Veo con pavor como la mediocridad en todo se fue ganando a la sociedad en su conjunto. Hasta en las altas esferas se la toma como una virtud de moda. Basta con solo asistir a la ignorancia colectiva que la falta de información, por gimnasia de comodidad, se fue tomando todo lo que encuentra a su paso. Programas de televisión donde se cultiva, el hábito hoy común, que como toda referencia personal, sean tomadas las intimidades como claro ejemplo de no sé qué. Asombra, diría, espanta, personas cultivadas en esta sociedad de principio de siglo, que hablen ante que otros temas de idioteces, datos nimios, cuyos detalles obtenidos sean abrevados y estimulados por los medios, en una discusión oral de bajísimo nivel, donde la convivencia de alcoba queda al descubierto como si fuera una virtud a seguir.
Es el caso o la filosofía degradante que transfiere el autor británico, George Orwell en su obra "1984", en que se exponen las técnicas modernas de vigilancia del otro, llevadas adelante magnificadas por el ojo gigante de la cámara, en la aberración televisiva del concepto agravado por "Gran Hermano".
Siempre es defendido este ciclo aborrecible, con la misma excusa, "si es éxito en todo el mundo, es viable". No siempre todo lo que adopta el mundo entero es lo correcto. Este desvío cultural no solo se da en la producción televisiva, sino que también en el desmedro producido en otros en cuanto a baja calidad rayanas en la ignorancia misma, que agrede nuestra cultura que supo hacer alarde en gráfica, en radio, en televisión, en literatura, en los usos y costumbres de un pueblo ávido por consumir algo propio que nos distinguieron como país del sur en el enclave latinoamericano.
El periodismo nacido en 1801 a través del "El Telégrafo Mercantil", tuvo un arranque difícil y memorable por el rol de la década marcada por la Revolución de Mayo, pero al rescate de lo mediocre siempre supo respetar esa cultura de gran vuelo que los argentinos supimos hacer merecida gala. Las revistas con una adalid histórica que apeló a todo lo posible que brindaba la literatura :"Caras y Caretas" del año 1898. Con dibujos, ilustraciones casi fotográficas, caricaturas, poesía, crítica, etc. revalidando el gran tesoro de la lengua.
El incipiente cine argentino con producciones experimentales desde 1897, representando la historia, a los pioneros del gran país visto desde Buenos Aires. La radio, que desde 1920, supo incorporar lo más brillante de nuestra cultura, exaltando el buen gusto, el cuidado decir, la respuesta ejemplar.
La televisión nacida en 1951. Que se incorpora agregando más valor a todo lo que representa la población joven en busca de su destino.
La lectura era prioritaria, se intercambiaban revistas, libros, todo era válido para informarnos y así poder discutir, conocer, amar.
De pronto en la estampida producida por la proliferación de las guerras, la exacerbación de las políticas, todo se derrumbó y la comprensión se tornó infantil. El humor hasta ayer una muestra de inteligencia, se convirtió en burdo mensaje donde pensar es "agotador". De pronto, todas las utopías bajaron a la tierra pero no convertidas en realidad, sino huérfanas de toda posibilidad. La realidad se tornó mucho más dura, y la gente emprendió cada uno lo suyo sin pensar. De allí, la elección de la sabiduría, perdió el encanto, y la calificación se emparejó con el todo vale en que los atributos primeros perdieron su auténtico valor.
La involución de la cultura suena a un tango de Enríque Cadícamo y José María Aguilar,"Al Mundo le falta un Tornillo", que no es relato, es la verdad más pura. Las charlas perdieron calidad. Los contenidos dejaron la búsqueda y tomaron lo más fácil, ya que el no pensar de pronto nos devela el ocio por todo esfuerzo personal. Si perdemos el último tren que nos regrese a lo que supimos ser como país y sociedad cuando nos jactábamos de ello, seguro, que estaremos perdidos mucho más que ahora.
Adalberto Balduino
Comunicador