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¿Usado full o cero kilómetro base? La gran grieta a la hora de elegir auto

Por el mismo dinero con que una persona puede adquirir un auto cero kilómetro de tamaño compacto y menor equipamiento, podría acceder a un producto superior en materia de confort y seguridad en el mercado de usados. Una duda existencial que divide aguas entre los compradores, en un informe que busca desentrañar las ventajas de una y otra opción. 

El mundo de los autos hay muchas grietas. Entre europeos y americanos, entre modernos y vintage, entre eléctricos y térmicos… Pero la más profunda diferencia se manifiesta a la hora de evaluar cuál comprar, pues siempre habrá quien prefiera un cero kilómetro basado en la teoría de que tal inversión garantiza que no se padecerán problemas mecánicos durante una buena cantidad de años, así como –en vereda opuesta– siempre habrá quien prefiera comprar un usado en buenas condiciones para subir a un segmento superior sin erogaciones injustificadas.

La dicotomía suele plantearse conforme la pregunta ¿Cero kilómetros básicos?, o mediano usado con equipamiento full? La verdad es que no hay una respuesta categórica, aunque existen buenos argumentos de ambas partes, dado que para muchos no hay mayor placer automovilístico que inaugurar una unidad con los asientos enfundados en los plásticos protectores de fábrica, mientras que para otros usuarios menos quisquillosos el “olor a nuevo” no vale la diferencia de precio que un cliente se puede ahorrar en el mercado de segunda mano.

Para ejemplificar la situación habremos de abordar la siguiente situación: el usuario A está a punto de darse el gran gusto de estrenar un Peugeot 208 Feline Tiptronic (caja automática) por 15 millones de pesos, mientras que B, enterado de la decisión de su amigo A, advierte que con ese dinero podría hacerse de un precioso Toyota Corolla XEI con caja automática CVT y sólo 39.000 kilómetros, por el que piden 14 millones, con lo cual quedaría un millón restante para cubrir los gastos de transferencia.

¿En qué posición se ubica el lector? ¿El compacto de la marca francesa, a estrenar, o el mediano de la marca japonesa, con tres años de buen uso y certificaciones de services realizados en agencia oficial? El que suscribe este informe se inclina por la segunda alternativa, en razón de factores que siempre son valorados cuando de sumar kilómetros se trata: la amplitud interior, la habitabilidad trasera, el espacio para equipaje, el plus de una marca con la buena fama que ganó Toyota gracias a la confiabilidad de sus productos y el excelente servicio post venta en su red de concesionarios, entre otros.

El 208 es el compacto de moda. Un auto joven que se promociona en como la transición de la post adolescencia a la adultez treintañera, en la que se presupone que los consumidores priorizan elementos como la estética, el nervio deportivo (aunque el 1.6 del Peugeot no descolle en ese apartado) y la realidad de que la soltería sigue siendo el estado civil predominante entre los potenciales compradores del producto de origen francés fabricado en nuestro país por la multinacional Stellantis.

Surge el prejuicio de que “el Corolla es un auto de viejos”, pero la verdad es que ante la posibilidad de viajar en un hábitat confortable y equipamiento con aspiraciones de alta gama, muchos jóvenes estarían dispuestos a renunciar a las ventajas citadinas  y (subjetivamente) seductoras del auto chico. Pasa que muchas veces no se dan la oportunidad de probar los modelos, algo que por lo general el consumidor comprende después de haber comprado un auto que –al final de cuentas- no era lo que pensaba.

Existen en las concesionarias tanto de cero kilómetros como de usados las unidades disponibles para test-drive. La famosa prueba de manejo es muy utilizada en otros países con mayor capacidad de consumo, pero en la Argentina es una posibilidad a la que se puede apelar mediante el buen diálogo con el vendedor. En especial si quien está por realizar una erogación tan importante (15 millones de pesos no son poca cosa aunque la moneda nacional esté devaluada), dado que siempre dar unas vueltas previas al volante del vehículo deseado ayudará a tomar la decisión correcta.

Al final de cuentas, la voluntad final estará en el fuero íntimo del cliente, quien deberá tomar conciencia de que no siempre un auto cero elimina el riesgo de caer en el mecánico a los pocos meses de haberlo adquirido, un peligro quizás menos probable pero presente y acrecentable en caso de superposición con otra desventaja: la ausencia del repuesto necesario para eliminar la falla declarada por el escáner.

Es que la totalidad de los autos que se ofrecen en el país (aun los de fabricación nacional) incluyen componentes importados que no siempre se hallan en las existencias del servicio oficial (obligatorio para no perder la garantía), con lo cual puede darse el caso de que nuestra flamante máquina quede literalmente “colgada” del elevador durante un par de semanas a la espera del componente faltante. En este ítem, abrimos corchetes para mencionar el aspecto del mantenimiento, ya que los modelos más amortizados suelen representar un costo inferior a la hora de costear un cambio de lubricantes. Y si hablamos de pagar un seguro, también ganan los usados: más años tiene al auto, menos cotizada será la prima.

La estadística de posibilidades de desperfectos se acrecienta a medida que un auto va entrando en años y ganando kilómetros, pero cuando de modelos medianos o grandes se trata (en especial si son de las marcas consagradas) las roturas y fallas, lisa y llanamente, no suceden con la frecuencia con que se presentan en un auto chico. Es un fenómeno que tiene que ver con la solidez estructural de los vehículos pensados para una vida útil más larga (aunque ya no se fabriquen autos eternos como en los años 50 o 60), pero también se relaciona con el estilo de manejo. Si el conductor es de “pie pesado” (como se dice en el argot), puede que el tren delantero de un 208 dure mucho menos que el de un Corolla tres años más viejo.

La decisión final estará siempre en el usuario y lo que este informe buscó fue aportar elementos de reflexión para sopesar las ventajas y desventajas de un lado y otro de la grieta. El mejor auto, después de todo, será aquel que nos haga felices, aunque sea por un tiempo.

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Seguridad, una arista inobservada

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Es decir, la capacidad del auto para comportarse correctamente en un despiste y la protección que ofrecerá a sus ocupantes en caso de choque. 
En ese apartado tiene mucha incidencia la tecnología aplicada a los frenos antibloqueo, el control de estabilidad y el número de airbags, pero los autos más grandes siempre tendrán la ventaja de una fortaleza estructural superior. Incluso, si se incrementan las posibilidades de salir ilesos en una colisión frontal o en un vuelco, la opción de una camioneta moderna se ubica entre las mejores alternativas. Solamente es cuestión de observar las estadísticas de siniestralidad en las complicadas rutas argentinas.