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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Anochecer de un año agitado

 

El  decreto de Necesidad y Urgencia y la llamada Ley Ómnibus del presidente Javier Millei ponen en discusión radical la matriz política y cultural de la Argentina, hecho inédito por la rapidez, el volumen y la profundidad de los temas propuestos para su tratamiento con fuerte impulso transformador.

Los hechos permiten al menos dos formas de abordarlo: poner el acento en la aparición de un líder como Javier Millei, que encarna el malhumor social con un discurso que ataca el centro del poder político establecido o poner la mirada en diseño constitucional vigente que permite que el presidente pueda plantear un decreto en los términos que lo ha hecho y sumar a esto la posibilidad de llamar a un plebiscito si no cuenta con la aprobación de esa norma .

Ante esta hiperactividad presidencial inicial podemos preguntarnos si estamos frente a un estilo decisionista de gobierno o solo ante una estrategia decretista de administración.

El estilo decisionista es un modo que alude a una forma autocrática y discrecional de ejercicio del poder que se manifiesta pasando los limites que permite la Constitución como el evidente avance en las atribuciones legislativas que intenta el presidente que implica, sin lugar a dudas, una preocupante desinstitucionalización de la república.

La otra forma de ver la propuesta de gestión es como una estrategia. Se trata entonces de considerar la toma de medidas de acuerdo las circunstancias y eficacia del momento que buscan un objetivo. No es lo mismo por lo tanto un estilo decisionista que una estrategia (que incluye una dimensión táctica) del ejercicio del poder.

 

Lo estructural del problema

Analicemos ahora el problema institucional de carácter estructural. Tomo para este análisis el argumento de Roberto Gargarella contenido en su libro “El derecho como una conversación entre iguales” donde sostiene que podemos describir los comportamientos de Trump, Bolsonaro, Maduro, Ortega, o por caso,  Millei o ver los problemas que acarrea desde su creación nuestra estructura institucional que enfatiza el presidencialismo en detrimento del sistema de frenos y contrapesos (checks and balances). Nuestra Constitución de 1853 otorgaba un rol central al ejecutivo sobre los otros poderes y la reforma de 1994, a pesar del intento de mitigarlo, no lo ha logrado y por el contrario la práctica indica que lo ha acentuado.

La importancia de Alberdi en la conformación del estado nacional es central porque pensó la Argentina de mitad del siglo XIX luego de haber vivido una guerra fratricida donde era necesario una constitución con un presidente fuerte, es decir con todas las facultades necesarias para evitar los fantasmas del pasado anárquico.

Su propuesta era entonces “la convergencia del modelo de frenos y contrapesos del modelo de los Estados Unidos con el modelo propuesto en Chile, por Juan Egaña (1823) y luego su hijo Mariano en 1833”. 

Escuchemos al propio Alberdi: (la Constitución) “mil veces más se asemeja a la de Chile que a la de Estados Unidos, a pesar de la diversidad de nombres/.../Fuerte como el de Chile, republicano en la forma y casi monárquico en el fondo, central como en dos siglos, hasta donde lo permitía el individualismo provincial”.

 

El hiperpresidencialismo en marcha

La noticia finalmente llegó cuando el 29 pasado comenzó a regir el decreto de Necesidad y Urgencia del  presidente Javier Millei “Bases para la reconstrucción de la economía argentina” que declara “la emergencia pública en materia económica, financiera, fiscal, administrativa, previsional, tarifaria, sanitaria y social hasta el 31 de diciembre de 2025".

Además el miércoles pasado envió al Congreso proyecto de ley “ómnibus”, que denominó de “Bases y Puntos de Partida para La Libertad de los Argentinos”, que contiene 664 artículos a lo largo de 351 páginas, y que será tratado durante las sesiones extraordinarias del 26 de diciembre hasta el 31 de enero. 

La ley ómnibus al Congreso contiene reformas impositivas y fiscales. Entre ellas, se encuentran la reversión del impuesto a las Ganancias, la modificación de Bienes Personales, un blanqueo de capitales y una moratoria para regulariza deudas del Estado.

También se enviaría la parte de la reforma del Estado que no entró en el DNU, como la baja de sueldos de ministros, e incluirá la eliminación de las elecciones PASO y la transición hacia un sistema de boleta única.

La referencia a Alberdi en los títulos de los proyectos es evidente, Millei cree ser el ideólogo de un momento fundacional al buscar cambiar de raíz la matriz política y administrativa del país aunque tensionando in extremis el texto constitucional.

Veremos qué fortaleza tiene nuestro sistema institucional ante estos desbordes del hiperpresidencialismo.

 

La discusión de fondo

Uno de los grandes ejes de la discusión de fondo del tiempo Millei es la díada: ¿necesitamos más o menos Estado?. El asunto abre la polémica en la faz agonal de la política donde sucede el choque de opiniones de distintos sectores de la sociedad sobre los múltiples temas que contienen los proyectos. La grieta, por lo tanto, no se ha cerrado, los protagonistas solo se reacomodan de lado y ocupan discursos con diferentes intensidades a favor o en contra. Claro que estos espacios de opinión no son mundos uniformes, todo lo contrario: se trata de espacios amplios donde conviven personas de distintos partidos que en el fondo se reagrupan en defensores de las intervenciones estatales (en distinto grado) o con los liberales que quieren menos Estado. Esta es, en definitiva, la discusión que fogonea el presidente.

Pero hay una mirada posible que va más lejos de esta polémica y pone el acento sobre la cuestión institucional cuando se interroga: ¿por qué puede el presidente actuar como lo hace y dictar este tipo de DNU? ¿Por qué puede mandar al Congreso la Ley Ómnibus pidiendo facultades delegadas durante dos años y la posibilidad de prorroga?

Esta situación da cuenta no solo la desmesura de propuesta sino también nos invita a repensar nuestro diseño institucional que da marco al accionar del presidente Millei.

El 21 agosto 2019 el Senado de la Nación llevó adelante una jornada de reflexión sobre la atenuación del poder ejecutivo en la reforma de 1994 donde expusieron Roberto Gargarella, Ricardo Gil Lavedra y Alberto García Lema.

Ricardo Gil Lavedra entonces con extraordinaria lucidez dijo y suscribo cada palabra, que  “no se ha acallado la discusión sobre la eficacia de la atenuación del presidencialismo porque los defectos están a la vista en cuanto no favorecen la cooperación, ni la deliberación pública. Donde la voz del presidente no es la voz de un igual sino una voz imperial. Pero además existe la imposibilidad de llegar acuerdos parlamentarios y sobre todo hay una brutal personalización del poder que es una de las dificultades más grandes que tenemos. Todo el poder está concentrado en una persona, donde todo el sistema democrático depende de la voluntad de una persona, que cuando tiene mayoría es hegemónica y si no la tiene, el poder se escurre y se cae a pedazos. Veamos ¿qué pasa cuando el poder presidencial pierde sustento? Todo el sistema político cruje y se va desmoronando”.

Este es el tema que tenemos de volver a debatir sobre todo el año próximo que la reforma del 94 cumple 30 años. 

 

En tono local

Siempre los planteos de cambios profundos que cuestionan el statu quo generan climas de época que llegan a lugares insospechados.

Es casi seguro que ese clima llegará en distintas intensidades a Corrientes donde hay más preguntas que respuestas al menos por ahora. Y más silencio que conversación.

La discusión sobre el tamaño y funciones del Estado ¿llegará? ¿Los colegios de abogados harán foros sobre cada tópico planteado en los proyectos? ¿Establecerán diálogos con los legisladores nacionales?

Las cuestiones relacionadas con los subsidios al transporte, ¿se discutirán? Porque en la ciudad de Corrientes, en menos de 20 días, la principal empresa de transporte comunicó a través de una solicitada que abandonaba el servicio y luego del mismo modo daba marcha atrás, asegurando su continuidad. El tema de fondo son los subsidios, algo que las ideas del nuevo gobierno nacional ya dijo van a desaparecer.

¿Qué pasará con las facturas eléctricas en adelante? Es otra duda en una provincia donde la empresa proveedora del servicio publica diariamente, hace muchos años, el cronograma de cortes programados lo que torna al problema complejo. No se trata solamente de subsidios y precio sino de un problema estructural.

No sabemos aún cómo serán planteadas las relaciones en los Consejos Federales de los que participan los ministerios provinciales. Estos foros son importantes porque son mediaciones en las relaciones entre la nación y la provincia.

Los partidos en la provincia que tienen legisladores nacionales aún no se han manifestado de forma institucional respecto a las leyes propuestas ni los mandatos que llevarán al Congreso nacional que trabajará en el mes de enero.

El estado de ebullición que vemos en la conversación pública nacional es aún muy leve en la provincia, es apenas un susurro provinciano.

¿Qué de todos los temas de reforma van a tener trascendencia en Corrientes? ¿Cómo y en qué grado afecta en nuestra vida cotidiana?

Qué piensa la política local sobre la eliminación de las PASO, la implementación de la Boleta Única de Papel (BUP) y la modificación de la composición de la Cámara de Diputados dividiendo al país en circunscripciones.

Estos temas que señalo no son claramente taxativos de la cantidad de cambios planteados sino apenas un puñado de ellos pero que permite ver el estado de la opinión de funcionarios y ciudadanos.

Corrientes tiene en esta encrucijada una ventaja considerable porque es una provincia con sus cuentas públicas saneadas pero también tiene en el futuro inmediato decir cual es la postura institucional sobre el sistema de coparticipación federal, algo que suponemos negociará personalmente el gobernador Gustavo Valdés que participa de la política nacional con solvencia.

La polémica domina el momento y esto recién comienza. Es 31 de diciembre, anochece un año agitado. Comienza un año agitado.

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