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En el marco de los festejos por el Día del Periodista estaba prevista la inauguración de una biblioteca en el incipiente centro cultura denominado “La Casa Azul”. Se impondrá el nombre de Raúl Marturet.
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El próximo sábado se celebra el Día del Periodista en homenaje a Mariano Moreno, que un 7 de junio fundó “La Gazeta de Buenos Aires”, primer medio de prensa con ideas patrióticas que tuvo como redactores a Manuel Belgrano, Juan José Castelli, entre otros. ¿Cuántos hombres que plasmaron sus ideales en un testimonio de vida tiene la historia del periodismo nacional? Sin dudas hay muchos ejemplos, acaso el cura Marturet es uno de ellos.
El diario “El Litoral”, decano de los medios gráficos de la provincia (con 48 años cumplidos) tuvo en su redacción, plumas notables que marcaron la línea editorial, pero también, imprimieron su estilo personal, con la incondicional libertad al momento de plasmar en el blanco papel, las ideas y pensamientos que al pasar por las rotativas, se transformaron en parte de la historia.
Muchas de aquellas personas tan queridas y recordadas ya no están. Pero han dejado la huella de su paso y hacia ella se vuelve el tiempo cuando el día festivo, las trae a la memoria.
Raúl Oscar “Cacho” Marturet fue una de esas almas que en figura corpórea anduvo por la Redacción. Estuvo por espacio de dieciseis años, hasta que cerró los ojos y apagó con su ausencia, el rítmico tecleo de su máquina de escribir. Pero antes, mucho antes, comenzó su vida que merece el respetuoso relato, apoyada esta crónica en las palabras de su hermano Mario Marturet.
“Mi hermano era bárbaro”, dice Mario Marturet visiblemente emocionado. Sobre la mesa del comedor de su casa, despliega fotos, papeles y libros que, a sabiendas de la visita de El Litoral, se preocupó en buscar para ilustrar su relato.
De carácter rebelde y corazón bondadoso, Raúl Oscar Marturet había nacido en Mocoretá, departamento de Monte Caseros, el 21 de agosto de 1924. A los 12 años, enfrentó la autoridad paterna con su designada vocación: “quiero ser sacerdote”. Más que una propuesta, era la decisión que para siempre, marcaría su conducta ante la vida.
La negativa de su padre fue tajante y el silencio de su madre, acompañó el veredicto y la espera se contuvo hasta 1949 que ingresó al Seminario de Villa Devoto en Buenos Aires, para luego trasladarse a La Plata de donde egresó diez años después.
Monseñor Vicentín lo ordena en Monte Caseros y la primera comunión, es para su madre, que no oculta el orgullo por el hijo cura. Su destino inicial, lo cumple en Santo Tomé donde por dos años se desempeña como cura teniente y de allí se traslada al Obispado de Corrientes bajo la tutela de Monseñor Francisco Vicentín.
“Fue ésta una dura etapa de enfrentamiento, aunque Raúl nunca emitió juicio”, continúa, pero esa rebeldía interior jugó en contra de los convencionalismos católicos y su espíritu misionero lo alejó de las estructuras que no estaban preparadas para frenar su impulso social. Él quería estar cerca de la gente y para cumplir con esa premisa, debía salir y compartir, dar al extremo de sentir el vacío de bienes materiales para encontrar la verdadera riqueza. Raúl Marturet fue mucho más que un cura, fue instrumento de bien que en el prójimo se hizo lucha y sacrificio.
“En la misa no predicaba desde el altar, la homilía la daba predicando entre los bancos de la Iglesia San Juan Bautista, que fue su último destino. Misionó por la Costa del Uruguay, La Cruz, Alvear, Tatacuá, Tabay, Santa Rosa e Itatí. Después, el destino se ocupó de cambiar el rumbo”.
De curas tercermundistas señalaron a “Cacho” y cuatro sacerdotes que Monseñor Vicentín excomulgó (a Marturet) y suspendió ad divinis a Belisario “Pucho” Tiscornia, Luis María Babin, Luis Niella y Gavino Casco.
“Los fieles sin capilla. El arzobispo correntino desaloja templos”, tituló la revista porteña “Ahora”, el 4 de abril de 1970. En el libro “Yo fui testigo”, de Gavino Casco que Mario Marturet obsequia a El Litoral, sobresale la reproducción de la nota periodística y una pancarta “El Barrio San Martín junto al padre Marturet. Huelga de hambre para que se levante la excomunión al padre Marturet y permanezca en esta parroquia”.
Otros semanarios cubrieron las instancias de esta expulsión y dieron amplia cobertura a los sucesos de aquellos días, que incluyeron la visita del escritor Graham Greene dando explícito apoyo al acusado.
Habían pasado doce años del ejercicio del ministerio y aunque literalmente “colgó” la sotana, Marturet fue para siempre, el sacerdote. Así llegó a El Litoral y con esa impronta siguio dando testimonio de vida, aunque vestido con otro “hábito”, el de periodista.
(M.M.)