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Pago Largo: Corrientes y su amor a la libertad

Por Juan Carlos Raffo
Especial para El Litoral

Corría el año 1839 y el 31 de marzo se producía la Batalla de Pago Largo, sin duda, una de las jornadas más tristes que recuerda nuestra historia provincial y nacional, pero a la vez ha sido un mojón de heroísmo que marcó a fuego las luchas de Corrientes por la libertad, la organización nacional y la soberanía de nuestro país todo. El río de la Plata y la Argentina de hoy debe a Corrientes que a los 71 años, al cumplirse el Centenario de la Patria, hayamos ocupado el tercer lugar del mundo en términos económicos. 
El sur de la provincia y en particular el departamento de Curuzú Cuatiá, es el escenario en el que las tropas del coronel Genaro Berón de Astrada descansaban desde el día 29, luego de la movilización que había efectuado el gobernador al frente de las mismas, para situarse en ese punto de la provincia. 
El gobierno de Corrientes había efectuado una alianza con el presidente del Uruguay, general Fructuoso Rivera, pero finalmente los orientales no pudieron aportar nada desde el punto de vista militar.
Por entonces, Francia mantenía el bloqueo económico en respuesta a la Ley de Aduanas dictada por Rosas, la que favorecía a los ingleses en perjuicio de los franceses; y precisamente esta situación fue el detonante, ya que Berón de Astrada, dada la asfixiante situación económica que sufría Corrientes, negocia directamente con los franceses, al igual que los santafesinos.
El gobierno de Francia, para levantar el bloqueo, exige al gobernador de Corrientes que debía desligarse de la política dictada por Juan Manuel de Rosas y que los ciudadanos franceses fueran tratados en suelo correntino, como los de la nación más favorecida. 
Berón de Astrada ya estaba jugado y esto lo llevó a dictar el 6 de de marzo la declaración de guerra contra el gobernador de Buenos Aires, quien manejaba las Relaciones Exteriores por delegación del resto de las provincias. Argentina no era un país y mucho menos una nación. 
Esta actitud de Corrientes, sumada a la iniciativa de Berón de Astrada de dictar una nueva Constitución Provincial en Corrientes, llevó al gobernador de Buenos Aires a ordenar a su lugarteniente, el gobernador de Entre Ríos Pascual Echagüe, a que invada Corrientes, ataque y arrase con todo lo que se le anteponga en su camino. Uno de sus principales oficiales era el joven Justo José de Urquiza.     Echagüe acampó el 30 de marzo a orillas del arroyo Basualdo y sus fuerzas aguerridas y disciplinadas ascendían a 6.000 soldados conducidos por jefes competentes. Los entrerrianos avanzaron en tres columnas: una comandada por Urquiza, la segunda por Servando Gómez (uruguayo) y la restante por el mismo Echagüe. 
El ejército correntino estaba integrado por 4.500 hombres, casi en su totalidad eran inexpertos reclutas y oficiales improvisados, que en su gran mayoría ni uniformes tenían. Llevaban como única divisa una cinta celeste y blanca con la inscripción “Ejército Libertador” y entre otros jefes actuaron junto al gobernador: Manuel Vicente Ramírez, López Chico, Manuel Olazábal (el amigo de San Martín en el cruce de Los Andes) y Tiburcio Rolón.
En la madrugada del 31 de marzo de ese año 1839 el gobernador de Corrientes Genaro Berón de Astrada, sereno y entusiasta, a la vez que con la grandeza profunda de su causa, con fe intensa en la justicia y en la razón que lo acompañaban, recorrió montado en su caballo bayo el frente de sus tropas arengándolas con frases ardientes y breves.
Desplegadas las fuerzas combatientes avanzaron los correntinos con más bríos que táctica militar. Echagüe contraatacó con sus regimientos bien armados y Urquiza entró por la izquierda resultando batida la caballería de Corrientes. Aquello fue un entrevero de lanzas, espadas, fusiles y de chuzas durante cinco horas infernales. 
El coronel Manuel de Olazábal, que fuera la espada que acompañó a San Martín en su cruzada libertadora y que, opositor de Rosas, se pasó a Corrientes con su familia, participó de la matanza y se retiró apresuradamente del campo de batalla siguiendo a sus desbandadas fuerzas. López Chico y Ramírez hicieron otro tanto, sin que la reserva que se encontraba a retaguardia entrara en la lucha. 
El batallón de Rebajados luchó denodadamente contra los indios auxiliares chaqueños del ejército entrerriano. A su vez, Berón de Astrada se batió heroicamente con sus Granaderos a Caballo y según la tradición, cuando se le aconsejó que huyera porque ya no había esperanza de frenar la derrota, contestó al capitán Justino Silva: “Seguid vosotros, yo he venido a vencer o morir”. La muerte fue lo que halló, aunque las versiones de cómo la halló han sido diferentes.
Dieciocho lanzazos recibe el cuerpo de Berón de Astrada, al que habían arrancado una oreja y cortado una lonja de piel de cuatro centímetros de ancho de la espalda, desde la nuca hasta los muslos. Un humilde sacerdote resolvió la situación, arriesgó su vida y seccionó el cuerpo del mártir, conduciéndolo en una bolsa desde Curuzú Cuatiá a Corrientes, llevándoselo a sus hermanas.
Murieron 1.960 correntinos, incluso 80 jefes y oficiales; cayeron 800 prisioneros que fueron degollados, se perdió el archivo de Berón de Astrada, un estandarte, 6 carretas y 4.000 caballos. Luego del combate vino el degüello de los prisioneros, 1.250 fueron tomados prisioneros, de los cuales 800 fueron muertos y sólo quedaron con vida 450.
“...Y en los llanos de Pago Largo, Corrientes es vencida en una de las batallas más sangrientas que recuerde la historia argentina”, dijo Manuel Florencio Mantilla. “Corrientes fue vencida y enlutada, pero no sus hijos que allí murieron, porque no hay victoria que iguale los lauros del martirio, y el que sella su causa con la vida se impone y vence a la muerte misma”.

El campo de Pago Largo hoy
Está transformado por el hombre y por la naturaleza lo que fue el campo del sacrificio. Cercados y montes le han quitado su antiguo aspecto; sólo una cruz hay que sirve para señalarlo, puesta en alto, embutida en el tronco de un grueso espinillo, cortado ex profeso para contenerla. Sin leyenda, parecida a la célebre con que Esparta distinguió la tumba común de los soldados de Leónidas, esa cruz es, sin embargo, el símbolo perfecto del suceso que conmemora: el martirio por la redención de la Patria. 
“Tosca de construcción y en madera trabajada de ñandubay, la dureza de ésta y la imperfección de la obra representa el temple de las almas y la falta de instrucción militar de los soldados que allí perecieron: doble hecho que realza el heroísmo con que pelearon y murieron.” 
Dice Mantilla: “Larga fila se formó en el centro del ejército vencedor; los verdugos al frente de ella, con sus cuchillos desenvainados, esperaban a las víctimas con satánica sonrisa en sus labios. Un grupo de jefes y oficiales presidía el acto. Para terminar pronto la ejecución, la línea de formación fue dividida en secciones, cada una de las cuales estaba a cargo de un oficial.”
“La matanza empezó. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve...¡diez!, decía el oficial y sacaba al desgraciado de los pelos, lo entregaba al degollador y éste le cortaba la cabeza en el acto; luego continuaba aquel su cuenta, separaba nueva víctima y otra cabeza rodaba por el suelo...”
“Uno de aquellos soldados, creyente sin duda en el Milagro de la Cruz, muy popular en Corrientes, hizo promesa de levantar una cruz si escapaba al terrible número diez; y el número de muerte cayó a su lado...”.
“Los prisioneros salvados fueron incorporados a los cuerpos del ejército de Echagüe y llevados luego a Entre Ríos. Muchos de ellos desertaron, siendo de esos el de la promesa.”
“La invasión de Lavalle y el nuevo levantamiento de Corrientes en octubre de 1839, llevaron a las filas de combatientes a los derrotados en Pago Largo. No faltó a la cita el deudor de la cruz, Victorio Gaúna. Alistado en uno de los cuerpos de caballería, hizo toda la campaña que regó de sangre correntina la vasta extensión de la república, alcanzando el grado de sargento.”
 “Después de Famaillá, los restos de tropa correntina cruzaron en dos grupos por el Chaco en larga travesía. Tuvieron tiempo de incorporarse al Ejército de Reserva antes de la batalla de Caá Guazú. Luego, Gaúna se encontró en el desastre de Arroyo Grande, donde son deshechos. El sargento emigró al Brasil. Allí vivió de su oficio de carpintero hasta que Joaquín Madariaga cruzó a libertar nuevamente a Corrientes del yugo de la tiranía.”
“El veterano se estableció en Paso de los Libres, fundado para eternizar el pasaje de los 108 y montó un modesto taller de carpintería. Fiel a su promesa y fresca la memoria de la diezmada, fue esa cruz su primera obra. Terminada, el veterano se trasladó a su Curuzú Cuatiá natal en busca de un compañero de armas, y ambos la condujeron a pie hasta el que fue campo de batalla. Parecían dos creyentes que iban en peregrinación al lugar sagrado. Recorrieron todo el camino con profunda tristeza. Cada objeto, cada detalle les representaba un hecho amargo. El cuadro no había cambiado aún de fisonomía: estaba como el 31 de marzo de 1839.”
“El paraje donde debía ser levantada la cruz fue motivo de reflexiones, resolviéndose al fin ponerla en lo alto. El sargento serruchó un grueso espinillo en cuyo tronco abrió un buraco para embutir el pie de la cruz bien asegurado. Y él y su compañero hicieron preces por las almas de los muertos”.
“¡Al fin, mi amigo (chamigo habrá dicho), he cumplido mi promesa sagrada!, dijo don Victorio Gaúna a su acompañante.”
“La cruz de Pago Largo existe y también don Victorio existe, vigoroso todavía, a pesar de sus ochenta años. Cuando su hijo político, el coronel Manuel I. Reyna le hace bromas al noble viejo por no haber ascendido más que a sargento 1º, éste le contesta lleno de orgullo:  ¡Un sargento de los ejércitos libertadores de Corrientes tiene más glorias que vosotros, jefes de hoy!”.
 “Tiene la cruz unos cuatro metros de altura aproximadamente. El tiempo ha dado a la madera un color ceniciento oscuro.” 
“En torno de ella existen varias crucecitas y un destruido cerco de palo a pique. Victorio Gaúna nació en 1814 y murió en Curuzú Cuatiá el 24 de agosto de 1899”. 
“Vivió 82 años y durante ellos realizó diversas e intensas actividades agropecuarias y hasta industriales. Un día, cercana ya su muerte, llamó a sus íntimos y les entregó una extensa carta autógrafa, expresión de desahogo de un angustioso estado espiritual que había hecho ya profunda crisis en su férreo carácter. Con aquella hizo entrega del crucero de la cruz de Pago Largo y el bastón que usara toda su vida don Victorio Gaúna. Al entregar ambos objetos, dijo que lo hacía como un homenaje al valor de los correntinos, agregando que si alguna vez se resolvía desprenderse de los mismos, los donaran al Museo Histórico de Corrientes.” 
“La cruz de ñandubay, en el crucero, tiene una inscripción clara, al parecer hecha con punzón, que dice: “Aquí yacen las cenizas de las víctimas del Pago Largo, el 31 de Marzo de 1839”.

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