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"¡Atentos, Dandys, a formar!"

Por El Litoral

Martes, 29 de enero de 2013 a las 01:00
Moni Munilla

Ocho de la mañana de un día lunes, buena hora para llegar de visita con El Litoral Cultura a "La clínica del mate", como reza el cartel al ingresar a la casa del tranquilo Pasaje Vidal, en el barrio Pío XII.
Allí vive con su familia, Hugo "Laucha" Cabral, de profesión peluquero, el más popular de los payasos del carnaval correntino que hoy, a los 76 años, vuelve a contar su historia con una sonrisa, para aquellos que se han pasado por alto unos cuantos detalles y para estos, que no lo ven más por el centro y no aplauden más a su comparsa humorística en el corso oficial, porque Los Dandys, que a ellos me refiero, fueron desterrados del escenario principal y con su sonrisa pintada, se recluyeron en los espectáculos barriales.
"Yo soy producto de un milagro y mi destino era hacer reír", dice Laucha, mientras atropella los recuerdos contando, como si fuera el juego de la rayuela, de atrás para adelante, de adelante hacia los costados, para arriba y para abajo, desde adentro y hasta saltar de la tristeza a la alegría, al señalar su destino.
"Nací en Berón de Astrada pueblo y vine a la ciudad sin saber hablar en castellano, sólo guaraní, lo que me acarreó más de un problema. 
Me adoptó la señora Sixta Ayala, ingresé a la escuela Sarmiento y batí el récord de permanencia, porque entré a los 9 años y terminé a los 18, fui repitiendo muy bien el sexto grado", explica. "La directora, Adelina Rojas Mors de Sellarés (mamá de Teresa Parodi), me defendía de las tantas peleas cuando mis compañeros me tomaban de punto para las burlas".
"Soy el chavo que vino del campo y en el barrio hacía los mandados, vendía diarios, El Litoral, El Liberal, La Mañana, ahorrando esos pesos me compré mi primera bicicleta, jugaba con los juguetes de mis amigos, Yuyo Sosa, Tarzán Resoagli, Lito Seba", nombra con cariño.
"En Punta Tacuara se realizaban los famosos bailes infantiles, se hacían concursos y allá fuimos con los chicos, 'Los chanchitos del Cambá Cuá', nos llamamos, fue el inicio de mi amor de siempre, la comparsa Los Dandys, con la que estuve 40 años, el último desfile fue en el '99, después nos censuraron el humor, se privatizó el carnaval y en el 2000, comenzamos con los corsos barriales del cual soy uno de los fundadores".
Laucha tiene restringida ahora la emoción porque su corazón sabe más de lo que palpita. El sonar de los parches le trae a la memoria tantos recuerdos, que mucho tienen que ver con otro barrio. "Yo vivía en Tucumán 768 y el fondo de la casa daba con el Club Sportivo. Durante 50 años, tuve mi peluquería en la esquina de 9 de Julio y Buenos Aires y hace cuatro años me mudé acá. La gente me recibió con los honores de la vecindad, esta es la clínica del mate (cabeza), charlar con el peluquero es terapéutico, yo trato de dejar lindos a mis clientes por dentro y por fuera", aclara. 
"Los trajes más elegantes eran de Los Dandys", retoma el tema, "comenzamos siendo 5 integrantes y terminamos formando 1.300 en seis cuadras. Eramos tantos que se necesitaba un megáfono para organizar la 'tropa'. Al grito de '¡Atentos, Dandys, a formar!', se ubicaban todos. La mayoría, chicos cuyas novias estaban en las comparsas mayores y para controlar a sus 'guainas' se anotaban en la agrupación humorística, pero después se entusiasmaban y ya quedaban fijos para el año siguiente. Yo entraba con mis hijos Rosana, José Manuel, Hugo Armando era coordinador, luego se sumaron los nietos (tengo 8) y hasta un bisnieto. La idea era divertirnos y divertir al público. Nos parábamos frente a la tribuna sin decir nada y la gente abría la boca para reír, humor sano el del payaso, con la cara pintada y siempre un detalle distintivo, la 'pelela', el martillo gigante, el pote de dulce de leche, el 'salta Violeta', las cámaras de televisión CTV7 y los micrófonos, todo de lata, nosotros hacíamos reportajes con mucho profesionalismo", dice sin pisar la mentira. Otro de los integrantes de Los Dandys, un verdadero dandy en su manera de vestir, traje blanco y clavel rojo en el ojal, fue Papi Chaz Correa. "La gente creía que era loco, pero él era feliz".
"En la cueva de Los Dandys, por calle Entre Ríos, organizaban los bailes de carnaval. ¡La de amores que se armaron allí!, recuerda. En esta parte de la charla, ingresa su esposa Mercedes y cuenta el episodio aquel, cuando el Laucha se ausentó para ir al baile de coronación de la reina de San Luis del Palmar. "Yo estaba embarazada a punto de parir y el señor que no regresaba, tomé un taxi, fijate mi desconfianza hasta dónde llegó, lo encontré muy de amores con la reina y en venganza le quemé su traje de comparsero". 
Laucha y Mercedes cumplieron 51 años de casados y, sin contar ese traje que "se hizo humo", los demás atuendos están cuidadosamente preservados, listos para ser exhibidos en el Museo del Carnaval que Laucha pide se concrete en breve, deseo que hace extensivo al corso infantil, que fue 'barrido' del programa carnavalero.
Una pequeña habitación guarda un mundo de colores. Pelucas, corbatones, narices de payaso, sacos con hombreras exageradas, tiradores con lentejuelas, pantalones amplios, poemas de amigos, sillón de peluquero, silbatos y maracas, las fotos del ayer, los reconocimientos de una vida. "En 1969 fui Papá Dandy de la comparsa, mi carroza tenía tres cuerpos, desfilamos en la costanera, el tema Carnaval del Amor, la hicieron los hermanos Salinas, era una carroza con vida, tobogán, calesita, los chicos subían y jugaban, al fin y al cabo, el carnaval es el juego de la alegría", tal su modo de concebir la fiesta.
Hugo "Laucha" Cabral trabajó como capitán de pileta del Hotel de Turismo, "enseñaba a nadar incluso a chicos discapacitados"; tiene el título de Instructor de Básquet, Gimnasia y Natación, otorgado por el Club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires. Lo declararon Ciudadano Ilustre de esta ciudad. Fue Rey Momo en 1998 y Espíritu del Carnaval en el 2005. Se jubiló como peluquero pero todos los años, como hace 28, corta el pelo a los chicos que van a ingresar al colegio. "Es un juramento mío", responde. De tanto caminar alrededor de ese pequeño mundo que guarda la inmensidad de sus recuerdos, padece artrosis de cadera, pero "siento el tambor y me dan ganas de bailar", avisa.
El corsódromo del barrio 17 de Agosto, lleva su nombre. El corso "caté" le debe aún un reconocimiento. Laucha sonríe. Era su destino y la comparsa lo coronó rey de los payasos, nada menos. Verlo tan contento nos produce una alegría inmensa.
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