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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

La interna de los quemados con leche

Por Emilio Zola

Especial para El Litoral

Pasan los gobiernos, cambian las épocas, transcurre el tiempo y la política sigue su curso como lo que es: el combustible esencial de un sistema democrático que en la Argentina demuestra un nivel de solidez envidiable en comparación con los acalambrados gobiernos limítrofes.

El traspaso del mando se avecina inexorable, pero sin sobresaltos y bajo un manto de responsabilidad institucional que por el momento eleva los umbrales de tolerancia de ganadores y perdedores. Por citar un ejemplo: ni el presidente Mauricio Macri ni sus principales espadas cargaron las tintas contra el regreso de Carlos Zannini a los primeros planos del poder después de haber estado preso por supuesto encubrimiento de células terroristas iraníes.

Del otro lado tampoco hacen leña del árbol macrista caído, quizás siguiendo el consejo de la canciller alemana Angela Merkel de “si te postulas para culpar a tu predecesor por la situación del Estado que recibas, mejor no te postules”. El presidente entrante, Alberto Fernández, mantiene una cauta mirada sobre los últimos movimientos de su predecesor sin atizar el fuego de la rivalidad y convalida tácitamente que Macri se tome la atribución de lanzar la campaña 2021 con su cadena nacional del pasado jueves, cuando se autoproclamó adalid de la lucha contra la corrupción.

De esa forma la política discurre, dinámica e incesante en un ciclo de retroalimentación ininterrumpido que sería la envidia del propio Tesla y en el que Corrientes no es la excepción. En medio de la instauración de un nuevo esquema de poder central y ya sin el protectorado macrista, la casta gobernante local se aferra a la certidumbre tranquilizadora que proporcionan los cimientos de una aceitada balanza de pagos vernácula edificada sobre una verdad irreductible: si hay un bien a defender en la provincia natal del Padre de la Patria es el mecanismo por el cual se garantizan los sueldos de la administración pública provincial, abonados con puntualidad inglesa y con la potencia necesaria para mantener niveles de consumo mínimos e indispensables.

Aquí también se transita sobre el carril de la prudencia. En Encuentro por Corrientes han aprendido de los errores de la década pasada, cuando la disputa intestina entre dos candidatos de la misma familia alteró los ánimos de una correntinidad habituada a la rutina del gobierno proveedor de bienestares básicos, modestos e indispensables. Aquella fractura entre astillas del mismo palo no derivó en el regreso del peronismo al poder por la ineptitud de los jerarcas del PJ, pero quedó grabada en la conciencia colectiva y hoy las disputas palaciegas transcurren con la sutileza del lenguaje cifrado, soterradas en la intimidad de la UCR.

Para ser claros y desmitificar el tabú de la supuesta interna que divide aguas en el radicalismo, hay que admitir lo que es vox pópuli en los mentideros cotidianos donde los revolucionarios de café tejen teorías conspirativas mientras intercambian mensajes de Whatsapp en busca de probanzas que los guíe en la nebulosa. Los operadores de siempre, acomodaticios jugadores de una perinola que hace tantos años se apoya en el mismo canto, esta vez no se atreven a blanquear sus preferencias ante la gran incógnita que cala los huesos de todo bicho político que camine por Corrientes: ¿El gobernador Gustavo Valdés y el ex gobernador Ricardo Colombi se batirán a duelo por el sillón de Ferré en 2021?

Las declaraciones de ambos líderes mostraron indicios en ese sentido. El ex gobernador y presidente de la Unión Cívica Radical correntina aseguró hace algunas semanas que su regreso al máximo sitial del poder depende de sí mismo y de nadie más. Acto seguido, el actual gobernador apeló a la semiología para advertir que más que las palabras importan los mensajes emitidos a través de hechos políticos diferenciadores que su administración acuñó bajo la matriz de nuevos paradigmas a saber: la comunicación fluida a través de las redes sociales, la transparencia de un discurso proactivo y la apertura al mundo en busca de inversiones concretas que sepulten el mal trago de la fábrica de Coca  Cola que nunca llegó.

Todas son hipótesis y quizás la rivalidad que los teóricos de la fabulación política aventan mientras hojean los diarios sea simplemente una fantasía, pues si algo no han perdido el ex y el actual gobernador es el respeto mutuo. Cada uno puede hacer su juego, pero en el fondo son conscientes de que su misión central es conservar el poder más allá del apellido que encabece el convoy oficialista llegado el momento crucial de las elecciones.

Es por eso que para la pregunta de si Valdés romperá con Colombi, al menos hoy, la respuesta es no. Ya sucedió en 2005, cuando la pulseada entre dos primos que se criaron juntos casi mata la gallina de los huevos de oro. Quienes sobrevivieron a la guerra interna de aquellos años son quemados con leche dispuestos a encontrar las vías del consenso, aunque para lograrlo deban entregar sus yugulares a Nosferatu.

Máxime en los tiempos que corren, que dejan a la gestión de ECO sin el padrinazgo de Cambiemos y a merced de un nuevo Gobierno Nacional donde toda gestión en busca de recursos, obras, inversiones y refinanciamientos será sin dudas más compleja.

En el análisis que seguramente hacen Valdés y Colombi, ya sea juntos o por separado, sin dudas repican tanto el fracaso económico macrista como el acierto estratégico del peronismo. Con Cristina sola no alcanzaba, pero sin Cristina no se podía. La ecuación sólo podía resolverse de una manera y la ex presidenta lo hizo al ungir candidato a presidente a Alberto Fernández, pero sin bajarse de la fórmula. Nació la dupla Fernández-Fernández, que fue imbatible.

¿Se habrán preguntado los elucubradores de la mesa del Guaraní (y de otros reductos por el estilo) qué pasaría si Colombi y Valdés acuerdan sobre la base de tanta experiencia acumulada y ensamblan una fórmula con la misma receta de Cristina y Alberto? ¿Qué tan poderosa debiera ser la alianza opositora que se pergeñe de acá a dos años para derrotar a un armado político encabezado por el dueto de invictos Gustavo-Ricardo? Volviendo a los hechos, el próximo martes se producirá la demostración culminante del exitoso experimento político que le permitió al peronismo volver al poder en tan sólo cuatro años. Será además una jornada histórica sin precedentes, en la que el mandatario saliente, Mauricio Macri, entregará la banda a su par entrante, Alberto Fernández, en condiciones de normalidad que exorcizarán el hechizo por el cual los presidentes no peronistas estaban condenados a naufragar antes de llegar a puerto.

El contexto socioeconómico es alarmante. Las cifras de la UCA denuncian un 40 por ciento de pobreza en un país donde seis de cada diez niños no tienen lo necesario para crecer. Son motivos suficientes para explicar los gestos de moderación cívica de una sociedad que, expectante, anuda pañuelos para que Alberto Fernández acierte en su estrategia cortoplacista que promete poner dinero en el bolsillo a los sectores más postergados para dinamizar el consumo. 

La consigna es salir del estancamiento según el clamor popular expresado en las urnas, en un cambio de escenario que impactará en Corrientes tanto en las relaciones bilaterales con la Nación, como en la correlación de fuerzas puertas adentro de la constelación de partidos políticos de esta porción mesopotámica gobernada hace 18 años por una misma coalición que aprendió a reciclarse sin que su tronco radical necesite entregar el liderato a los socios de otro sello político.

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