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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

De la yerba mate y de otras yerbas

Por Nora Maciel

Abogada e integrante de la APP Corrientes

Especial para El Litoral

El 30 de noviembre fue declarado el Día Nacional del Mate, una bebida a base de hojas de yerba mate y agua caliente, planta oriunda de América, usada por nuestros pueblos originarios, incorporada a nuestras costumbres y extendida en buena parte del mundo europeo por la colonización.

Estudiantes, profesionales, jóvenes, adolescentes, en diversas formas y modos recrean costumbres ancestrales en la cotidianidad del mate. 

No llama la atención en esta parte del continente, ingresar a una oficina pública y que el mate esté en el escritorio como un elemento más, como una computadora, hojas, o biromes. En muy pocos lugares el mate se encuentra restringido, tal vez alguna empresa privada o algún sector jerárquico de la administración pública, sin embargo, las veces que en los ámbitos de trabajo se ha buscado restringir no lo fue sin serias resistencias a los criterios podría decirse arbitrarios de las prohibiciones.

En algunos ámbitos académicos (auditorios) pueden verse carteles que restringen el consumo, aunque, a medida que crecen los espectadores y la concurrencia se diluye la prohibición y la bebida circula libremente entre los asistentes.

Hay libros escritos sobre el mate, virtudes y efectos, manuales y reglas de preparación, pero cada mateador establece la forma en la que degustará la infusión, con yuyos, con espuma, el tipo de mate: si es porongo, madera, vaso de vidrio, el tipo de bombilla, la temperatura del agua, es una práctica directamente ligada a los gustos personales. 

Como un dato más del paso de la adolescencia a la juventud, el consumo del mate amargo integra un rasgo de ese proceso, aquel estudiante que empieza la facultad como un ritual de madurez, adquiere su propio equipo de mate que será en adelante un compañero inseparable.

Quiero en estas líneas compartir algunos datos interesantes sobre la historia del prohibicionismo de las drogas, que dan cuenta como la yerba mate y algunas otras sustancias fueron consideradas nocivas para el alma y el cuerpo.  

Es difícil imaginar que la yerba mate estuvo prohibida. El 20 de mayo de 1616 Hernandarias prohibió el consumo de la yerba mate,  con el argumento de que era un “vicio abominable y sucio que hace a los hombres holgazanes”. “Que nadie en adelante fuese ni enviase indios a haber hierba a ninguna parte donde la haya, ni la traiga, ni traten ni contraten so pena de pérdida de ella, que se ha de quemar en la plaza pública”, sentenció en su decreto.

El “peligroso contagio” de los indígenas (bebida con agua caliente, con hoja picada o molida y tostada de yerba mate) que estaba muy extendido y con muy buena aceptación entre todos los habitantes del Virreynato, intentó ser desterrado mediante un decreto,  una prohibición fuerte con fundamentos religiosos.  

A razón de la idiosincrasia sociocultural actual, estas prohibiciones resultan hoy insostenibles.  Como la yerba mate, otras sustancias estuvieron prohibidas por iguales consideraciones ridículas que no tienen que ver con los efectos en el cuerpo. 

El discurso prohibicionista siempre tuvo como retórica fundamentos entre líneas que no eran otros que el control social de las poblaciones por ideas morales, religiosas y por cuestiones políticas, que nada tiene que ver con la evidencia científica. 

Esto se refleja claramente en los fundamentos de la prohibición de la yerba mate, las autoridades laicas y religiosas de los dos primeros siglos de dominación española en lo que hoy es Paraguay, sostenían que la sustancia “es un vicio que fomenta el ocio y contagia a todos, no siendo esto bueno para salud del alma y el cuerpo”.

En abril de 1595 la Iglesia a través del Padre Lozano afirmaba que “la yerba es el medio más idóneo que pudieron haber descubierto para destruir al género humano o a la nación miserable de los guaraníes”.

El tribunal del Santo Oficio de la Inquisición llegó a considerar su uso “más que un vicio, una superstición diabólica”.

Cuando la prohibición se levantó no lo fue porque algo de lo que se atribuía a la yerba mate había cambiado o se había determinado por estudios o investigaciones que no era dañino, sino por motivos económicos y políticos capitalizados estratégicamente por los Jesuitas que comenzaron a plantar, cosechar y comercializar en las reducciones.

En otras épocas también sustancias como el alcohol estuvieron prohibidas consideradas como influencias diabólicas, eso ocurrió en 1920 mediante la conocida Ley Seca en EE. UU. En los debates parlamentarios de la enmienda 18 algunos afirmaban que mediante la prohibición del alcohol “se cerrarán para siempre las puertas del infierno”.

La historia demostró que la prohibición fue terriblemente dañina mucho más que el consumo de la sustancia que se pretendía abolir, sólo a causa de envenenamiento por adulteración del alcohol murieron más de treinta mil personas, cien mil víctimas de ceguera y parálisis, otros cientos de miles detenidos por traficar, son algunas cifras que demuestran los fracasos de la prohibición.

A estas políticas prohibicionistas no escaparon tampoco sustancias como el café. 

Lo que se ve en la lectura de las prohibiciones, incluso de las convenciones internacionales sobre estupefacientes, donde el cannabis está considerado como una sustancia dañina, es que las evidencias científicas han estado siempre ausentes. Por el contrario en la actualidad Argentina como tantos otros países del mundo y de América Latina, tiene una ley de uso medicinal de cannabis que fue motorizada en mayor medida por ONG de madres que cultivan para producir el remedio que consumen sus hijos afectados por enfermedades que la ciencia diagnosticó con desahucio farmacológico.  

Las sustancias que se conocen como lícitas o ilícitas no reciben esa consideración por los efectos que provocan en el cuerpo, sino por convenciones culturales y políticas que determinan el control asociado directamente con penalidades, las sustancias pasan así a ocupar un lugar central en las regulaciones y desplazan a los sujetos que las consumen,  tocar la sustancia ya convierte al sujeto en adicto, delincuente o alguna otra desgracia.

Alf Ross describe en su libro Tu-Tu, que en las Islas Naisuli en el Pacifico Sud, habita la tribu Aisat-naf. Esa tribu tiene la creencia de que en caso que se viole un determinado tabú, como por ejemplo, si un hombre se encuentra con su suegra o si se mata un animal tótem o si alguno ingiere la comida del jefe, surge lo que es denominado Tu-Tu. Los miembros de esa tribu dicen, además, que quien comete la infracción se pone Tu-Tu.

Dice el antropólogo Ilirio Eidan, pero eso supone un estado de desgracia, que convierte al sujeto en maldito. La palabra Tu-Tu que no tiene ningún significado, sin embargo, caracteriza el estado de la persona y en el lenguaje cotidiano sirve para identificar colectivamente alguna situación. Es decir prescribe y describe. Expresa órdenes o reglas y hacer afirmaciones sobre hechos. 

Como la palabra adicto, que además de categorizar la persona identifica un estado ligado a alguna violación, incluso es usada sin considerar qué tipo de relación hay entre la sustancia y la persona, tal como en la Tribu Aisaf-nat.

Esta semblanza breve nos invita a pensar cómo damos por sentado determinadas cuestiones que tienen que ver con lo lícito o ilícito de las sustancias, sin cuestionarnos esos orígenes. Incluso cómo determinados enunciados son establecidos como verdaderos aunque no seamos conscientes de que en realidad responden a la imaginación, a la superstición o a una fuerza peligrosa, diferente de la realidad. 

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