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Derecho al reconocimiento

El hombre como ser superior razona y actúa según sus principios y sus creencias, y estos pueden ir perfeccionándose constantemente según su voluntad y decisión de mejora. Su naturaleza misma le pide, le exige pruebas y desafíos que dependen del ejercicio pleno de su libertad.
 

Por El Litoral

Martes, 03 de noviembre de 2020 a las 01:02

Por Leticia Oraisón de Turpín
Orientadora Familiar
Especial para El Litoral

El hombre como tal se diferencia en la escala zoológica por su capacidad de comprensión, de elaboración de las ideas y fundamentalmente por tener conciencia de su ser y de sus actos, hecho que no sucede con los otros seres vivos, que sólo responden a un patrón preestablecido para su supervivencia.
Los animales no tienen moral, no tienen conciencia de hacer el bien o hacer el mal. No tienen conocimiento ni responsabilidad de su conducta que es sólo instintiva.
El hombre como ser superior razona y actúa según sus principios y sus creencias, y estos pueden ir perfeccionándose constantemente según su voluntad y decisión de mejora.
Su naturaleza misma le pide, le exige pruebas y desafíos que dependen del ejercicio pleno de su libertad y en uso de ella el hombre decide en qué quiere convertirse.
Es así que hay un llamado a la perfección en todos los aspectos de la persona y de cada uno depende escuchar ese llamado y llevarlo a plenitud, trabajando esforzadamente en la tarea de mejorarse.
De allí seguramente viene ese deseo de cultivarse espiritual, laboral e intelectualmente, unos más, otros menos, pero todos con aptitudes o dones a desarrollar.
Por eso no puede valer igual el que se esmera y avanza a fuerza de sacrificios, que en algunos será más esforzado y excelso que en otros, pero todos con capacidades dignas de perfeccionar y de encarar según su voluntad y fortaleza.
Conseguir desarrollarse en algún área del conocimiento o de las virtudes humanas es sacrificado, trabajoso y exige constancia, perseverancia, tenacidad en el tiempo y a través de él, porque nunca se puede dar punto final en ninguna ciencia o aptitud que se adquiera, porque siempre hay algo más que aprender, desarrollar, perfeccionar, extender o ampliar.
Y allí en ese esfuerzo y perseverancia, en esa sed de aprender o ejercitar virtudes, cada quién establece su diferencia con los demás.
En definitiva es resultado del uso que hacemos de nuestra libertad lo que nos hace desiguales, distintos, únicos e irrepetibles. Cada uno vale por lo que hizo realmente en cada aspecto de su vida, porque con trabajo personal va cincelando su imagen, su realidad, su moral y su probidad.
Con iguales oportunidades se forjan diferencias individuales muy grandes, y que se dan aún en circunstancias de desigualdad de posibilidades, pudiendo establecerse diferencias positivas y creativas de mayor cuantía, con aquellos que fueron más calificados inicialmente, y esto, con el sólo querer de la voluntad para desafiar los obstáculos y las barreras sociales, morales o económicas que se vayan presentando.
Al final, es cada quien el que va transformando su circunstancia y sus posibilidades y decide tener o no el mérito de superarse permanentemente en lo que encara en la vida.
Cada uno escribe su proyecto, su ideal, su sueño, y en el trabajo y dedicación con que emprenda su realización estará el mérito, el galardón que le corresponde.
Es la corona que la vida le pone al decidido, esforzado, consecuente y perseverante a su modelo, a su sueño de perfeccionamiento o deseo más sublime.
Y según el diccionario, “Mérito: es el derecho a recibir reconocimiento por lo que se ha hecho”.

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