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Pandemia sanitaria contra pandemia estructural

Por El Litoral

Miércoles, 14 de abril de 2021 a las 01:01

Por Damián Di Pace*
Publicado en Ámbito

Hay muchas formas de abordar el problema de la desigualdad en las sociedades. Tenía una profesora en primaria para la que no existían las filas de los alumnos de menor a mayor para que no se evidencien las diferencias de altura. A su vez, sugería la compra de los mismos útiles a los efectos de no reflejar en el pupitre los diferentes niveles socioeconómicos. Sin embargo, lo que la profesora mía no entendía era que ella tenía mayor poder que nadie para igualar el aula. Ella era la que podía educar y equilibrar el talento o la capacidad de un alumno con la dificultad de aprendizaje o adquisición de conocimientos respecto de la otra parte del aula. La mejor forma de igualar es no bajar a los más altos para aparentar la altura de los más bajos. Reprimir el uso del que tiene la mejor cartuchera por el que tiene la peor. La mejor herramienta es brindar el conocimiento necesario para que las capacidades humanas sean incrementales y estas sean las mejores herramientas para afrontar las competencias que las vidas nos depara.
En Argentina, al cuarto trimestre de 2020, de acuerdo al Indec, un 58,6 % de la población total percibió algún ingreso, cuyo promedio es igual a $33.306. Es decir que está muy lejos de poder cumplir si depende de un solo ingreso con la canasta básica total esa familia. Analizado según escala de ingreso individual, el ingreso promedio del estrato bajo equivale a $12.150; el del estrato medio a $31.766; y el del estrato alto a $78.723. Es decir, ser estrato bajo en Argentina es ser casi indigente en Argentina, ser estrato medio es ser pobre y ser estrato alto de acuerdo al caso es que te cueste llegar a fin de mes.
La apuesta para disminuir la desigualdad en Argentina por parte del Gobierno es recaudar más de la población más rica del país vía impuestos para lograr distribuir a través de la asistencia social hacia los más pobres. Sin embargo, esta apuesta llega a la clase media no solo a los más ricos que está en el límite de la pobreza en muchos casos y asfixiada impositivamente como es el caso de los autónomos, los profesionales cuentapropistas, comerciantes e industriales pymes. El economista norteamericano Murray Rothbard decía: “En el mercado libre, cada cual gana según su valor productivo en satisfacer los deseos de los consumidores. Bajo la distribución estatista, cada uno gana en proporción a la cantidad que puede saquear a los productores”.
La necesidad de distribución es mayor que la capacidad de generación de riqueza en nuestra economía y se ha llegado a un límite. No hay más torta para repartir porque no se generaron en el tiempo las condiciones para incrementar el tamaño de la misma, sino que se intentó dividir la torta en cada vez más cantidad de porciones sin agrandarla. El resultado es que todos somos más pobres. La disminución de la desigualdad en Argentina viene no por mejoras globales para la población, sino del reparto de cada vez mayor escasez.
La pandemia sanitaria ha sido un destructora de clase media en Argentina, pero la pandemia estructural argentina es previa y hoy muestra la fragilidad del que vive de la changa, el cuentapropista, el comerciante y el industrial pyme para desenvolverse con restricciones sociales como sucede en todo el mundo, pero con la fragilidad del cuadro macroeconómico local, un incremento de la presión tributaria, riesgo laboral y sin incentivos para la inversión con horizonte futuro.
De acuerdo a un relevamiento realizado por la Federación de Comercio de la Ciudad de Buenos Aires entre el sector Pyme en la Ciudad de Buenos Aires ante las nuevas medidas de restricciones sociales el 45,8 % sostiene que le creará problemas con proveedores y empleados, 15,3 % forzará un cierre temporal, 8,5 % un cierre definitivo y 30,5 % entiende que no le causará efecto sobre su actividad.
Las condiciones de la pandemia para producir en Argentina son complejas. Las condiciones estructurales para producir prepandemia, pandemia y postpandemia son antiinversión, producción y empleo. No se puede igualar desde la distribución del stock actual de lo producido pues los ricos serán más pobres y los pobres más pobres aún. Hasta ahora este camino nos ha llevado a una distribución igualitaria de la pobreza.
La capacidad productiva de los hombres solo puede verse demostrada mediante la inversión que permite como producto del trabajo una distribución más equitativa de los recursos por que los que están abajo en la pirámide socioeconómica logren un ascenso social genuino, digno y sostenible. La legislación que trabaja para, vía impuestos, generar una redistribución de los ingresos de las clases altas y medias hacia las clases bajas es la misma que no genera iniciativas parlamentarias para la generación de riqueza y pro inversión para que la disminución de la pobreza venga de la mano de la incorporación de los excluidos en el campo de la producción y el trabajo. Es ineludible el debate que sobre la concentración de la riqueza y la desigualdad evidente hay que dar, pero no se puede omitir que la distribución de la riqueza debe venir de nuevas condiciones para su generación, en el tiempo inexistentes en nuestro país.
Arturo Frondizi, presidente de Argentina de 1958 al 1962, tenía una visión desarrollista de la economía y finalmente terminó reconociendo la importancia de la inversión extranjera directa para lograr un crecimiento sostenido de la economía. Expresaba este semblante absolutamente ausente hace décadas en nuestro país: “Aumentaremos la producción y posibilitaremos su más equitativa distribución. Un aumento de la riqueza que no aproveche a toda la población, no es un bien socialmente apreciable. Una distribución de riqueza que desaliente el esfuerzo productivo concluye por empobrecer a todos”.

*El autor es analista económico.

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