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Otros ejemplos que logran conmover

Por El Litoral

Lunes, 31 de diciembre de 2018 a las 04:02

Jenny Dahlgren, participante de cuatro Juegos Olímpicos, es otra mujer deportista que se sale del molde y derrocha madurez. Multifacética, escribió libros de cuentos infantiles buscando transmitir mensajes, da charlas sobre bullying (de lo que fue víctima en su adolescencia) y es protagonista de un hermoso proyecto solidario con la Granja Andar en Moreno, donde capacitan a chicos discapacitados para que puedan insertarse en el mercado laboral. Allí, a través de materiales de Weber, ya destinó $200.000 para construirle una casa a una familia que nunca había tenido una de materiales. Vivían en una casita muy precaria, de chapa y madera, llena de agujeros. Lamentablemente, durante el proceso de construcción de la nueva, el hijo de la pareja falleció de tuberculosis, justamente por las condiciones en las que habitaba la familia. “El día que fuimos a inaugurar la casa fue todo muy fuerte, triste y emocionante a la vez. José y Cecilia pasaron momentos muy difíciles, pero al menos nosotros pudimos ayudarlos con una vivienda digna y segura. Cosas así me generan una sensación de felicidad inexplicable, es un mimo al alma que suma más que cualquier logro deportivo”, relata Jenny, emocionada.
Ana Gallay es una guerrera del deporte y la vida. Con una historia de sacrificios en su Nogoyá natal para poder dedicarse al beach voley, ya de grande logró popularizar su deporte con grandes resultados, primero con Virginia Zonta (llegó a los Juegos de Londres) y luego con Georgina, con Klug (oro panamericano en 2015 y presencia en Río 2016). Por este perfil llegó a Huella Weber y enseguida se metió de lleno en su proyecto. Se quedó con el comedor Dulces Sonrisas en Mar del Plata, la ciudad que eligió para vivir. “Visité el merendero y me fui muy emocionada. Ver a chicos con tan pocos recursos poder estar en un lugar agradable y que se sientan bien te da mucha satisfacción”, cuenta.
Federico Molinari hizo historia en la gimnasia. Y la popularizó. Con su arribo a la final de anillas en Londres y luego con presencias en obras de teatro de prestigio y programas de TV populares. Hoy, en la recta final de su carrera, es coach de la nueva promesa, Julián Jato, y tiene academias de enseñanza. A la vez, está muy pendiente de Huella. El rosarino de 34 años eligió la Fundación Manos en Acción, una ONG que trabaja desde el 2010 para ayudar en la inclusión social y el desarrollo. “Allí muchos chicos almuerzan, estudian y hacen deportes. Es un gran placer aportar un granito de arena para mejorar la infraestructura del merendero y, lo más importante, mejorar la vida de la gente”, asegura. 
Federico Grabich, el mejor nadador argentino, con medallas en mundiales y panamericanos, se enfocó en sus raíces y eligió el colegio (Michelangelo Buonarroti) donde asistió en Santa Fe. “Siempre pensé cómo hacer para devolverle a la gente que tanto me ayudó y apoyó. Y no sabía hasta que apareció la Huella”, explica. Allí se levantó una medianera de 40 metros y se realizó un mural hermoso en el que colaboraron alumnos y madres del colegio. “Fue muy especial”, reconoce.
De los 13, el único distinto es Sebastián Armenault, que está lejos de ser un atleta de élite. Tiene 51 años y conoció el running de grande. A los pocos años, pese a entrenarse como un amateur, se encontró corriendo ultramaratones (de 150 a 350 kilómetros) en los lugares más increíbles y peligrosos, desde el Desierto de Sahara hasta una mina a 850 metros bajo tierra, pasando por el Amazonas o el Polo Sur. Seba renunció a su trabajo de director comercial de una empresa y se dedicó a construir el proyecto (SA18) con el que hace donaciones por cada kilómetro que recorre. “Decidí dar vuelta mi vida por un sueño. Mi objetivo no es ganar la carrera. De hecho, casi siempre salgo entre los últimos puestos. Parece raro en esta sociedad exitista, en la que sólo importan las medallas y los trofeos. Pero mi triunfo es superarme y ayudar. Lo importante es sumar donaciones, así me siento campeón del mundo”, explica otro embajador Weber. 
“Que te ayuden a ayudar es un sueño y más cuando no sos un deportista consagrado y tu idea es trascender por el mensaje y no por el resultado”, elogia Armenault. 
Sebastián eligió el comedor Jardín de Dios en José C. Paz que, desde el 2012 hasta hoy, fue teniendo muchas mejoras en infraestructura. “Lo increíble es que la familia del comedor está tan contenta que se hizo fanática de la empresa y puso una ferretería en el garaje de la casa”, cuenta.
Ellos también son protagonistas de la Liga Solidaria, un grupo de deportistas que deja una huella más profunda que sus hazañas deportivas.

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