En visita a El Litoral, y a 43 años de aquel anecdótico episodio, “el soldado chamamé” confiesa su origen chaqueño (de Ciervo Petiso, a 125 kilómetros de Resistencia, la capital de la provincia), pero con fuerte influencia de un tronco principal que forjaron sus cuatro abuelos correntinos (abuela partera, de Bella Vista, abuelo de Mercedes, ambos por parte de padre; los maternos, de Monte Caseros). “Hay cosas que uno desgraciadamente descubre de grande”, dice en una charla profunda donde su concepción de agradecimiento a la vida es permanente.
“Tuve el privilegio de convertirme en un andador de caminos pisando la huella de un grande, Jorge Cafrune, que en la década del 60’ pasó por Resistencia y me llevó a recorrer el país. Arrancamos en Corrientes e hicimos el interior, Mercedes, Curuzú Cuatiá, Goya. Yo llevaba mi guitarra y ponía el toque de humor, pero Jorge me prestaba su público. Cómo no voy a estar agradecido con semejante gesto altruista”, rememora, mientras con las manos va señalando lugares, como si el mapa geográfico estuviera en el aire, cerca de la memoria.
“Recorrí el país, fui a Francia y volví sin marearme por un éxito que jamás me deslumbró. En Trenque Lauquen un día nos separamos. ‘Ya podés volar solo, te crecieron las alas’, me dijo. Entonces me contrató Pipo Mancera para los “Sábados Circulares”, luego Héctor Ricardo García (dueño de Crónica) para hacer mi propio programa en Canal 11 y Julio Maharbiz para “Argentinísima”. Hacíamos 180 festivales de noviembre a marzo”, agrega.
“Soy un artista popular y no especulo con el éxito. Siempre estamos prendidos al pasado para caminar hacia el futuro, pero ando sin calendario y con el corazón como brújula. Cosecho lo que sembré y no es petulancia; soy uno entre millones pero lo hago con felicidad. Conocí grandes hombres y disfruté de don Tránsito, Isaco, Tarragó Ros, Damacio Esquivel, Sosa Cordero, Romero Maciel. Estar en este diario (en referencia a El Litoral) es darme un baño de infancia porque recuerdo a “Cancho” Gordiola Niella y su visión futura de un “fuego sagrado” que nunca me abandonó”.
Lo que si abandonó Avelino es el alcohol y lo hizo para siempre cuando se transformó en una adicción que lo deslizó por un pozo en el que acampó por seis interminables años. “Y no me drogué porque nadie me ofreció hacerlo. Estaba en un estado de indefensión total. No tengo pudor de contarlo, al contrario, quiero que mi error sirva de ejemplo”.
“Necesito inspirarme por eso vine a Corrientes. El solo hecho de respirar junto al río ya es motivo de poesía para el alma. Mientras grabo mi próximo disco en lo del doctor Mario Ramadán, sigo haciendo de la amistad un culto, de la seriedad una obligación y como dijo Juan Manuel Fangio: ‘Pude haber cometido errores con la cabeza, nunca con el corazón’”.