En una dura carta de dos páginas dirigida al presidente de la Sociedad Rural Argentina (SRA), un hombre también del mundo del campo y ex funcionario del menemismo, Manuel García Solá, apuntó contra esa entidad por llevarlo a renunciar a su cargo ad honorem en el directorio del Conicet, organismo del que hasta este miércoles era miembro en representación de la “pata productiva” que le corresponde a la mesa de enlace del campo. La razón de fondo, explicó a Clarín, fueron sus críticas al filtro que el Gobierno pretende imponer en las altas de nuevos investigadores científicos, “una preocupación por cierto sesgo de persecución político-ideológica que está tomando la conducción”, describió.
Esa “conducción” es la Secretaría de Innovación, Ciencia y Tecnología Productiva, organismo dependiente de la Jefatura de Gabinete de Ministros. Fueron unos dichos de quien conduce esa área, Guillermo Francos, los que encendieron la chispa de este revuelo, difundido a partir de una entrevista que García Solá mantuvo este viernes con Jairo Straccia en Radio con vos.
Para entender el problema (su salida del Conicet y la carta enviada a la Sociedad Rural), el abogado miembro de la SRA y ex ministro de Educación (muy ligado a Susana Decibe) durante el final del menemismo, recomendó mirar las 1.738 páginas de la versión taquigráfica del primer informe de gestión del Gobierno, presentado el 4 de septiembre por Guillermo Francos ante el Congreso. Sugirió focalizar en la pregunta 177, cuando se le consulta al jefe de Gabinete por las complicaciones en el adecuado funcionamiento (casi frenado, a falta de presupuesto para el sector) del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).
Breve y conciso, Francos arrancó informando que “el total de ingresos a la (Carrera del Investigador Científico) CIC y a la (Carrera de Personal de Apoyo) CPA recomendados al 10/12/23, corresponde a 845”.
Lo llamativo no es eso: los ingresos anuales a Carrera del Investigador constituyen un dato público difundido e históricamente oscilante, según el grosor de la política científica del gobierno de turno. La novedad, en cambio, fueron unos “peros” que sumó el jefe de Gabinete.