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Musas inspiradoras de la música regional

“Merceditas” es una famosa canción de la música litoraleña y una de las representantes del chamamé y el folclore argentino, inspirada en una historia de amor no correspondido, grabada por el entrerriano Ramón Sixto Ríos en la década del 40. Es considerada, junto a “Zamba de mi esperanza”, como la más famosa del género. En la región también se destaca “La Oma”.
 

Por El Litoral

Domingo, 25 de marzo de 2018 a las 04:00
Dupla. Merceditas, cuando era joven, junto a Ramón Sixto Ríos, autor de la famosa canción.
Musa. Mercedes Strickler Kahlov, ya anciana, en una nota que le hicieron hace unos años.
Retrato. La Oma, en una de las últimas fotos que le tomaron para una entrevista en Clarín.

Por Francisco Villagrán
Especial para El Litoral

Muchas canciones de la música argentina tuvieron una mujer como musa inspiradora de historias de amor y desengaños, como por ejemplo Alfonsina Storni (“Alfonsina y el mar”), Juana Azurduy, “la Oma”; tangos como “Grisel”, “La rubia Mireya”, “Tomo y obligo”, “Rubias de New York” y muchos otros de notable éxito. Pero la historia de amor de Merceditas y Ramón Sixto Ríos, un joven entrerriano de 27 años nacido en Federación, es realmente digna de contarse. Ríos llegó al pueblo de Humboldt, Santa Fe, para actuar junto a un grupo de teatro en el club Sarmiento. Allí conoció a Mercedes Strickler Kahlov, una bella campesina hija de inmigrantes alemanes, de 24 años, rubia, de ojos azules, a quien todos llamaban Merceditas. Ella había perdido a su padre cuando era una niña muy pequeña; después, cuando fue más grande, debió hacerse cargo del tambo familiar junto a su madre y su hermana, con todo lo que ello implicaba para tres mujeres solas en esa época.
Haciendo referencia a su historia, Merceditas contaba que “él llegó a Humboldt con una compañía de teatro, una noche después de la actuación, me invitó a bailar y yo acepté, ¿por qué no? Bailamos un tango y lo hicimos bien. La gente nos aplaudió”. Merceditas llamaba la atención no sólo por su belleza, sino también por su manera de ser, por su espíritu, por su forma de manejarse independientemente, sin tener que rendirle cuentas a nadie. Esto era algo inusual para las mujeres de la época. Solía presentarse con pantalones de tela de leopardo, con botas y campera de cuero. Una adelantada para la época. Ramón y Merceditas congeniaron y comenzaron a mandarse cartas durante un tiempo. El romance marchaba viento en popa y en 1941 Ríos viajó a Humboldt con los anillos, para proponerle matrimonio. Pero inesperadamente Merceditas  rechazó su proposición. “Me gustaba -cuenta ella- pero de golpe dejé de quererlo, no sé por qué. Yo no estaba segura y no quería comprometerme a una cosa tan importante como el matrimonio, y se fue de vuelta con los anillos”.
A pesar de esto, Ramón y Merceditas siguieron escribiéndose durante muchos años, hasta que ella no le contestó más. De ese dolor surgió la letra y música de “Merceditas” que Ramón Sixto Ríos le puso el ritmo de chamamé, tema que se convirtió en un éxito radial y musical de la época. Alcanzó el éxito masivo nacional e internacional con las grabaciones de Ramona Galarza en 1967 y de Los Chalchaleros en 1973. Está catalogada entre las 10 más famosas del folclore argentino. Ramón Ríos siguió su vida normal y se casó con otra mujer, de la cual enviudó dos años después. No tuvo hijos. En la década de 1980 una revista de Buenos Aires (Gente) publicó una nota donde se incluía un reportaje a Merceditas, contando su historia de amor. Al leerla, Ríos le escribió una carta invitándola a que venga a Buenos Aires, reencuentro que concretaron poco tiempo después. El volvió entonces a proponerle matrimonio, pero ella lo rechazó una vez más. Siguieron siendo amigos y se mantuvieron en estrecho contacto hasta la muerte de Ríos, que acaeció el 25 de diciembre de 1995, cuando tenía 82 años. Su último acto fue legarle a Merceditas los derechos de la canción. Ella vivió hasta los 84 años y murió soltera el 8 de julio del 2001, con el sentimiento de que Dios la había castigado por haberlo rechazado dos veces. (Fuente: Radio FM Facundo Quiroga)

Otra mujer, la Oma
En 1933 el matrimonio compuesto por Armando Rabe y Marta Hoffner, provenientes del Brasil, se asentaron en San Bernardo, Chaco, primer destino que los cobijó luego de su casamiento. Tuvieron tres hijos: Gerda, que acompañó a su madre toda la vida, Ana y Martín. Marta Hoffner de Rabe, la Oma, en realidad era brasileña, hija de alemanes y vivió toda su vida, desde los 27, años en San Bernardo, sembrando, criando ganado, gallinas y chivos. Al separarse, solo Gerda quedó con ella; los otros dos hijos fueron a la ciudad. A mediados de 1975, el cantautor Daniel Altamirano llegó a San Bernardo con sus hermanos para visitar a un comprovinciano. El doctor Mauro, el médico del pueblo, amigo de ellos, le pidió a la Oma que le preparara un chivo asado para agasajar a los cantores. Así, el 25 de mayo de 1975, Mauro y Daniel Altamirano recorrieron los cinco kilómetros de una picada bordeada de altos árboles, hasta llegar al hogar de la Oma, “rancho de barro y apuntalao con quebracho colorado”, como dice la canción. Su patio lleno de árboles, sus herramientas de trabajo, su pava y su lorito Pedro, fueron los que inspiraron a Daniel Altamirano para componer la letra de la canción que sería un éxito total. La música del mítico chamamé es del tucumano Pedro Favini. El gobierno nacional reconoció a la Oma en 1994 como Mujer Sobresaliente del año.
Según Altamirano, la inspiración fue genuina al regresar de la casa de la Oma (Oma significa abuela en alemán) y así fue esbozando las estrofas de lo que sería la canción. Cuenta Daniel que “es una de las canciones más queridas por la gente de todas las edades, yo soy el más sorprendido, pues nunca imaginé que esta simple letra produciría tanta admiración en la gente, es un verdadero milagro”. Cuando comienza la canción, “la Oma es una mujer de setenta y pico de años…”, ya surgen los aplausos de todos lados. La canción es considerada como un himno del Chaco por los detalles que describe Altamirano en ella. Recién en 1977 doña Marta Hoffner de Rabe se enteró de que tenía su canción, en el Festival de Villa Angela, a donde fue llevada con engaños y la hicieron subir al escenario con Los Cuatro de Córdoba. La Oma recibió una impresionante ovación de la multitud, que coreó la letra de la canción; fue muy emotivo.
Finalmente, la Oma cerró sus ojos azules para siempre el sábado 19 de noviembre de 1994 y dio paso a la leyenda. Fue enterrada en el cementerio de San Bernardo, junto a su hija Gerda, fallecida el 19 de agosto de 1966.

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