Jannik Sinner volvió a demostrar por qué es el número uno del mundo y se consagró campeón de Wimbledon. El italiano se impuso por 4-6, 6-4, 6-4 y 6-4 sobre el español Carlos Alcaraz y alzó por primera vez el Grand Slam inglés y el cuarto en su carrera. Ya había ganado dos veces el Australian Open (2024 y 2025) y una vez el US Open (2024).
Sinner se sintió en el pasto inglés como en su hábitat natural y no le dio chances a un español que desde el primer set no logró más tener el dominio del partido. Con su revés paralelo y su precisión desde el fondo, Sinner dominó y en el tercer game del cuarto parcial encontró el quiebre que terminaría por darle la ventaja definitiva.
En el primer parcial, Alcaraz remontó un quiebre que lo había dejado 2-4 y con cuatro games al hilo selló la primera ventaja por 6-4. El nacido en San Cándido -al norte de Italia- 23 años atrás, comenzó el duelo con mayor regularidad en el juego y sin conceder chances. Pero en una ráfaga, el ibérico apeló a su precisión desde el fondo de la cancha, varió con tiros cortos y no falló en cada una de las pocas oportunidades que le ofreció el rival para quedarse con la manga inicial en 45 minutos.
La segunda manga comenzó con un golpe al mentón de Sinner. En el primer game, se quedó con el servicio de Alcaraz y quedó arriba en el marcador para no bajarse más de ese lugar. El italiano no concedió chances de quiebre durante todo el set y mostró una soltura que sorprendió al español, que le permitió igualar el match con otro 6-4.
La paridad imperó a lo largo del tercer parcial hasta el décimo juego. Tras nueve games en los que se impusieron ambos tenistas desde la línea de saque, Sinner aprovechó la oportunidad de quiebre que le brindó Alcaraz para quedar 5-4 arriba en el marcador. En su turno, el líder del ranking no dejó pasar el momento y volvió a imponerse con un 6-4 que lo aproximó a su primera coronación en el más tradicional de los torneos de tenis.
Este fue el segundo enfrentamiento en una final de Grand Slam entre ambos, reeditando la batalla épica que protagonizaron hace apenas unas semanas en la arcilla de Roland Garros. Son los herederos, los jugadores destinados a dominar el circuito durante la próxima década, y su rivalidad, una mezcla de potencia, talento y respeto mutuo, ya se convirtió en el nuevo gran clásico del deporte blanco. La final de Wimbledon 2025 no fue solo un partido; fue la confirmación de una nueva era.