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Érase Paso de los Libres, una vez más

Por El Litoral

Domingo, 30 de octubre de 2022 a las 01:08

Luis Polo*
Especial para El Litoral

Han pasado unos días desde la finalización de la Feria del Libro y la Cultura de la Frontera 2022, realizada en Paso de los Libres en el mes de octubre. Al hacer una reseña de lo acontecido el día de la inauguración y del sábado 15 me embarga la emoción por lo vivido en lo personal y por lo que vi que acontecía en el predio.
Por lo pronto, la apuesta de la gestión municipal de descentralizar la feria y de llevarla al corazón geográfico del barrio 508 Viviendas y alojarla en el Polideportivo “Diego Armando Maradona” y sus alrededores —desplazamiento que seguramente habrá generado más de una crítica— fue una acertada decisión. El resultado fue una interacción entre la feria y la gente del barrio  o de los barrios habría que decir: la comunión lograda hacía pensar que ese era su lugar desde siempre.
El nuevo lugar era todo un desafío para el equipo de la feria, que trabajó con denuedo, más aún teniendo en cuenta que se trataban de diez días de una intensa y apretada agenda que transcurría desde la mañana a la noche y que abarcaban presentaciones de libros, conferencias, exposiciones, clases y talleres de distintas disciplinas, eventos musicales, teatrales, cine, danzas, comparsas y otras disciplinas artísticas, muchos de estos en una gran escala de realización.
Me sorprendió gratamente la gran cantidad de personas que asistían a las  presentaciones de los libros, conferencias y al stand de venta de los libros, como así también a las diferentes muestras artísticas que se exhibían en el salón del polideportivo —entre las que destaco el espacio dado a “La Memoria, la Verdad y la Justicia”— y a los eventos llevados a cabo en el escenario montado en la plaza, pero lo que más me sorprendió fue que hubiera familias que simplemente se encontraban de paseo, mate en mano, alrededor de los puestos de artesanos y de los de comidas.
La breve inauguración, con palabras de bienvenida por parte de Martín Ascúa, intendente de Paso de los Libres, y de Rubén Bisceglia, propietario de la Librería de La Paz, más la presencia de autoridades locales, provinciales y de Uruguayana como así también de artistas de la ciudad, tuvo su nota literaria en palabras de la escritora Ángeles Pradelli. Las mismas fueron precisas  y justas, invitó, gracias a un recuerdo personal de su infancia, a practicar el acto de la lectura, paso previo, dijo, para todo escritor.
Por la mañana arribó mi hermana Rosario, procedente desde El Bolsón, venida exclusivamente para el evento, y junto a José Chaín, amigo y escritor que me acompañó en el viaje y que también iba a presentar un libro, hicimos un city tour, con fotos y comentarios mediante, por el centro, por los barrios, la Quinta Madariga y por el predio de la feria, en donde nos recibieron con un riquísimo almuerzo. 
El sábado por la tarde escuché la interesante conferencia “Amado Bonpland, un sabio en la frontera”, de David Guevara y a continuación hicimos con Valentina Fadón, amiga lectora y hermana de la vida, y José Chaín más una querida audiencia, la presentación de “Érase una vez en Paso de los Libres”, autobiografía que retrata la vida social del Libres de la década del 60. 
Ubico entre los hacedores de la presentación al público, entre los que destaco a mis amigos de toda la vida y a la turma de las compañeras de promoción de mi hermana Carmen, y a nuevos amigos, como Luis Loetti, a quienes dirigí mis emocionadas palabras guiado por los comentarios del libro hechos por Valentina Fadón y por las preguntas de José Chaín acerca de las motivaciones que me llevaron a escribir esta autobiografía. Debo confesar que había preparado un discurso, pero las miradas, los comentarios y risas de los asistentes hicieron que cambie y abriera mi corazón a los recuerdos y que solo quedara de aquél, el rescate de la importancia de los grandes libros que nos marcan a diario en nuestra vida, y por ello se han convertido en clásicos.
A continuación acompañé la presentación de “Acerca del parricidio”, novela-ensayo de José Chaín, de la que también participó Fabián Leguiza, quien realizó un pormenorizado e inteligente análisis del libro, con acertadas preguntas y conclusiones. A partir de ellas, y con algunas preguntas de mi parte, Chaín, psicoanalista y psiquiatra, realizó una breve conferencia sobre las teorías de las que se nutrió el psicoanálisis sobre esta temática y cómo las incorporó a su novela, seguida atentamente por la audiencia.
Luego asistimos con José Chaín a la presentación de “Dos soldados”, libro de Ángela Pradelli, de quien había leído, tiempo atrás, “El lugar del padre”, una novela que me había impactado por cómo había abordado la temática del padre, hecha con simpleza y mucha poesía. 
“Dos soldados” es una novela que  tiene mucho de crónica, está relatada en primera persona, por dos soldados, uno, un italiano que luchó en la Segunda Guerra Mundial, y el otro, un entrerriano que luchó en la guerra de Malvinas, en donde relatan las penurias, la injusticia de los superiores y el abandono sufrido por ambos durante ambas guerras y luego de las mismas, libro de imprescindible lectura. La impecable presentación estuvo a cargo del escritor libreño Ramón Blanco, quien ahondó con sus preguntas en las motivaciones y en el método de Pradelli para abordar semejante tema.
Finalmente, como debía ser, brindamos Rosario, José Chaín  y yo con los amigos en el patio de comidas de la feria, al lado, ni más ni menos, que de Diego Armando Maradona, que nos acompañó desde el mural realizado por el artista plástico libreño Máximo Arias Valente.
Cada tanto surge la necesaria pregunta acerca de qué es un libro, qué es un lector, qué es escribir, cómo es la industria del libro, qué rol juegan las redes sociales, debate que directa o indirectamente surge en la ferias de libros, por lo que aplaudo la articulación de lo privado con lo estatal, esta última parte fundamental sin la cual sería imposible de realizar estas verdaderas gestas culturales.
Creo que cada persona tiene, si se pone a pensar, una teoría sobre qué es la lectura. Borges dice que el valor del libro no depende tanto de cómo está escrito sino de cómo se lo lee, algo a lo que adhiero. Dice, si las distintas generaciones leen un libro donde se piensa que todo está en un lugar correcto, esa lectura convierte al libro en un clásico.
Soy un convencido de que para escribir hay que leer. Existen muchas maneras de pensar lo que es la lectura, hay verdaderos ensayos y gran cantidad de libros al respecto, de ellos recomiendo “El último lector”, de Ricardo Piglia y “Cómo se lee”, de Daniel Link, no se van a arrepentir. 
Sobre la escritura también abundan todo tipo de abordajes, recomiendo que se tiren de cabeza en “Yo recordaré por ustedes”, de Juan Forn, si lo leen detenidamente descubrirán el modo en que fueron escritos esos relatos, y también en “Ahora escriba usted”, de Mariano Quirós, quien publicó veinticinco relatos propios surgidos de su taller literario —del cual formé parte— y que bosqueja, sin pretensiones de hacer docencia, el esquema personal que encontró para incentivar a la escritura. Y para los estudiosos del tema, introduzcan su cabeza en “Historia crítica de la Literatura argentina”, colección que fue un verdadero acontecimiento y que está dirigida por el recientemente fallecido Noé Jitrik, con artículos de los más importantes escritores argentinos. 
El buen lector es aquel que sabe leer entre líneas, porque entre las líneas está lo no escrito, están los razonamientos, las fantasías, los recuerdos, los sueños y pesadillas del lector, es una definición que leí hace poco en no sé dónde, y al tratar evocarla, infructuosamente, para esta reseña me di cuenta, una vez más, que la lectura es una perdición.
Leer implica forzosamente perder, desvanecer el uno mismo en un Otro, perdición de la que a veces se tiene la dicha —no sin zozobra mediante— de regresar con algo nuevo para contar, pensar, escribir, vivir. Escribir es entonces el intento de recuperar algo de esa perdición, de atraparlo con letras, de dirigirlo nuevamente al Otro, sabiendo que no es una tarea que se complete nunca, motivo para relanzarse a la lectura y a la escritura.
Una buena parte de mi vida transcurre, desde hace muchos años, en encuentros de psicoanálisis, literatura, cine, también de tenis, de buena comida y de buen vino con los amigos —además de las imprescindibles reuniones con mis hijos, sus parejas y mi nieto—, aquellas son excelentes excusas que cultivo para poner en práctica mi ser social, algo que la ciudad de Paso de los Libres me enseñó —me educó, diría— en mi infancia y que lo llevo desde entonces y que  nuevamente reviví en esos dos intensos días en su feria del libro.

* Autor de “Érase una vez en Paso de los Libres”.
 

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