Por Bernardo Stamateas
Colaboración especial
Hay gente que se enoja muy rápido; mientras que otros se enojan despacio, pero la emoción les dura muchísimo Y muchos otros, en especial en estos tiempos convulsionados, viven enojados. Estos últimos tienen incorporado el mito del “encendido o apagado”: o no me enojo nunca o me enojo siempre.
Algunas personas comentan: “Yo no me enojo nunca, pero cuando lo hago, exploto y ¡agarrate Catalina!”. En realidad, quien experimenta esta situación se enoja muy seguido, solo que no se da cuenta. Seguramente es alguien que ha reprimido la ira en los primeros años de vida de manera inconsciente, y esta emoción se fue acumulando en su interior.
¿Qué deberíamos hacer cuando nos sentimos muy enojados? Básicamente estas cuatro cosas:
1. Ponerlo en palabras. Es decir, expresarlo. No neguemos que estamos enojados; en lugar de eso, hablemos de ello diciendo claramente lo que nos molesta sin agredir al otro. Esta es una buena forma de darle un objetivo a esa fuerza interior que aparece en nosotros frente a algo que percibimos como una piedra en el camino. Así logramos no usar el enojo para pegarle al que colocó la piedra, sino para removerla y seguir adelante.
2. Evitar los disparadores. Hay ciertas cosas que a todos nos hacen enojar más que otras. Cada uno sabe qué es lo que dispara su ira y qué, no. Entonces evitemos esos disparadores. Por ejemplo, podemos delegar esas tareas que sabemos que nos generan mucha impaciencia.
3. Practicar el “tiempo fuera”. Esto significa posponer el conflicto sin evitarlo. Podemos decirle al otro: “Lo hablamos después, ahora estoy muy enojado”. Así nos salimos de la situación y nos damos un tiempo para calmarnos.
4. Hacer ejercicio físico. Por lo general, nuestro cuerpo habla lo que nuestra boca calla. Por eso, todos los profesionales de la salud recomiendan hacer ejercicio como caminar, saltar, bailar, nadar (si tenemos la oportunidad), etc. Es decir, actividades que nos ayudan a que la emocionalidad no quede encapsulada en el cuerpo y nos termine enfermando.
Muchas personas le temen a su propia ira, porque les enseñaron de chicos que enojarse está mal. Lo cierto es que todos los seres humanos nos enojamos alguna vez y es una emoción que nos iguala a todos. El inconveniente surge cuando deseamos dialogar o negociar con alguien en ese estado. Debemos entender que es muy dificultoso hablar inteligentemente cuando nos sentimos enojados. Porque la ira es una emoción, mientras que las palabras que hablamos caen en la categoría de “racionalidad”.
Y la razón y la emoción rara vez convergen. Por eso, procuremos esforzarnos por gestionar nuestros enojos, para evitar que estos nos controlen a nosotros y no nos permitan comunicarnos eficazmente con los demás.