Sin fechas que obliguen el recuerdo del ‘99 correntino, ni siquiera el 2001 nacional, este diario salió a recoger pareceres de gente que tiene responsabilidades institucionales y sociales, públicas y privadas, para tratar de determinar la riqueza del sustrato que utilizan algunos personajes de la política para sembrar pánico, en clave de intervenciones federales, o simplemente de presiones que reactivan el temor como catalizador del control social.
Una observación superficial deja ver que los modos, al menos, vuelven a repetirse. No sólo el alardeo de un manejo cuasi mafioso de la corporación (cualquiera sea) sino también las presiones y supuestos espionajes, al mejor estilo Gestapo, de lo que Corrientes supo y mucho en todo este tiempo, sin que los resultados de semejante descalabro sean los deseados.
Einstein alumbra en este punto: “Si siempre hacés lo mismo, no esperes resultados diferentes”.
En este contexto, teniendo como telón de fondo lo ocurrido el miércoles en la Cámara de Diputados, como reacción de los procederes en los incurrieron los miembros del Jurado de Enjuiciamiento (que tiene la función de enjuiciar a los jueces, nada menos), El Litoral salió a preguntar, sin pretensiones de encuesta, si las bases que se han plantado en la última década están sólidas o empezaron a crujir como producto de algún deterioro.
Mayoritariamente, podría decirse que quienes respondieron las preguntas, coincidieron en que hubo una evolución política e institucional, aunque al mismo tiempo reconocieron que todavía hay cosas por resolver.
Muchos no contestaron, entre ellos, el gobernador Ricardo Colombi y el intendente capitalino, Carlos Espínola, pero no por falta de espacios en la agenda, como éstos, sino por temor. La sola mención de la palabra política en la consulta, genera sospechas, aún de dirigentes, funcionarios, empresarios e incluso académicos. ¿Qué puede pensar de esto, entonces, el correntino de a pie?
No obstante, además de reconocer que la política todavía no pudo expulsar del sistema a quienes sólo se dedican a socavarlo, los consultados enumeran una serie de acciones en el debe de la institucionalidad provincial.
El nepotismo dinástico subyace como autocrítica. La prebenda pública aparece también como herida abierta. Además, tal vez influidos por los acontecimientos de estos días, muchos entrevistados pusieron el acento en la corporación de los abogados, como entidad inconmensurable y generadora de poderes absolutos en ciertos intergrantes de su grupo, que conforman, no es casual, el Estado mismo: algunos como políticos, otros como jueces, otros como académicos y el resto, desde sus lugares, como sustento y justificación, además de reproductores del sistema.
La falta de dirigentes con volúmen político y contenido técnico, el desinteres por lo público y la falta de controles en general, aparecen luego para concluir, según opinan los consultados, en que lo más dañino de la evolución es que no puede desprenderse del todo de las peores prácticas politicas que llevaron a la provincia a conocer el abismo en reiteradas ocasiones.
Como contrapartida, no obstante, se reconoce que más allá de la necesidad de darle a uno de los Colombi la reelección, la reforma constitucional del 2007 constituyó un avance. Fue importante el capítulo judicial y también el de los municipios, el de los nuevos derechos y los apartados conservacionistas. Falta, en todo caso, actuar conforme manda este texto o al menos no degradarlo con violaciones sistemáticas.
Poner el Estado al servicio de la gente y fortalecer las bases para que los nuevos actores, emergentes sociales que hay y muchos, puedan garantizarse la representación de sus intereses, aparece en forma de reclamo. He allí otro punto clave.
Los partidos políticos
Sucede que los partidos políticos han sufrido una profunda transformación en todo este tiempo, motivada incluso por la crisis que expulsó dirigentes en 2001. En Corrientes, la hegemonía de los partidos provinciales se deshizo al punto de una inhumación. Fue reconstruyéndose en los últimos años, pero sólo hasta lograr (al menos hasta ahora) espacios de consorte de la UCR y el PJ, los gigantes nacionales que leyeron el momento histórico tras la caída del nuevismo y se reagruparon para romper el letargo, salir a la luz y tratar de quedarse.
En este concierto actual, aun con sus esfuerzos, es difícil advertir en los partidos un espacio de formación que engendre y haga parir, en cantidades suficientes, dirigentes de peso, con sustento político, contenido técnico y solvencia moral para encarar los desafíos que van más allá, hoy, de una administración prolija y andariega, o de otra que cimenta su futuro con fondos de otras cuentas.
Por último, vale dejar en claro que cada uno de los dirigentes consultados para esta nota, dijeron estar a la altura para evitar, al menos, que un cruce interpoder derrape en la décima octava intervención federal de Corrientes.
En este aspecto, algunos llegaron a manifestar su enojo, puesto que el aguzamiento del fantasma intervencionista no es más que el modus operandi de un sector minúsculo de la política local que no tiene su correlato electoral ni mucho menos político.
Así las cosas, podría concluirse que hay consenso en cuanto a que la calidad institucional provincial ha evolucionado, aunque al mismo tiempo tiene una larga lista de pendientes. Y uno de esos asuntos, claramente, es la necesidad de despojarse de los jirones del pasado que concentran lo peor de las prácticas del apriete, las amenazas y la censura.
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