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Cada vez más pobres

Por El Litoral

Jueves, 14 de abril de 2022 a las 01:27

El costo de la canasta básica alimentaria (CBA) experimentó un aumento interanual del 55,1 % hasta marzo de este año. Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) una familia tipo, con dos hijos, necesitó en febrero ingresos por 37.413 pesos para adquirir la cantidad mínima de alimentos y no caer en la indigencia. Pero la canasta básica total (CBT), que solo en febrero subió el 6,6 %, se ubicó en 83.807 pesos, por debajo de los cuales una familia puede ser catalogada como pobre. Estos datos son peores aún en la ciudad de Buenos Aires, donde según datos del gobierno local, una familia tipo requirió en marzo último 90.647 pesos para no ser considerada pobre y 49.602 pesos para no estar en condiciones de indigencia.
El informe sobre la evolución de la distribución del ingreso del Indec para el tercer trimestre de 2021 indicó que, con el nivel de ingresos destruido ante una inflación galopante, ganar más de 51.000 pesos era ya estar por encima de la media en el país. Un dato vergonzoso. Según este análisis, basta ganar más de 75.000 pesos para estar dentro del 20 % más “rico” de la Argentina. Y a nadie se le ocurriría pensar que con esa cifra por mes se cubren los gastos mínimos de subsistencia. ¿Qué queda entonces para los casi tres millones de jubilados que cobran un haber mínimo de apenas unos 32.630 pesos?
La brecha entre lo que una familia percibe y lo que en realidad necesita para vivir sigue creciendo. En la carrera contra la inflación perdemos todos, pero los que menos tienen pierden todavía mucho más. Perdemos en salud, en educación, en infraestructura, en dignidad.  Es una huida contra el reloj que no habrá forma de ganar si no encaramos los ajustes y las reformas de fondo que tenemos pendientes y que desde la política se continúan demorando.
Cuando un gobierno azuza el ideologizado enfrentamiento entre ricos y pobres solo busca sacar partido de una manera vil y rastrera. Sembrar división siempre ha sido un negocio para algunos. Los necesarios consensos siguen esperando. Mientras no entendamos que no necesitamos falsos Robin Hood, sino a quien ponga proa al desarrollo y al crecimiento en beneficio de todos, poco podremos hacer por mejorar la situación de casi un 50 % de compatriotas sumergidos en la pobreza que se han vuelto moneda de cambio para los políticos de turno. Sostener un enorme Estado improductivo, caja de corrupción y desmadres; repartir ayudas y subsidios que alimentan convenientemente un pobrismo prebendario; aumentar alocadamente la presión impositiva para financiarse, y atentar contra la seguridad jurídica y los derechos y garantías constitucionales solo profundizará este insostenible estado de cosas.
Continuar culturalmente alentando estas diferencias, en el marco de un sesgo antiempresario, es coartar las posibilidades de atraer inversiones que permitan reactivar la economía y el empleo genuino, capaces de cortar la deriva de empobrecimiento a la que la ausencia de plan nos conduce irremediablemente. No se puede pasar por alto que tenemos la mitad de las empresas cada mil habitantes de las que tiene Brasil, por ejemplo.
Hace 100 años, la Argentina era una de las economías más prósperas del planeta gracias al empuje de millones de inmigrantes que hicieron grande este país, apostando a la educación de sus hijos, a la cultura del esfuerzo y del trabajo, y a la movilidad social ascendente. 
Hoy, expulsamos a los propios, vencidos por la desesperanza y la falta de proyecto cuando disparatadamente se afirma que en la Argentina ganar 75.000 pesos equivaldría a ser rico, sumando cargas fiscales insostenibles para simples trabajadores.
El problema de la Argentina no es la brecha entre ricos y pobres. El problema es la estupidez y la estrechez de miras que pretenden imponernos. La expansión de la pobreza jaqueada por la inflación y la malversación de los recursos de un tan enorme como ineficiente Estado, en detrimento de la población y en beneficio de los amigos del poder, nos acerca a la mirada correcta. Para entender, hay que educarse. La ignorancia es ganancia para muchos gobernantes que solo buscan ventajas personales. 

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