Gloria Romero es una madre chaqueña. Una madre destrozada que busca a su hija Cecilia Strzyzowski, desaparecida desde el 2 de junio de 2023 y posiblemente asesinada por su pareja César Sena y sus suegros Marcela Acuña y Emerenciano Sena, todos miembros del llamado clan Sena: una organización familiar, piquetera y política con la actuación en la provincia del Chaco.
Los tres están detenidos e imputados como coautores de planear y ejecutar el homicidio de Cecilia, hace hoy exactamente un mes, mientras que los cuatro asistentes del matrimonio de piqueteros, Gustavo Obregón, Fabiana González, Gustavo Melgarejo y Griselda Reinoso, fueron acusados de encubrimiento agravado.
Esta es una nota de acompañamiento, pero también un grito de justicia, aún en medio de tanto dolor. Es parte del ciclo de entrevistas multiplataformas Eduardo Ledesma Pregunta, que se emite originalmente los martes, pero que se emitirá hoy, a modo de adelanto, a partir de las 20, luego de la marcha interprovincial pidiendo justicia por Cecilia, prevista para las 14.30.
Fue en ese marco que Gloria Romero, mientras agradecía el apoyo del pueblo correntino, reveló que en la tercera marcha, que ocurrió el domingo pasado, una familia correntina le acercó una imagen de la Virgen de Itatí. “Me llevaron una Virgen de Itatí, porque mi Monita era muy devota de la Virgencita de Itatí. Así que, es más, si quedó algún pedacito de ella, yo quiero que descanse allá en Itatí. Quisiera ponerla en una urnita y dejarla allí, para que la Virgen la cuide”.
—El de Cecilia es el caso más resonante e impactante no solamente para el Chaco…
—Está visto que para el país y el mundo, porque fue una trampa, porque no existían los pasajes ni el trabajo en el sur, o sea durante diez días ellos estuvieron preparando una trampa para matar a mi hija.
—¿Por qué?
—No lo sé. Seguramente mi hija vio algo o sabía algo. Mi hija era técnica en Informática y tres semanas antes del asesinato había empezado a manejar las redes de la suegra (Marcela Acuña). Y mi hija tenía una maña muy fea: agarraba un teléfono y todo lo que estaba eliminado lo recuperaba. Ella era muy curiosa, así que yo digo: ¿No será que esas manitos dañinas -como yo le decía, manitos dañinas de monito- se metió donde se no tenía que meter? Porque es muy raro preparar un viaje para matar a una persona. Me parece muy raro.
—¿Qué se sabe de la causa hasta ahora?
—Lo que se sabe de la causa es que trataron de desviar el lugar, o sea, lo último que se sabe de ella es que entró en esa casa y no salió por sus medios. Después trataron de plantar el lugar donde supuestamente la vieron, donde supuestamente el casero dijo que la había visto amordazada.
—Todo descartado ya.
—Todo descartado. Plantaron acá un lugar, se echaron la culpa unos a otros, el cura que dijo en secreto de confesión que supuestamente César no le iba a perdonar a la madre, pero el sábado estuvo haciendo campaña política sonriendo con los arañazos de Cecilia en el cuello. O sea, son cosas muy dibujadas, muy plantadas, como si fuera una trama de una película. Marcela Acuña que dice: “Entré, vi un cuerpo y me fui a comer un guiso. Y le dije al chofer que arregle el cuerpo”. El chofer que dice: “Me dijo que me deshaga del cuerpo”, como si fuera algo natural. O sea, está sacado de una película narco. Creo que ni a Pablo Escobar se le ocurriría… Falta que digan “plata o plomo”.
—¿Qué fue lo más difícil hasta este momento?
—Yo traté de apagar los canales de televisión, pero igual entrás a internet y Cecilia es lo más buscado. Así que ver las hipótesis por televisión fue muy fuerte. Que la descuartizaron, que la dieron de comer a los chanchos, que la hicieron chorizo y vendieron los chorizos, porque encima hay un video de Emerenciano Sena haciendo chorizos. La descuartizaron y la quemaron y la desparramaron en distintos lugares…
—Usted veía eso por los medios, y después tuvo que reconocer las pertenencias.
—Exactamente. Yo ya estaba preparada para ciertas cosas, como el cintillo y todo eso porque lo había visto en una foto que andaba en internet, así que yo ya me había preparado psicológicamente. No es la mejor manera de enterarte, pero…
—Ya volvemos allí, pero días antes usted daba una nota para la televisión cuando evidentemente alguien de la Justicia le dijo que su hija falleció.
—No. No me dijeron. Estábamos en una reunión en Casa de Gobierno con la cúpula de la policía. Yo me puse a llorar como toda madre y les dije que lo único que quería es que encontraran a mi hija. Y si está muerta, que me trajeran el cuerpo. Entonces se levanta alguien de la policía, me agarra la mano, me mira y me dice: “Yo te prometo que te voy a traer el cuerpo de tu hija”. Cuando esa persona me dijo eso, yo supe que estaban buscando un cuerpo.
—Después viene este otro momento, el de las pertenencias.
—Ya estaba preparada, pero el viernes (23 de junio) yo fui reconociendo cada cosa, a simple vista ciertas cosas, sobre todo el cintillo. Ella siempre se quejaba de que el cintillo, a pesar de que ella le dio el anillo a César para que sacara la medida, le hicieron grande, entonces tenía que usar una aliancita por delante para que no se le cayera el cintillo, porque tenía deditos muy finitos, muy pequeñitos, por eso le decíamos “manito de monito”. Voy reconociendo esto, lo otro, y de repente aparece un trozo quemado del último buzo, el que tenía puesto cuando le di el último abrazo y ahí me quebré. Fue como ver quemada mi hija. Ese buzo es la última imagen que yo tengo de mi hija, el último abrazo.
—Hasta ahora se realizaron tres marchas. Las últimas dos, muy masivas…
—Multitudinarias, sí. La gente me apoyó muchísimo y se lo agradezco a la gente porque se ha portado de una forma… De todos lados me llaman: de Berlín, Montevideo, Chile, Brasil, Honduras, España, Italia. No hay lugar donde Cecilia no sea un símbolo de justicia. Por lo tanto, el acompañamiento de la comunidad está.
—¿Siente lo mismo con relación a las autoridades?
—Al principio, yo sentí que las autoridades me estuvieron boludeando. Me llamaron a una reunión donde supuestamente el fiscal me iba a explicar y el único que no estaba era el fiscal. Ese día me pusieron la cabeza del fiscal en bandeja porque supuestamente todo era culpa de él.
—¿Ahora está bien asesorada?
—Mire, la gente esta es tan brava, tan jodida, que hasta me plantaron al padre de Cecilia. Yo estoy divorciada hace 24 años y hace 24 años que yo no le veía la cara al padre. Jamás puso la cuota de alimento ni nada, pero de repente tenía mucho interés. Yo pensé que, bueno, es la hija, aunque no la haya visto nunca, es la hija. No. Había sido que él tiene un proceso por el cual todavía tiene arresto domiciliario, por lavado de activos para un testaferro de esa gente (la familia Acuña-Sena). Y hay un audio de Patricia Acuña (hermana de Marcela) pidiendo hablar con él en privado, así que hasta eso son capaces de hacer. Negaron a mi hija, negaron la relación, el matrimonio, dijeron que no la vieron cuando las cámaras en el último lugar donde la captan con vida es al entrar a la casa de Acuña. Después Acuña niega que ella hizo algo. Y César le echa la culpa a la madre. Emerenciano supuestamente no vio nada porque no estaba, pero Acuña en su declaración dice que lo levantó de la cama. Tal vez la cama la tenía afuera entonces, en la vereda.
—¿Y ahora cree en los fiscales?
—Yo les creo. Sobre todo al Pato Gómez yo le creo, pero también le creí a César y mi hija está muerta.
—¿Cómo era Cecilia?
—Era una comedia bizarra. Era muy “Susanita”. Todos le decían “la Susanita bebé”. Desde muy chiquita le gustó el baile, aprendió a bailar usando pañales. Le gustaba la música y el cine, todo tipo de películas. A los 11 años fue chef. Hizo de todo. Estudió inglés. Todas las cosas que se te ocurren hacía. Era profesora de yoga, maestra de reiki. Creía en la reencarnación, en el karma. Por eso soy pacifista: porque ella siempre decía que si alguien te pega, le tenés que dar una flor, porque en la otra vida vas a pagar lo que hagas. Siempre me decía: “Mamá, en la otra vida quiero ser tu mamá, para darte los abrazos que no te dieron y para protegerte”…
—¿Cómo era de carácter?
—Muy alegre. Se levantaba y hacía chistes 24/7. Es más, si mi hija estuviera acá, estaría haciendo chistes sobre su muerte. Diría: “No comas chorizo”. Te juro, porque tenía debilidad por el humor negro.
—¿Y el baile?
—Era todo para ella. Ella quería ser coreógrafa y llegar al programa de Marcelo Tinelli. “Hasta Tinelli y el Maipo no paro”, decía, como Zulma Lobato. Después era refutbolera, de Boca, bostera, y yo soy de River, así que éramos un clásico. Y después los mundiales: era loca por el Mundial y me decía: “El próximo mundial, mami, empezá a ahorrar y vamos juntas”.
—Quería ser mamá.
—Quería ser mamá, quería casarse en la playa… Siempre me decía: “Mami, quiero ser Flash (porque le gustaban los cómics) porque decía que a ella no le daba el tiempo para hacer todo lo que quería hacer (pintura, dibujo, danza, tocar el violín. “Yo quiero hacer todo”, decía, “el problema es que no tengo tiempo”. Capaz que sabía que no tenía tiempo.
—¿En qué cree que le afectó el caso y cómo cree que va a ser su vida de aquí en más?
—Me arrancaron el corazón. No puedo sentir más nada. Lo único que siento es un grito, un calor así, en el pecho, de un grito de justicia. Yo no quiero venganza. Yo quiero justicia. Yo quiero terminar con la impunidad. Ni siquiera quiero este dolor para Acuña. Yo le ruego a Dios que le proteja a los hijos y que nunca pase por esto. Me arrancaron la vida. Me siento seca por dentro.
—¿Qué es lo que más desea saber hoy de Cecilia?
—Cómo fue. Parece un poco morboso, pero sí, quiero saber cómo fue: si la lastimaron mucho, si sufrió mucho o si fue rápido. Es lo que más quisiera: que haya sido rápido.
—Hoy se cumple un mes de la muerte de Cecilia
—Sí, y vamos a hacer el abrazo interprovincial Corrientes y Chaco (a partir de las 14.30), porque Corrientes siempre te ayuda: “Corrientes tiene payé y siempre te va a ayudar” .
(Eduardo Ledesma)