JUGADOR DESTACADO
Goles son amores dice una de las frases que siempre se escuchan en el fútbol y la historia de Alberto Alejandro Monzón está incluida dentro de la misma. El escurridizo puntero derecho surgió en el barrio Popular de Corrientes y a fuerza de goles pasó por varias instituciones, logrando dos títulos nacionales con Estudiantes de La Plata. Hace 40 años reside en Buenos Aires pero cada vez que puede regresa a su provincia natal para visitar a los amigos, familiares y recordar su rica trayectoria dentro del deporte.
El correntino, hoy con 60 años y dos hijos (Laura de 41 años y Alberto de 42) y varios nietos, se las ingenió para debutar en el Deportivo Mandiyú a los 14 años por pedido del propio Eduardo Seferián y de allí comenzó una carrera meteórica que le permitió jugar, entre otros clubes, en Sarmiento de Resistencia, Colón de Santa Fe, Huracán de Parque Patricios, Estudiantes de La Plata, Quilmes y Nueva Chicago, donde le puso punto final a su carrera profesional cuando la barrabrava entró a los tiros a los vestuarios.
En una de sus vueltas por la capital correntina, Monzón dialogó con El Litoral y relató su recorrido por el fútbol, que comenzó con su debut en la primera de Mandiyú casi por casualidad.
Se lamentó por no haber surgido en otra época porque antes “ganábamos dos pesos, jugábamos por la camiseta. Hoy los pibes, con sus representantes, rápidamente van a Europa y ya ganan en euros pero no sienten la camiseta como nosotros la sentíamos”.
Los casi 16 años dentro del fútbol de primera división “fueron muy lindos en lo deportivo pero malos en lo económico porque se ganaba sólo para sobrevivir. En aquel momento, para arreglar un contrato ibas vos solo y te encontrabas con quince tipos de la Comisión Directiva, te daban un paseo y firmabas por dos pesos. Hoy en día un pibe de quinta ya tiene representante y lo llevan a Europa enseguida”, comentó en forma de reclamo.
El principio de su carrera comenzó en el barrio Popular. “Tenía 14 años y jugaba en la quinta división de Mandiyú. Siempre me quedaba a ver entrenar a la primera. Luego de correr un poco y hacer ejercicios algunos jugadores se tenían que ir. El DT hizo una práctica de fútbol y en el equipo que enfrentaba a los titulares faltaba uno. Me vio a mí y me dijo: “Pibe, ¿querés entrar? No dudé y dije que sí”.
Pero ese partido tuvo un espectador especial. “Don Seferián estaba casualmente observando la práctica donde hice dos goles. Me puse muy contento y más aún cuando me llamó (el propio Seferián) y me preguntó con qué equipo jugaba. Le dije que en la 5ª del club y le dijo al técnico: el domingo lo ponés en el banco al pibe”.
“Me fui corriendo a casa a contarle a mis padres, por supuesto que nadie me creía. Está loco, decían. Recién lo creyeron el día del partido, cuando ingresé por René Miquelarena y le hice dos goles a Rivadavia. Ganamos 2 a 1 esa tarde”.
Uno de los momentos particulares que vivió en el equipo correntino fue en la definición de los famosos regionales. “Luego de jugar muchos regionales con Mandiyú me tocó disputar una final contra Atlético Paraná en cancha de Alvear. Falta contra Miguel Dávalos, penal y lo tenía que patear yo. Me dijo el árbitro: ‘No hay rebote porque el partido terminó’. La gente se estaba yendo de la cancha y volvió. Se armó una batahola detrás del arco para ver el penal. Apunté a la cabeza y que sea lo que Dios quiera; por suerte fue gol”.
Contrato millonario
“En 1977 Sarmiento de Resistencia clasificó para el Nacional y don José ‘Pepe’ Lestani me llevó a jugar con ellos, donde convertí 15 goles. Lestani me llamó y me dijo quedate tranquilo que ya arreglé todo con los dirigentes. Yo ganaba en la fábrica 200 pesos por mes y en el Chaco mi contrato pasó a ser de 18 millones de pesos, con departamento, prima y premios por goles. Yo no sabía si llorar o reír, no lo podía creer, era un sueño”.
El paso por Colón
“Con Sarmiento llamé la atención y por eso me compra Colón de Santa Fe. Tres años pasé ahí, en una de las mejores temporadas que tuve. La gente me trataba con tanto cariño y todavía no sé cómo devolverle tanto afecto. Néstor ‘Pippo’ Rossi era el entrenador, un señor con todas las letras. Yo siempre le respondí en la misma medida”.
Para ilustrar esa enorme predisposición, relató: “Una tarde nos estábamos jugando el descenso y yo tenía una fiebre que me caía. Teníamos que jugar y ganarle a Racing para salvarnos. En la concentración volaba de fiebre y me dijo Pippo, ‘así no vas a jugar’, pero yo le respondí que sí iba a jugar. Esa noche jugué con fiebre. Hice dos goles y le ganamos a Racing 2 a 0 y luego terminé en el hospital”.
Huracán, el nuevo destino
Nos salvamos y Rossi se hizo cargo de Huracán de Parque Patricios. Con 26 años me llevó al “Globo”, donde estuve dos años. Chichin Seijo asumió como presidente y armó un equipo para zafar el mal lugar en la tabla con nombres tales como Babington, Marangoni, Houseman, Clide Díaz; un equipazo, y zafamos.
El llamado de Bilardo
Después del paso por Huracán llegó el momento de Estudiantes de La Plata, con quien jugó la Copa Libertadores de 1983. “En ese momento Estudiantes comenzó a armar un nuevo equipo y recibí el llamado de Carlos Bilardo que quería reunirse conmigo. Bajo y nos encontramos en el restaurante que funcionaba en mi edificio. Tenía en la mano tres carpetas, la del arquero Luis Islas, la de Marcelo Trobbiani y la mía. Tenía todo mi historial, si fumaba, si tomaba, si era vago. ‘Ni mi señora me controla tanto como usted’, le dije y me respondió: ‘Pasa que yo quiero jugadores que sean buenas personas y profesionales’”.
“Me lleva a Estudiantes y salimos campeones en el Metropolitano de 1982, donde le ganamos la final a Independiente. Bilardo se fue a dirigir a la selección y lo deja a Eduardo Luján Manera y volvimos a salir campeones. En ese plantel estaban, entre otros, José Luis Brown, Miguel Angel Gette, Juan Carlos Delménico, Alejandro Sabella, José Daniel Ponce, Hugo Gottardi y Guillermo Trama, súper jugadores todos”.
La hora de Quilmes
“Luego de mi paso por Estudiantes, en 1984 Hugo García, el entrenador de Quilmes, me lleva para jugar con ellos en la B y allí hice 12 goles. Peleamos la punta con Racing, que había descendido, pero la dirigencia cambió al entrenador y nadie entendía nada dado que estábamos primeros. Claro, después uno entiende, no querían ascender”.
Punto final
“Me fui de Quilmes para jugar en Nueva Chicago en 1985. Con 30 años dejé todo, decidí ponerle punto final al futbolista porque la hinchada de Chicago es una de las más bravas en serio. Estábamos en el fondo de la tabla. Perdimos un partido más y nos fuimos al abismo. Me rompieron el auto, luego entraron al vestuario a los tiros. Ahí dije ‘no sigo más’. Dejé el fútbol y empecé a trabajar en la Coca-Cola, donde me jubilé. Ahora vivo tranquilo en Buenos Aires, donde resido hace 40 años y cada vez que puedo vengo a visitar a mis amigos en Corrientes. Es mi tierra y no la olvidaré jamás”.