La historia del Lamborghini Gallardo, superauto de origen italiano que pasó por Corrientes hace cuatro días en una plancha de auxilio mecánico, era algo así como la “crónica de un secuestro anunciado”, ya que el singular vehículo carecía de un formulario indispensable para surcar las rutas como carga: el permiso de importación temporal expedido por la Dirección Nacional de Aduanas.
Estaba cantado que al pasar por algún control caminero lo iban a controlar al detalle y nada implica que por haber superado puestos previos algún dispositivo de Gendarmería no decida actuar más adelante, como finalmente ocurrió. Los agentes camineros de la policía fronteriza argentina están intercomunicados y suelen advertirse mutuamente cuando un cargamento sospechoso se aproxima.
Fue lo que sucedió en el control permanente que posee el Escuadrón 51 con asiento en Resistencia. El pasado martes, luego de trasponer el puente sobre un camión de transporte del Automóvil Club Argentino, el lujoso deportivo con patente paraguaya fue demorado por los efectivos situados en inmediaciones de la estación de peaje, donde el centinela de turno solicitó la entrega de documentación avalatoria.
Lo que buscaba el Gendarme, además de las identificaciones oficiales expedidas por el país donde se halla radicado el vehículo, era el permiso de importación temporaria, un requisito que todos los ciudadanos argentinos o extranjeros deben cumplir cuando introducen (por un tiempo limitado) un bien de consumo o de capital al territorio nacional.
El “Lambo” salió de Punta del Este, donde había sido sometido a reparaciones, para regresar a Asunción, su lugar de residencia legal. El camino elegido por el propietario, hijo de un exsenador y empresario del país guaraní, fue la ruta nacional 14 por Entre Ríos y luego por Corrientes, donde el valioso convertible recorrió además las rutas 119, 123 y 12.
Ya sobre avenidas Independencia, Ferré y Tres de Abril, atrajo todas las miradas de los transeúntes: celeste cielo, reluciente, techo de lona plegadizo, neumáticos de perfil bajo y el escudo taurino de Lamborghini estampado en su carrocería. Algo muy difícil de ver en Corrientes y en la región.
El otro detalle que motivó el secuestro preventivo del vehículo fue que el conductor de la grúa que lo transportaba (obviamente) no era el titular del Lamborghini, con lo cual no había posibilidad de constatar si el dueño (el ciudadano paraguayo Mathias Jaeggli) había gestionado el trámite exigido por el artículo 970 del Código Aduanero argentino.
La pregunta a todo esto es: ¿Por qué a diario se observan automóviles y camiones de origen paraguayo (y de otros países) circulando por rutas argentinas, en toda la extensión del mapa nacional y el Lamborghini terminó secuestrado? La respuesta es porque los vehículos de turistas o de cargas cruzan la frontera andando por sus propios medios, con lo cual cumplen con el requisito de circulación con estadía permitida de hasta 90 días en suelo argentino.
El punto es que el Lamborghini Gallardo no entró al país circulando sobre sus ruedas, sino arriba de un camión de auxilio mecánico. Es decir, como un cargamento de origen importado. Distinta hubiera sido la historia si su propietario decidía hacerse a la ruta para hacer el viaje en marcha, algo riesgoso para la integridad mecánica del bello “Spyder” que ahora reposa en un corralón de Resistencia, ya que las carreteras de esta parte del país, ahuelladas y desparejas, no están adaptadas al despeje mínimo que caracteriza a este tipo de vehículos: solamente una distancia de 10 a 15 centímetros lo separa del suelo.