En la patria chica, el año electoral avanza al ritmo de discretos conciliábulos y con la parsimonia de una provincia tan singular como Corrientes, cuyo cronograma de renovación gubernamental la inviste de un clima diferente al resto, sin la premura de un cambio ejecutivo y en un teatro de operaciones atravesado por una certeza: el oficialismo se perfila para un nuevo triunfo, sin riesgos de ser lastimado por una oposición disgregada.
La reciente convocatoria del Partido Popular, cuyo encuentro provincial tuvo como invitado de honor al gobernador Gustavo Valdés, dejó ver la musculatura de la alianza oficialista y el perfilamiento de los distintos partidos que la componen, entre los cuales los “canarios” buscarán posicionarse como segunda fuerza a partir de la expectativa nacional en torno de figuras como Horacio Rodríguez Larreta.
El alcalde de la ciudad de Buenos Aires marcó el inicio de la campaña electoral con un lanzamiento antigrieta nada menos que desde Santa Cruz, territorio kirchnerista por excelencia, al que viajó para expandir la envergadura de su proyecto hacia los sectores desencantados del peronismo, que no son pocos. La osadía de HRL apura las definiciones en un cuadrilátero interno donde sólo Mauricio Macri podría hacerle sombra, en caso de que se postulara.
Así las cosas, la cumbre de la representación vernácula del Pro podría interpretarse como una secuela del movimiento larretista, pues significó la apertura formal de una estrategia de campaña que transcurrirá con las particularidades locales, pero sin perder de vista la definición nacional, ante la creciente posibilidad de que Juntos por el Cambio retome la conducción del país en diciembre. “Queremos volver a tener peso nacional”, se sinceró Valdés desde el acto, codo a codo con su vice.
La presencia del primer mandatario, de senadores del círculo áulico y del intendente Tassano en el cónclave amarillo así lo certifica. La ojiva radical del convoy ECO-Vamos Corrientes orienta las velas hacia las brisas más vigorosas, en la convicción de que la renovación presidencial le permitirá reconstruir lazos con el poder central después de cuatro años de indiferencia justicialista, con resultados lastimosos como la paralizaron la autovía capitalina, única obra de (relativa) importancia encarada por la Nación en los años albertianos.
En tales condiciones el vicegobernador Pedro Braillard Poccard adquiere centralidad. Más allá de las (muy buenas) relaciones personales de Valdés con la conducción cambiemita, el actual número dos del binomio gobernante saborea la oportunidad de consolidar su espacio robustecido por el padrinazgo de su compañero de fórmula, que no es solamente el titular del Ejecutivo. Hablamos de uno de los líderes mejor rankeados del radicalismo nacional, recientemente declarado por Macri como “mejor gobernador de la historia”.
La figura de Valdés galvaniza a quien lo circunvale. Como en los motores radiales, el jefe de Estado provincial oficia de eje maestro en torno del cual los demás émbolos funcionan mediante vinculaciones equidistantes. En ese tipo de impulsores (famosos en los aviones de combate previos a la turbina), la biela principal sostenía a las demás para acelerar el conjunto con sorprendente eficacia y una ventaja crucial: el motor podía continuar en marcha aunque las balas enemigas acertaran en algún cilindro. Ergo, la máquina continuaba volando aunque perdiera un pistón por los aires.
Pasó en 2021, cuando el exvicegobernador Gustavo Canteros (que venía de ocho años consecutivos como socio de ECO) cantó las hurras para sumarse al bando peronista, convencido de que el Frente de Todos lo colmaría con las abundancias de un cargo protagónico que no fue tal. Hubo de conformarse con una postrera vocalía en Yacyretá, cuando la gestión de Alberto Fernández ya declinaba, pues había dilapidado su credibilidad pública.
Volvamos a la metáfora de los motores radiales: sin el pistón canterista, la maquinaria de ECO-Vamos Corrientes no solamente siguió funcionando a pleno, sino que se potenció todavía más, hasta lograr una performance inédita, reflejada en un apoyo popular que ascendió al 80 por ciento del padrón. Aquel histórico resultado le valió a Valdés el lauro de haber sido el gobernador reelecto con el mayor margen de votos en la historia del Taragüí.
Hoy el desafío del oficialismo provincial es mantenerse en la cima desde la certeza de que cuando se alcanza un récord de tal magnitud, es difícil igualarlo o superarlo. Por eso el núcleo de las decisiones pasa por elegir los mejores candidatos para una lista que por primera vez aplicará el cupo de 50 por ciento para mujeres y 50 para varones, en una propuesta carente de fórmula presidencial en razón de una tradición política imperecedera: el desdoblamiento de los comicios.
La idea es anticipar las elecciones provinciales para que los guarismos emergidos del brezo sanmartiniano (que ayer celebró 245 años del natalicio de su hijo más ilustre) sirvan como presagio victorioso para robustecer la oferta que vaya a presentar Juntos por el Cambio tanto en las Paso como en las presidenciales.
¿Alcanzará el gobierno la fulgurante cifra de 2021? La pregunta no tendrá respuestas sino hasta el momento de los hechos, pero carece de relevancia por cuanto no se plebiscita la figura del gobernador. Valdés no es candidato y si el oficialismo experimenta una merma en su cosecha, una razón lógica será la ausencia del referente más taquillero en las boletas.
Lo central es que reina una sensación de solvencia en la intimidad de Salta y Mayo. Lo que no quiere decir de soberbia o triunfalismo.
De hecho, hay un esfuerzo por evitar las tendencias epicúreas, de modo que la consigna de los sentados a la mesa del poder pasa por bajar el perfil, disminuir el tono de las discusiones y dejar que la confianza ciudadana fluya hacia los almácigos de ECO por efecto gravedad, sin más incentivos que un Estado eficiente, cronogramas salariales garantizados, aumentos antiinflacionarios y programas de crecimiento basados en la participación público-privada.
La oposición poco puede hacer contra ese parapeto de fortalezas. El senador Camau Espínola juega en las ligas nacionales como un satélite del peronismo centrista (acaba de romper el bloque para quitarle a Cristina la primera minoría del cuerpo), el fallecimiento de Fabián Ríos significó un golpe duro para cuadros medios que hoy flotan líberos en un firmamento sin conductores, Pitín Aragón hace la suya con el criterio endogámico de siempre y Canteros intenta reeditar la triquiñuela de hace 10 años, cuando se valió del mecenazgo de José Manuel de la Sota para acompañar a Ricardo Colombi.
El exvice, que nunca fue digerido por los peronistas de base, comenzó a moverse en busca de una quijotada. Se fue hasta Brasilia para sacarse una foto al lado del embajador Daniel Scioli, con la ilusión de que el presidente Alberto Fernández unja al exmotonauta como su sucesor.
Podría pasar. De hecho, la política es el arte de lo posible, pero todo tiene un límite.
Scioli tendrá su plafón entre los moderados del PJ, pero cualquiera que compita con la bendición de Alberto recibirá, por carácter transitivo, el desprecio de una abrumadora mayoría de argentinos. Y si así fuera, los beneficiarios directos de un error estratégico tan burdo serán los maquinistas de Juntos por el Cambio.
El gobernador correntino entre ellos, que además puede darse el lujo de contemplar los acontecimientos sin sufrir el desgaste de la refriega. Hace ya tiempo que el motor de la alianza ECO-Vamos Corrientes reemplazó las piezas agotadas. Salió Canteros. Entró Braillard. Y está listo para despegar.