con vitaminas pero no daban ningún resultado. 
Continuó diciendo: “Para mi asombro, doctor, el pelo me crecía de un lado negro y duro, y del otro mi cabello habitual, pero le aseguro que lo más repugnante para mí era la pestilencia del olor a hombre, ese que no es muy higiénico digamos, afirmó”. Se explayaba: “Sí, como le digo, no es que no esté acostumbrada al aroma del hombre porque he vivido toda la vida con mi marido, pero hasta él observó y olfateó el tufillo raro desagradable que el perfume más fuerte no tapaba, a lo que se sumaban los pelos, que a pesar de la depilación casi a diario, no dejaban de crecer de manera rápida”.
Intrigado como buen profano, requerí: “¿Y qué hizo usted ante esa tremenda situación?”. Respondió: “Lo último doctor, cuando la razón falla acudimos a la sinrazón”. Aconsejada por una de mis empleadas, que a fuerza de comprar perfumes y verme preocupada, advirtió la mitad de mi cara con algún vello extraño que no pude eliminar me soltó: “Roge, a usted le metieron el virar, jodido ko é. Si no se atiende, continuó diciendo, usted se convierte en hombre, eso es muy común en el campo, donde los malos o los mal intencionados usan esa diabólica artimaña, que vaya a saber uno de dónde la sacaron. Vea urgente a una curandera y deje a los médicos esos, sobre esto no saben nada ko”, expresó. 
Yo continuaba embelesado con el relato, asustado también, mirando con cara de signo de interrogación a doña Roge. Ella no necesitó acicate alguno para continuar narrando. Me comuniqué con quien me advirtiera del sortilegio desconocido, le pedí que me aconsejara alguna persona buena para ayudarme, me dio una dirección en el barrio Ponce, hacia la cual me dirigí buscando a la señora Ramona, quien ni bien arribé me atendió con respeto en su domicilio. Roge le contó sus cuitas a Ramona, con lujo de detalles, le exhibió los estragos en su cuerpo ahora velludo por la mitad. Inmediatamente a boca de jarro me expresó: “Te hicieron el revire, cheama, mucha envidia y maldad acumuladas contra vos”. Eso lo logran con viejas prácticas que vienen de tiempos remotos, que se transmiten de generación en generación, debe ser alguien cercano porque te conoce bien, tiene objetos o partes tuyas. Asombrada ante tamaña afirmación Roge preguntó: “¿Y cómo puede ser doña Ramona?”. Respondió: “Alguien de tu casa o tu basura, en ella van los restos de la casa, lo más probable es que revisen tu basura y con ella trabajan, allí encuentran pelos, uñas, objetos que usaste, de todo, cheama”. “No puede ser”, manifestó la afectada, “solo mi cuñada vive al lado, después es baldío”. Ramona esbozó una sonrisa pidiendo disculpas, “cualquiera puede revisar tu basura, cheama, cualquiera, hasta los del municipio te revisan para multarte si sacás fuera de hora, ¿o no?”, preguntó la curandera. 
Ramona, con ojos piadosos, le repitió lo que había dicho antes, que la causa del maleficio generalmente era la envidia, que es muy fuerte para muchos y despierta pasiones negras. A continuación le explicó que “este tipo de trabajos lo hacen personas malas, pero que mal terminan porque saben perfectamente su destino. Toman tus cosas y las meten en un sapo, le echan oraciones al diablo con velas negras, después se dirigen a un cementerio cualquiera, generalmente del interior, buscan la tumba de un hombre leyendo las lápidas, especialmente al que murió trágicamente, en accidente, asesinado etc., en esa tumba dejan el sapo al espíritu del difunto que no tiene paz, en la mayoría de los casos, porque murió imprevistamente sin confesión o sin despedirse de sus seres queridos, el alma se apodera del animal que se va secando de a poco, mezclándose con las pertenencias del destinatario del maleficio, poco a poco trata de incorporarse a tu cuerpo ko, cheama”.
Mi cara era de estupefacción y de pánico iba creciendo a medida que el relato continuaba. 
Roge continuó la narración, Ramona la llevó a la iglesia del barrio; ya dentro de ella, sacó agua bendita del baptisterio, formando un círculo con agua alrededor de Roge encendió una candela y comenzó los rezos a Santa Catalina primero, siguió con otros que no recuerdo sus nombres. Un joven sacerdote que observaba la escena llegó corriendo, era un aprendiz de Ramona en estos misterios de brujerías y hechizos que colaboraba en lo que llamó un exorcismo, con sahumerios de palosanto, sándalo y otros, rezando al espíritu de los muertos, según antiguos ritos cristianos, cerraban el círculo con el agua bendita, que son todas las aguas en fin, continuando con sus letanías. Roge sentía que su cuerpo, o parte de él, exactamente la mitad se movía sin que ella hiciera nada para ello, ni pudiera impedirlo, el sacerdote ante una indicación de la curandera, tomó la mano de la “rodeada” encerrada en círculo advirtiéndole que le iba a quemar en el centro de la mano derecha con el sahumerio de palosanto, donde estaba el invasor, que no se asustara. Así lo hizo, la resignada sintió el ardor en sus entrañas, un dolor extraño pero soportable. En ese momento una estela rojiza y negra transparente que producía un olor insoportable a podredumbre se escabullía de la quemadura, difundiendo un sonido de sibilas, agónico, triste y espantoso a la vez, aumentando el olor a podredumbre que ascendía, para luego dirigirse hacia la salida del lugar sagrado reptando en el aire como una víbora volátil. Ramona cayó sentada exhausta, el joven ayudante sacerdote en formación de exorcista la ayudó dándole un vaso de agua y apantallándola mientras la ayudaba a levantarse. La sufrida Roge quedó extasiada mirando cómo su cuerpo perdía los oscuros pelos que caían dentro del círculo como hojas en otoño. Minutos después Ramona la ayudó a salir del círculo volcando sobre uno de los costados cera derretida de la luminaria. Necesitó Roge varios minutos para recuperarse.
Ante tamaño prodigio, mi mirada maravillada se perdía entre mis libros y la figura de mi cliente. Ella remató el episodio afirmando: “Me curé bien y quedé protegida, Ramona me advirtió que vería a alguien de mis conocidos o extraño con alguna relación, con alguna dolencia pero que no me preocupara porque ella no hacía el mal, algún Dios se encargaba de hacer ver a los malos”. El joven sacerdote que era un hombre culto y estudioso, le comentó a Roge que se estaba preparando para exorcista en el Vaticano, con Ramona trabajaban juntos porque ella era profunda devota consagrada a su fe y dotada de poderes que él no podía explicar, ni ella tampoco. Afirmó que venía de herencia ancestral de sus antepasados.
Terminamos de hablar. Pasaron los días, Roge volvió al estudio como lo hace siempre. Conversamos de los asuntos que la preocupaban; humanos, por cierto. Al salir, como al descuido, me contó que su cuñada, que vive al lado, se cayó de la escalera y se rompió la pierna, estaba sola en la casa y gritaba; solo ella acudió a ayudarla. Sin razón alguna, entre gritos de dolor vociferaba “perdóname, perdóname Roge, por favor”.
Hoy Roge superó el problema, sin olvidar los momentos tremendos vividos, la basura la tira en distintos lugares en los horarios permitidos, nunca frente a su casa. Recuperó su aroma a mujer, usa sus mejores perfumes, mantiene una cordial relación con Ramona, quien junto a ella envejece serenamente. El joven sacerdote suele venir a Corrientes y se juentan en alegres y bulliciosas reuniones. 

Últimas noticias

PUBLICIDAD